GARA Euskal Herriko egunkaria
Entrevue
MAITE SOTA
ESCRITORA

«Con frecuencia las crisis verdaderas son mucho más perturbadoras que las que yo describo»

En su última novela, «Desnudas», la escritora navarra hila a través de la investigación de un caso de abuso sexual, varios temas –las relaciones de pareja, o laborales, la solidaridad internacional, la corrupción institucional– protagonizadas por mujeres en plena crisis vital.


En “Desnudas”, como ya hiciera en sus dos novelas anteriores, “El informe Ulises” y “La soledad de la higuera”, publicadas todas ellas por Pamiela, Maite Sota recurre al formato del thriller (la investigación de un caso de acoso sexual en el seno de la Policía Municipal de Iruñea) como hilo conductor para engarzar temas y preocupaciones recurrentes en su obra: las relaciones afectivas, la búsqueda personal, la dominación... En esta ocasión, además, el sexo ocupa un lugar importante en la novela, como una pulsión que atraviesa sus páginas.

Su novela hace una declaración de intenciones desde la primera líneas (incluso con el título y la portada), parece querer decirnos que en ella el sexo va a tener un papel importante…

Elegir el título de un libro no es tarea fácil y, a veces, resulta muy difícil, como me ha ocurrido a mí en esta ocasión. Intentar transmitir en una o varias palabras la clave de esta historia me ha resultado complicado porque, aunque el sexo y las experiencias sexuales son una constante desde la primera página, otros temas (las relaciones laborales y familiares, los chiringuitos institucionales, la represión policial, la solidaridad internacional, la amistad...) que empiezan como secundarios adquieren relevancia a lo largo de la trama y consiguen un puesto importante en ella. La novela cinematografía rincones del cuerpo y de la mente de varias mujeres que por diferentes motivos y uno en particular están o entran en crisis. Cuando di con el título me quedé satisfecha: “Desnudas” es desnudez en femenino y plural.

Hay varias tramas y temas que se ensartan en ese hilo conductor que puede ser la investigación de un caso interno de abuso sexual en la policía municipal. ¿Cómo decidió esa estructura, es decir, quería escribir una novela negra o un thriller o usó este como excusa para hablar de otros temas?

Creo que aquí me has pillado. Los asuntos que trato en mis novelas son bastante recurrentes y siempre en referencia a las relaciones interpersonales, que se centran principalmente en resolver el problema de la insatisfacción permanente del ser humano mediante la posesión de objetos y personas, la manipulación y la dominación del otro, y la búsqueda del bienestar mediante la solidaridad y/o el amor. Para ello he utilizado formas y estilos variados, desde novelas de viajes y aventuras, género histórico o el thriller. Este último ofrece herramientas muy atractivas para hablar de estos temas y por eso en mis tres últimas novelas lo he explotado con mayor o menor profusión. Lo que cambia es la perspectiva desde la que construyo cada trama.

Las diferentes protagonistas se encuentran en momentos en los que deciden tomar decisiones cruciales, romper con sus vidas anteriores. ¿Qué tienen en común todas ellas y cómo hila esas historias?

Casi todas tienen vidas asentadas, más o menos cómodas, en apariencia. Pero el suceso (un caso de abuso dentro de la policía municipal de Pamplona) que comparte la sicóloga y sexóloga Eva con sus dos amigas les influye a cada una de manera diferente, como es lógico, y provoca en ellas, y de forma encadenada en otras, reacciones, algunas impredecibles, que las enlazan y alejan entre sí. Así, como bien refleja la portada de Xabier Idoate, se produce un enramando de relaciones con un mismo tronco o hilo conductor. Una trama trepidante que conduce en poco tiempo a situaciones críticas, ya que me interesaba producir transformaciones importantes en los personajes y polarizarlos hasta el límite de la credibilidad.

Hay además un personaje secundario, Mama Fatou, que atraviesa la novela, aparece, desaparece… ¿Qué nos puede contar sobre ella?

Mama Fatou es la única mujer que no interviene en el desarrollo de la trama principal. Apenas se relaciona, y muy tangencialmente, con el resto, pero es el personaje referencial en el que todas se miran en algún momento, que resitúa a las demás en sus contextos. Procede de sus propias experiencias, las de una migrante que llega a la península en patera, y sufre su transformación al margen de la del resto de personajes. Digamos que es la única que va por libre.

Como en novelas anteriores suyas, aprovecha su experiencia profesional como pediatra, para algunas escenas y personajes del libro… ¿Ve a menudo en su consulta historias que se pueden convertir en novelas?

Ayudo a personas con vivencias similares a las que reflejo en mis novelas, pero me abstengo de reproducirlas tal como son; no es tanto por el secreto profesional –queda fuera de toda duda la protección de datos–, sino que tiene que ver con el respeto al relato real. Con frecuencia las crisis verdaderas son mucho más perturbadoras que las que yo describo, y esa intimidad que se me muestra en consulta me produce un pudor del que no quiero prescindir como escritora de novelas. Por otro lado, la construcción de personajes a partir de personas de carne y hueso con las que trato a diario es lo que me apasiona hacer cuando escribo.

El espacio y el tiempo tienen importancia en la novela, Iruñea es el escenario en que transcurre y todo pasa en un espacio de tiempo no muy prolongado, a pesar de la intensidad de algunos episodios. ¿Fue una elección deliberada?

Sí. Es deliberado que todo ocurra en tres períodos consecutivos (invierno, primavera y verano) y que la acción se concentre en pocas semanas de cada uno de ellos. Conforme se acerca el desenlace, los arcos de transformación de los protagonistas cobran intensidad y el tiempo se acorta alrededor de los acontecimientos, los precipita estrangulando a los personajes casi hasta la locura. Por eso el narrador actúa como un director de cine que rueda y ensambla las escenas para crear el habitual tono asfixiante del clímax en un thriller.

Sus novelas se pueden incluir dentro del género de la novela policial o de investigación, ¿seguirá por ese camino en proyectos futuros?

El género negro es interesante en cuanto a pretender ser un reflejo de la sociedad que recrea, ya sea contemporánea o no. La actualidad que conocemos es el escenario de mis tres últimas novelas, y por eso no les faltan elementos de denuncia social como la pederastia en “El informe Ulises”, la trata de mujeres en “La soledad de la higuera”, la corrupción gubernamental o el abuso laboral y sexual en “Desnudas”. Pero los protagonistas de estas novelas no son policías, ni detectives, ni forman parte de los estamentos de la ley que persigue el crimen. Son personas normales, con trabajos y vidas de verdad, con sus complejidades, sus aciertos y errores, que se ven involucradas o deciden tomar parte en un hecho injusto. A menudo, en mis novelas, como en la realidad, la ley no está al servicio de la ciudadanía, sino todo lo contrario.