06 NOV. 2025 Un año después, los estudiantes mantienen el pulso contra Vucic Desde hace un año, cuando 16 personas fallecieron por el desplome de una marquesina en la estación de trenes de la ciudad de Novi Sad, los y las estudiantes encabezan protestas masivas contra el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic. Tras más de una década de poder absoluto, el líder serbio se tambalea por primera vez. La marcha de los y las estudiantes de Serbia, poco antes de acceder al túnel que da paso a Novi Sad. (Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ) Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} Marcado por la tragedia, el 1 de noviembre de 2024 está provocando un terremoto político y social en Serbia. Ese día, 16 personas perdieron la vida al desplomarse una marquesina en la estación de trenes de Novi Sad y, desde entonces, los y las estudiantes protestan en las calles de todo el país en la que ya es la mayor muestra de resistencia popular en la historia reciente de Serbia. La llama de la revolución sigue encendida y, cada día, en localizaciones diferentes, los manifestantes buscan formas de protesta que incomoden al Gobierno; ni siquiera el paso del tiempo ha conseguido detenerles y, a dos años de las elecciones, no parece que vayan a ceder en este pulso que mantienen contra un régimen autoritario. Los estudiantes culpan al presidente serbio, Aleksandar Vucic, de la tragedia y de la corrupción rampante que asola Serbia. El desplome del tejado de la estación de trenes, que había sido renovado recientemente, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de la sociedad. Con el apoyo de buena parte del profesorado, los y las estudiantes comenzaron a protestar en las calles y, tras decidirlo en diferentes asambleas, tomaron el control de institutos y universidades, y obligaron a suspender las clases durante meses. En el aniversario de la catástrofe, para conmemorar a las víctimas, miles de manifestantes iniciaron marchas a pie desde diferentes ciudades hasta alcanzar Novi Sad. Enarbolando el lema de “Pumpaj”, que significa «inflar» y que evoca la resiliencia de mantener viva la indignación, la sociedad volvió a mostrar su hartazgo, como ya hiciera unos meses atrás, en marzo, cuando en Belgrado se vivió la protesta más multitudinaria de la historia de Serbia. APOYO DE LA SOCIEDAD En la localidad de Sremski Karlovci, a apenas 12 kilómetros de Novi Sad, decenas de personas se afanan para preparar todo antes de la llegada de miles de estudiantes que recorren a pie el país. Las personas están ilusionadas por poder ayudar a quienes cargan con la indignación de la sociedad, y tienen todo preparado en estas ciudades que se convierten durante unas horas en puestos de avituallamiento: equipos médicos para curar ampollas y lesiones; personas encargadas de la seguridad; y habitantes que ofrecen bebidas y comida. Entre esas personas están Mirena y Masha, dos jóvenes de 18 años. «Yo solo pienso en una palabra: pumpaj. No queremos que se reduzca el número de personas que participan en este proceso», dice Mirena. Masha, sonriente, corrobora sus palabras y sentencia: «Todas queremos librarnos de Vucic». Estas estudiantes de un instituto de Filología aseguran haber despertado de un letargo que ha durado demasiado tiempo, tanto como los años que lleva el actual mandatario serbio en el poder. Ahora, están convencidas de que Vucic caerá. «Creo que algo va a cambiar, solo tenemos que continuar», apremia Mirena. De momento, Vucic se mantiene en el poder, sin apretar en exceso el botón de la represión. Aguanta los golpes, las críticas e intenta dejar que la ira vaya apagándose. Esta estrategia le ha funcionado con anteriores movimientos de indignados, pero no lo está consiguiendo con el actual. En esta ocasión, debido a la magnitud de la crisis, el presidente serbio ha cambiado piezas gubernamentales importantes, entre ellas al ex primer ministro Milos Vucevic, y al ex alcalde de Novi Sad Milan Duric. Sin embargo, parece insuficiente: los estudiantes demandan depurar responsabilidades, destinar más fondos para la educación y celebrar elecciones anticipadas. Ena, marinera de 50 años, apoya de forma decidida a los estudiantes. «Gente inocente ha muerto porque las personas han llevado a cabo trabajos sin los certificados correspondientes. Esta gente no tiene educación; son parásitos que lo único que quieren es poder y dinero», espeta quien fue parte del movimiento popular que terminó por derrocar a Slobodan Milosevic en el año 2000. Nenad, veterano de guerra, denuncia que la mayoría de las elecciones son fraudulentas en Serbia y que, por eso, desde 2014, primero como primer ministro y luego como presidente, Aleksandar Vucic siempre termina venciendo. «La misma gente sigue en el poder. Cuando Serbia luchó contra la OTAN, Vucic era el ministro de Información de Milosevic. Es un Gobierno mafioso al que debemos derrocar», sentencia. Las últimas protestas reseñables en Serbia tuvieron lugar en 2018 y su lema era “1 de 5 millones”. Entonces las personas que dominaban el movimiento eran más mayores y, además, políticos opositores como Borko Stefanovic o Dragan Dilas terminaron por apropiarse del descontento social. En cambio, ahora, no hay políticos que consigan rédito de forma oportunista. Los estudiantes, que experimentan un proceso revolucionario, no se lo permiten. «Estas protestas ayudan muchísimo a los estudiantes, les están transfiriendo energía y motivación. Además, les ayudan a madurar más rápido. Los jóvenes aún tienen capacidad de generar cambios, a partir de los treinta años es más difícil», considera Ana Jovanovic, profesora del departamento de Estudios Ibéricos de la Universidad de Belgrado que estuvo muy presente en el movimiento hasta marzo, cuando por motivos personales tuvo que distanciarse. «La gente difiere en cómo derrocar a Vucic, y esto provoca mucha frustración. Llegaba a casa y peleaba con mi esposo, que es la persona a la que más quiero», lamenta. Y destaca que los profesores que han apoyado a los estudiantes han pagado un alto precio: no han renovado a quienes tenían contratos temporales; han cobrado durante varios meses solo el 12,5% de su salario; y se han generado divisiones entre los docentes que querían continuar con los bloqueos y quienes, aunque apoyaran las demandas estudiantiles, preferían regresar a las aulas. Esta semana, por decisión de las asambleas, los estudiantes han anunciado que iniciarán de nuevo bloqueos en varios centros educativos y, por tanto, obligarán a suspender las clases. Ahora mismo, es el prestigio Liceo Quinto, en Belgrado, el que mantiene el pulso más intenso: desde hace un mes, los y las estudiantes bloquean el centro escolar. Reclaman a las autoridades que vuelvan a contratar a los profesores a los que no han renovado sus contratos. En total, alrededor de un tercio de los docentes. «El ministro [de Educación] dijo que la educación secundaria no es obligatoria y que quien quiera estudiar puede ir a otro liceo», recuerda Jovanovic. «Todo esto va en contra de los valores humanos», sentencia con firmeza. ELECCIONES Mientras los estudiantes mantienen una lucha que incluso ha obligado a suspender el festival de música EXIT, que nació hace 25 años como forma de presión popular contra Milosevic, el Gobierno se apoya en las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares, incluidos notorios criminales de guerra, que han instalado carpas en el parque Pionirski, en Belgrado, donde se encuentra el Palacio de la Presidencia y el Parlamento. La zona permanece vallada desde marzo y, el pasado domingo, estos paramilitares atacaron a los manifestantes que llevaban a cabo una acción de protesta en esa zona gubernamental. Sonja, de 23 años, estudiante de Derecho en la Universidad de Belgrado, es una de esas indignadas que decidió caminar durante dos días entre Belgrado y Novi Sad para mostrar su apoyo a las familias de las 16 personas fallecidas hace un año. De discurso bien articulado, asegura que «mucha gente nos apoya, y esto significa mucho para nosotras». «Las estudiantes seguimos ahí, no estamos cansadas: solo llevamos un año», considera, y refleja esa resiliencia necesaria que da forma al lema de “Pumpaj”. «Estamos demostrando a la sociedad que estamos preparadas para el cambio», subraya. Como parte del movimiento estudiantil, Sonja rechaza el uso de la violencia. Asegura que «hemos vivido muchos momentos de tensión en los que la Policía complicó que pudiéramos seguir protestando de forma pacífica», y reconoce que están maniobrando para elegir «a personas de confianza» que representarán a este movimiento en las elecciones previstas para 2027. «No puedo contarle más, pero estará todo preparado cuando llegue el momento», arroja quien fue recibida con júbilo en Novi Sad por miles de habitantes que, como hace el tenista Novak Djokovic, reconocen el mérito de estas estudiantes que no están solas en Serbia. Pumpaj.