06 MAI 2022 CRÍTICA «X» Pornoterror Mikel INSAUSTI No sé si es excesivo decir que una película merece la pena por su primera media hora, pero la parte introductoria de “X” (2022) es un auténtico festín cinéfilo. Ahí Ti West exhibe su condición de aplicado estudiante que conoce le lenguaje tanto de los maestros clásicos como de los francotiradores de serie “B”, y que se atreve a mezclar los encuadres de John Ford con la planificación bizarra del erotismo caricaturesco de Russ Meyer. Pero puede que todo sea un espejismo y que, a la postre, dicho primer acto tenga un cometido meramente funcional, sirviendo solo para introducir a la audiencia actual en lo que era la estética de las películas de género de los 70, tomando como guía estilística el porno autoral a lo “Garganta profunda” (1972) y el terror rural de “La matanza de Texas” (1974). La película que sigue es otra y se puede ver como una continuación de la temática del fanatismo religioso que Ti West planteó en “The Sacrament” (2013), en cuanto motor de una dinámica narrativa de puro “slasher”, con viejos granjeros ultraconservadores persiguiendo y masacrando a jóvenes urbanitas por su encarnación del mal a través de su desafiante desnudez de hippies progresistas. El montaje en paralelo, que incluye para mayor énfasis retro la pantalla partida, juega constantemente con la dualidad de eros y tanatos. Son como dos caras opuestas de una misma moneda en conflicto permanente y así la represión sexual es, en definitiva, la que genera el brote de violencia sangrienta. Tal vez me vaya a pasar de frenada en mi particular interpretación de “X” (2022), que creo se centra en el significado conceptual de la pareja de ancianos, cuya movilidad reducida imprime a las acciones criminales un ritmo ralentizado y zombificado, representativo en mi opinión del propio agotamiento y cansancio del terror gore que, de puro repetitivo, ha envejecido hasta llegar a la decrepitud.