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Resignificar la izquierda


Valga este vocablo tan de boga en estos tiempos, también por nuestros lares, para situar en el foco la necesidad de reformular los conceptos del progresismo que, sin renunciar a orígenes, ideología o concepto y objetivos, requiere una adaptación a los tiempos actuales y a las mutaciones de nuestro antagonista ultraliberal o fascista para confrontar con mayores garantías de éxito sus estrategias de imposición y perdida de derechos y libertades.

Entendiendo resignificar como dar un sentido diferente a algo, reinterpretar, redefinir, reinventar, recomponer, etc., y todo aquello que comporte, mediante el cambio, impulsar y reforzar la exigencia de mantener unos valores y principios de lo que históricamente la izquierda ha propuesto. No es otra cosa que la defensa de la justicia e igualdad en todos los ámbitos sociales y latitudes geográficas, sin perder sus señas de identidad más valiosas, como son la generosidad y solidaridad con los más desfavorecidos, castigados u oprimidos.

Desgraciadamente no aportamos nada nuevo cuando repetimos que la dispersión de los diferentes movimientos progresistas, aparte de desalentar a sectores sociales y desencantar a muchas personas, y lo que es más grave, a la desafección de gran parte de la juventud ante los problemas de la sociedad y frente a las utopías, supone dar balones de oxígeno a los movimientos reaccionarios.

Y no me refiero a la variedad de siglas o agrupaciones, lo cual no lo debiera ser negativo en sí mismo, siempre que la acumulación de fuerzas en torno a objetivos comunes fuera efectiva, a la vez que desinteresada en la obtención de resultados en favor de la ciudadanía en general, lejos de estrategias partidistas, electorales o conseguir protagonismos al objeto de debilitar o fagocitar a sus propios aliados.

Términos como lucha de clases, revolución de las masas u otros conceptos definitorios de la izquierda deben transformase en una regeneración de las conciencias e ideología, en el convencimiento de que una sociedad mejor y más justa solo es posible en parámetros de respeto al diferente, igualdad, cuidado del medio ambiente y el planeta, libre determinación de los pueblos a decidir su futuro sin injerencias externas y un reparto equitativo de los recursos y riqueza.

Se trata de adaptar, nunca abandonar, los métodos a las actuales circunstancias de las nuevas actividades, relaciones laborales o humanas, y métodos de trabajo. Estos son más individualizados por las nuevas tecnologías, las redes, el teletrabajo, etc. Factores sobrevenidos o no que dificultan el contacto, comunicación, intercambio y puesta en valor de ideas e intereses, inquietudes o reivindicaciones de interés colectivo.

Hace pocos días, en una convención, América Business Forum, celebrada en Miami y donde se dieron cita desde presidentes de gobierno: Trump, Milei...; financieros: Jamie Dimon de JP Morgan...; empresarios: Eric Schmidt de Google...; el actual premio nobel de la paz, María Corina Machado, y una larga relación de personajes de todos los ámbitos y sectores incluidos deportistas, Messi, Nadal... Todos con el común denominador de, aparte de su perfil reaccionario, su devoción por el poder, el control y el dinero. Jeff Bezos, fundador de Amazon, entre otras muchas perlas dijo que «los únicos puestos de trabajo que la IA no será capaz de sustituir en los próximos años van a ser aquellos de las personas que posean una creatividad excepcional».

Una vez más nos están mostrando desde los centros de dominación y diseño del pensamiento único, que ellos tienen plan y que su capacidad de adaptación y asimilación de los nuevos tiempos y tecnologías no tiene parangón con lo que desde el suelo que pisamos la mayoría de los mortales podamos desarrollar. Pero sí podemos desde las mayorías que conformamos socavar sus objetivos mediante la unión en la defensa de la democracia con mayúsculas. Confrontando con todo aquello que suponga una merma de derechos y libertades.

No es fácil construir estrategias alrededor de lo que diariamente está cambiando, se necesita una innovación y transformación permanente. Por ello, es fundamental partir de mínimos irrenunciables, como palanca, para articular consensos y cauces de diálogo sincero y constructivo con todas fuerzas o sensibilidades en la defensa de la justicia universal y por igual para todas.

Nuestros esfuerzos debemos dirigirlos en la dirección de los intereses y prioridades o necesidades de los ciudadanos y sus derechos, sin renunciar para ello a obtener cotas de poder que posibiliten gestionar los medios y la vida en las mejores y más justas condiciones. Sabemos que ello implica tomar decisiones que, aunque difícilmente puedan ser del gusto de todos, sí que al menos deben respetar los compromisos, tanto ideológicos como los consensos adquiridos.

Huyendo como de la peste de aquellos arribistas o quintacolumnistas que, sin saber todavía de dónde vienen o a donde van, ni haber defendido los derechos más elementales, lingüísticos, sociales o nacionales, mirado hacia otro lado ante torturas o vulneraciones más elementales, como pueda ser la negación a la memoria y reconocimiento de todos los militantes antifascistas sin excepción, utilizan la resignificación dependiendo de quién, cómo, dónde y de qué se trate, con el único objetivo de erosionar o desgastar al que equivocadamente, ¿o intencionadamente?, consideran el enemigo.

Los retos y trabajo que tenemos por delante es arduo, pero también ilusionante, hay que recuperar conciencias, valores e integrar a todos los sectores, migrantes incluidos, en la defensa de los derechos sociales y nacionales. Desmitificando lo que se dice de que el problema de la izquierda está en la propia izquierda, o que no son los ciudadanos los que la han abandonado, sino que esta es la que los ha ignorado.