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IKUSMIRA

Las dos banastas del PNV


Ahora que los partidos de la CAV discuten sobre el nuevo status para las tres provincias –tema de alta tensión política e indudable dimensión estratégica para el conjunto de Euskal Herria– los de siempre vuelven a hablarnos de las dos almas del PNV, la que representaría Iñigo Urkullu, reacia a movimientos en clave soberanista y la otra, expresada ahora por Markel Olano, a modo de quintaesencia del abertzalismo.

No es nueva la jugada. Antes ya la interpretaron otros. Joseba Egibar y José Antonio Ardanza, por ejemplo. Y en tiempos de Lizarra-Garazi, Iñaki Azkuna y Ollora.

Y por encima de todos ellos estaba Arzalluz, que los lunes, miércoles y viernes apostaba por unos y los martes, jueves y sábados por los otros. Los domingos eran de botas chirucas, medias altas y soflama contra los michelines para tranquilizar a la parroquia.

Pero no me gusta la explicación de la errática política jelkide durante tantas décadas en función de almas o espíritus. Demasiado esotérico y sencillo para justificarlo todo.

La verdad es que, visto lo visto durante tantos años, me inclino por imaginar dos banastas y no dos ánimas. Dos cestorros bien cargados que se compensan y mantienen así en equilibrio a un burro que, terco y comodón, no se mueve.

De lo que se trata no es de descompensar al asno y hacerle caer, sino de obligarle a que se mueva. Hay que tirar del ronzal para que eche a caminar. Y, a ser posible, en la dirección que marcan los propios estatutos del partido. Y el que se quiera bajar del cestorro, pues que se baje.