19 NOV. 2025 EDITORIALA Descarbonizar la economía es ya un imperativo vital {{^data.noClicksRemaining}} Pour lire cet article inscrivez-vous gratuitement ou abonnez-vous Déjà enregistré? Se connecter INSCRIVEZ-VOUS POUR LIRE {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Vous n'avez plus de clics Souscrire {{/data.noClicksRemaining}} La costa vasca no es ajena a las consecuencias de la crisis climática. Según un importante estudio liderado por AZTI, el análisis de 21.700 muestras tomadas entre 2002 y 2022 demuestra de forma inequívoca que el pH del agua en el golfo de Bizkaia está descendiendo de forma continua. Es el resultado de la acidificación oceánica, provocada por el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera. Los océanos cumplen un papel crucial a la hora de absorber el CO2, pero el sobreesfuerzo al que la actividad humana les ha obligado en las últimas décadas está alterando sus características fundamentales. Euskal Herria no es una excepción. A nivel global, la acidificación es uno de los nueve límites planetarios establecidos hace tres lustros por un grupo de científicos. Se trata de nueve umbrales físicos que la humanidad no debe cruzar si la idea es seguir habitando el planeta. Seis de ellos ya han sido rebasados y el séptimo está cerca de hacerlo, según apuntaron en la revisión de hace un año. Este séptimo límite es la acidificación, que a nivel global afecta a las condiciones de vida de muchos organismos marinos, como moluscos y corales, así como a la respiración de algunos peces. El riesgo, por supuesto, es mucho mayor que la pérdida de algunas especies, pues afecta a toda la cadena trófica. Basta con que caiga una carta para que el castillo de naipes empiece a derrumbarse entero. Entender las interacciones que nos unen con los más diversos ecosistemas es crucial para comprender la urgencia que impone la crisis climática. El estudio de AZTI, que trata de huir del alarmismo, advierte, sin embargo, de que las tasas de acidificación del golfo de Bizkaia son «ligeramente superiores a la media global». También apunta que, aunque no se esperan efectos severos en las próximas décadas, la combinación de diferentes fenómenos asociados a la crisis climática -calentamiento del agua, ascenso del nivel del mar, pérdida de oxígeno, etc.- podría precipitar las cosas y «acelerar los impactos antes de lo previsto». Descarbonizar la economía -un objetivo en el que las renovables y la reducción de los consumos energéticos actuales deben ir de la mano- es a estas alturas un imperativo vital.