29 DéC. 2022 CENTENARIO DEL AUTOR REFERENCIAL DE LA CIENCIA FICCIÓN Kurt Vonnegut, la mirada de quien contempló el horror Sin perder de vista la crueldad de quienes ostentan el poder, Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922-Nueva York, 2007) apostó por el humor, en sus vertientes más ácidas, para dar su personal visión de lo que acontecía. Autorvenerado por los movimientos contraculturales, nos legó obras tan referenciales como «Matadero cinco». Viñetas de la novela gráfica «Matadero cinco» y, en la página anterior, Kurt Vonnegut ante la cámara de Robert B. Weide en «Unstuck in Time». (Whyaduck Productions). (WHYADUCK PRODUCTIONS y ASTIBERRI) Koldo LANDALUZE Autor de catorce novelas, además de numerosos relatos de ciencia ficción, ensayos, cuentos, obras de teatro y artículos periodísticos, Kurt Vonnegut siempre será recordado por su afilado estilo satírico, su crítica social y su humor negro. Considerado un icono de la contracultura en la sociedad de Estados Unidos, cuyo estilo de vida criticó insistentemente en sus libros, fue particularmente admirado por los estudiantes universitarios de las décadas de los años 60 y 70, cuando escribió gran parte de su obra. Sus propias vivencias en el asedio y el bombardeo aliado de la ciudad alemana de Dresde durante la segunda Guerra Mundial, en la que fue capturado por las tropas alemanas, fue la base de “Matadero cinco”. En dicha obra, el autor estadounidense fusionó realidad y ciencia ficción para mostrar una visión crítica, no exenta de humor, de la sociedad y en particular de la crueldad bélica. También fue considerado como un adalid del pacifismo y el antimilitarismo, pero su discurso era especialmente mal visto debido a que incidía en las barbaries cometidas por su propio país. Ello no gustó en exceso en Estados Unidos, lo que motivó la organización de diversas hogueras en las que ardieron sus escritos. DRESDE EN LA MEMORIA Nacido el 11 de noviembre de 1922 en Indiana, Vonnegut abandonó sus estudios para alistarse en el Ejército estadounidense. Su madre se suicidó con una sobredosis de somníferos justo antes de que el escritor partiera hacia Alemania, donde fue tomado prisionero durante la batalla de Ardenas, a finales de 1944. No había matado a nadie porque era un tipo particular de soldado, un scout que se infiltraba en las líneas enemigas para tomar nota de los movimientos del adversario. «Me considero afortunado por no haber matado a nadie -dijo-. Pero si hubiese sido necesario, lo habría hecho». Vonnegut necesitó más de 23 años para darle forma a “Matadero cinco”, publicada en 1969, en plena guerra de Vietnam. Un nuevo frente de guerra al que acudían nuevas hornadas de jóvenes, entre los cuales los había que llevaban grabada en la memoria los pasajes de aquella novela inusual que les hablaba de otra contienda y, en cuyo prólogo, su autor dejó escrito: «Si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería solo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre». NIÑOS EN LA GUERRA La novela se convirtió en obra de culto y los motivos de ello se encuentran en su estilo, en su redacción. El discurso que utilizó el escritor renegaba de la ampulosidad trágica, no encontramos en ella intención alguna de pontificar. Su apuesta por la ironía queda clara desde sus primeros párrafos, cuando el autor lo define como «un asqueroso librito» y se presenta a sí mismo como «un traficante de momentos apoteósicos y emocionantes». El propio subtítulo de la novela, “La cruzada de los niños”, también nos recuerda a todas aquellas contiendas pasadas de la historia que estuvieron plagadas de cadáveres infantiles y que toma como referencia la extraña y dudosa cruzada que fue integrada por niños que, en 1213, partieron de diferentes puntos de Europa hacia Jerusalén, con intención de “liberarla” de sus captores musulmanes y que terminó de manera calamitosa. Otra cuestión fundamental en “Matadero 5” en su giro imprevisto. Una vez introducido el asunto principal, Vonnegut nos coloca ante la discontinuidad temporal, como si alguien estuviera manipulando los relojes y el protagonista de la obra, Billy Pilgrim, del que se dice que es «espástico en cuanto al tiempo», viaja de una época a otra: la segunda Guerra Mundial, los sesenta y un futuro indeterminado en cuyo horizonte asoma el planeta Tralfamadore, al que en otro momento de su vida aterrizó después de haber sido abducido por un platillo volante. Según Francisco Fernández Buey, en su estudio sobre “Matadero 5”, «esta forma de narrar, que se aleja, ya de entrada, del realismo de la novela tradicional antibelicista, combina diversos elementos que refuerzan alternativamente la intención seria, irónica o paródica del autor: la no-contemporaneidad de personajes que viven simultáneamente en un mismo tiempo; el excurso reflexivo sobre la trivialidad y el absurdo de las grandes palabras con que los de arriba inducen al patriotismo a los infantes, cansados, famélicos, desastrosamente vestidos; el juego verbal sobre la aparente locura del hombre que sabe lo esencial acerca del desastre porque, a diferencia de aquellos que no quieren escucharle, estuvo ahí en el momento en que ocurrían los hechos». Vonnegut no fue vencedor ni vencido, fue, como buen novelista, un observador. El observador no participa inmediatamente pero sí lo hace intensamente cuando cuenta lo observado. No es como rendir cuentas, pero alguien tiene que salirse de la inmediatez para retomar aquello que se dejó sin arreglar. A través de sus páginas, quiso dejar claro que la voz es suya y que estuvo ahí, que tenía unas intenciones a la hora de escribir y que le ha sobrepasado el material y ha hecho lo que ha podido. No es lo mismo la guerra contada por un general que por los niños y lo traumatizados que quedan y gestan el final. El narrador quiso contarnos la guerra desde ese punto de vista, el del absurdo. UNA MIRADA ÁCIDA Además de “Matadero cinco”, destacan novelas como “Las sirenas de Titán” (1959), “Madre noche” (1961), “Cuna de gato” (1963), “Desayuno de campeones” (1973) y el no menos singular “Dios lo bendiga, señor Rosewater”, una sátira magistral sobre los placeres y catástrofes que el dinero puede causar tanto en una familia como en un país. La historia tiene como protagonista a Eliot Rosewater, el cual vive atormentado por un extraño cargo de conciencia: ha recibido una fabulosa herencia que cree no merecer. Para aliviar la culpa, bebe mucho whisky y cerveza, lee a Kilgore Trout, colabora con los bomberos voluntarios y preside una fundación que ayuda a los ciudadanos inútiles, desamparados y feos. Tiene a la pobreza como su gran vocación, se considera a sí mismo un artista y gasta el dinero en obras filantrópicas por completo ridículas. Sus actos de caridad resultan tan descabellados que es llevado a juicio para ser declarado loco. Cuando está a punto de perder toda la fortuna, Eliot encuentra una solución genial y puede seguir adelante con su excéntrica tarea de benefactor. Vonnegut fue presidente honorario de la Asociación Humanista Estadounidense desde 1992, al fallecer Isaac Asimov, hasta su muerte en 2007. De aquellas reuniones surgió su célebre frase: «El que crea en la telequinesis, que levante mi mano». Antropólogo de vocación, desarrolló un análisis estructural de las historias de ficción, “La forma de las historias”, que ha sido difundida a través de internet en multitud de ocasiones y que ha servido para prescribir diferentes reglas de escritura. Poco después de haber cumplido 80 años, confesó que no podía escribir. Estaba retirado y se consideraba un “jubilado” de la literatura y su desencanto hacia la política de su país se mostraba más evidente. «Estoy literalmente paralizado por el estado en que se encuentra mi país. La televisión no ha transmitido ni siquiera las protestas de los pacifistas. ‘The New York Times’ se negó a publicar un discurso que pronuncié en un encuentro por la paz. Es como vivir bajo un ejército de ocupación que se ha apoderado de los medios de comunicación», dijo el escritor. ¡VIVA TWAIN! “Un hombre sin patria” supuso su culminación. A través de unos textos breves, afilados y llenos de humor negro, criticó todo lo que no le gustaba del mundo que le rodeaba. En sus páginas dejó escrito: «La guerra es ahora una forma de entretenimiento televisivo. Si mueres espantosamente en la televisión, no habrás muerto en vano. Habrás muerto para entretenernos». A través de esta secuencia escrita de sus pensamientos y artículos, publicados en “In These Times”, una revista de izquierdas de Estados Unidos, determinó que «nuestros medios informativos, diarios y televisión son tan cobardes, tan poco vigilantes en nombre de los americanos, tan poco informativos, que solo en los libros aprendemos qué está pasando» y, por ese motivo, quiso agradecer a los libros y los bibliotecarios el rol de barricada que habían asumido frente a las presiones morales, políticas, creacionistas y puritanas. En sus conclusiones, Vonnegut sentenció: «Quiero felicitar a los bibliotecarios por haber resistido con lealtad a los matones antidemocráticos que han intentado remover ciertos libros de sus estanterías. Quedan refugios en los recovecos del pensamiento único. La Norteamérica que yo amo aún existe, pero no en la Casa Blanca, el Tribunal Supremo, el Senado, la Cámara de Representantes o los medios. Los Estados Unidos que amo todavía existen en el mostrador de nuestras bibliotecas públicas». La escritura de Vonnegut fue inspirada por una mezcla ecléctica de fuentes. Cuando era joven, dijo que leía obras de ficción pulp, ciencia ficción y acción-aventura. También leía los clásicos, como los de Aristófanes. Este, como Vonnegut, escribió críticas humorísticas de la sociedad contemporánea. Su vida también compartía similitudes con su siempre admirado Mark Twain. Durante una conferencia en la Casa Museo de Twain dijo: «He notado que los trabajos de construcción del Museo Mark Twain, aquí en Hartford, han sido suspendidos. Los albañiles fueron obligados a abandonar la construcción y enviados a casa porque los ‘conservadores’ estadounidenses, como les gusta llamarse, que encabezan la mayor parte de nuestras corporaciones se han robado una fracción importante de nuestro ahorro privado. Han arruinado a inversionistas y asalariados mediante el fraude y la piratería descarada».