18 OCT. 2025 AZKEN PUNTUA De la humillación al deber Amparo LASHERAS Periodista {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} Tras el acto de Falange Española en Gasteiz y las protestas antifascistas, algunos representantes políticos colocaron a unos y otros en la misma balanza de condena. Fascistas de allí y fascistas de aquí, llegó a decir un cargo institucional del PNV. Apelando a la teoría de la «legitimidad de la violencia» de Max Weber, la Ertzaintza y sus responsables políticos intervinieron con dureza, pero... solo contra los antifascistas. Con esa opción validaron una ideología, la de la Falange, que, en Gasteiz, ha dejado la oscuridad de un relato imborrable en la memoria individual y colectiva. Voy a ser indulgente y pensar que para quienes igualaron la condena, el fascismo falangista no es más que una abstracción del pasado que alimenta su cómoda ignorancia. Mi padre y un amigo historiador contaban que días antes del golpe militar de 1936, requetés y falangistas se organizaron en grupos para detener, casa por casa, a «todos los rojos». Hicieron el trabajo sucio de una limpieza ideológica y, además, lo siguieron haciendo durante la dictadura imponiendo en la ciudad las normas de vida de su pensamiento. Para los hijos y nietas de las familias trabajadoras que, como la mía, sufrieron aquel tiempo, la presencia de la Falange la considero una humillación histórica y, enfrentarse a ellos, un deber.