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DE REOJO

Eurovisión


Sesenta y cinco años de participación de RTVE en un concurso cantarín organizado por las televisiones públicas europeas han acabado de manera abrupta en una decisión política que puede entenderse como ejemplar, pero que está tomada, no por el gobierno español, sino por la dirección general del ente público. Dar el paso de abandonar Eurovisión por la presencia de Israel supera todas las actitudes melifluas tomadas por el ministro de Exteriores durante estos dos años de genocidio. Debería ser el principio de una actitud conjunta para frenar la constante matanza de palestinos en Gaza que sigue perpetrando el gobierno de Netanyahu.

Tomada la decisión política, hay que intentar adentrarse en las reacciones que los miles de fans de este encuentro de música popular tan extravagante van a tener, ya que, junto a la no participación, se anuncia que no se emitirán ni las galas previas ni la final. Al ser un evento institucional, no puede ser retransmitido por ninguna cadena privada. Esto va a crear una suerte de mono eurovisivo que puede manifestarse en un aumento de ciertos estados depresivos o que se intente crear un sucedáneo entre las televisiones autonómicas del PP para que lo puedan ganar Juan Manuel Soto o Bertín Osborne.

Los datos dicen que es un programa que en el mes de mayo cosechaba una gran audiencia. La estética general es chocarrera y la particular de cada participante está fuera de los catálogos. Su sistema de puntuación está bajo sospecha. Las ilusiones patrióticas que se fomentaban cada año acababan en frustraciones. El Benidorm Fest se mantiene y tendrá premio en metálico.