16 NOV. 2025 KOLABORAZIOA Las alubias de Arzalluz José Félix AZURMENDI {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} No sé si fue Patxi Zabaleta o Iñaki Aldekoa el que me pidió que acordara con Xabier Arzalluz un encuentro para explicarle de qué iba ese Aralar que acababan de fundar. Hice la gestión y nos reunimos en el caserío de la familia de su mujer en Galdakao, en derredor de unas alubias cocinadas por el anfitrión, a la manera que aprendió de la madre de Arzak cuando, cerca de su restaurant en Alza, atendía a un hermano mayor, jesuita, que necesitaba de sus cuidados. Alardeaba de preparar mejores alubias que nadie, tenía ocasión de demostrarlo. Le propuse y aceptó que el encuentro fuera en el caserío y preparara esas alubias «à l'ancienne». Se ocupó de hacerse con el mejor género, solo me pidió que trajera el pan: despidió a sus dos acompañantes de seguridad, y se encerró en el caserío para preparar durante horas, a fuego lento, unas alubias que fueron, en efecto, de campeonato. De ese encuentro recuerdo, además de lo bien cocinado que estaba todo, que se celebró, desde el primer saludo hasta el final, en euskara y en un clima reposado, serio, amigable. Me retrotrajo a otra reunión, allá por 1965, en la villa de Txillardegi en Angelu, con Madariaga, Irigarai y Benito del Valle, y un Martín Ugalde que venía de Caracas y estaba preparando ya su regreso definitivo a Euskadi. Andaba yo por Iparralde, alguien debió pensar que debía estar allí. En el momento de la despedida, Martín Ugalde confesó que era la primera vez que sostenía una reunión política totalmente en euskara. Poco después le oiría a Andima Ibiñagabeitia en Caracas que, si queríamos que nuestras reuniones políticas no fueran tan largas, las hiciéramos en euskara: se desesperaba esperándole a un Jon Urresti expulsado temporalmente del Centro Vasco y él autoexpulsado en solidaridad, tenía la certeza de que en euskara hablaríamos menos paja. Que la lengua marca, que la forma comunicativa influye, que el euskara se preste menos al desparrame, podría hasta coincidir con la tesis del entonces recién publicado "Huntaz eta hartaz" txillardegiano, tan elogiado por Andima, y por Martín. En aquella reunión en derredor de unas alubias cocinadas con todos los sacramentos en soledad y mimo, en un marco ideal, no percibí, no hubo lugar para el cálculo político: no se acordó nada, no se pidió nada, simplemente se informó, se re-conocieron sin intermediarios personalidades muy relevantes de nuestro país, en la lengua y el gesto que mejor los identificaba. Ni la relevancia del PNV ni la de Xabier Arzalluz necesitan ser recordadas para que se la tengan presente, pero no estoy seguro de que con Aralar, y muy especialmente sus dos mentores iniciales, suceda lo mismo. Surgida de la entraña de la militancia independentista de izquierda, visualizó y organizó el descontento creciente con una estrategia moral y políticamente que consideraba inaceptable, y contó en su breve vida con la complicidad de decenas de miles de adherentes, en todos los territorios de Euskal Herria. Y cuando la que era la razón principal para la ruptura desapareció, Aralar entendió que no tenía razón de ser y se disolvió, sin dudas ni deudas. No se me ocurre ningún otro ejemplo. No percibí, no hubo lugar para el cálculo político: no se acordó nada, no se pidió nada, simplemente se informó