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Semifinal del Cuatro y Medio

Domó la tormenta perfecta

Aquejado de molestias en la cadera y con un juego muy conservador, Aimar Olaizola logró el pase a su séptima final del acotado tras superar a un gran Ekaitz Saralegi que lo tuvo contra las cuerdas.


OLAIZOLA II 22

SARALEGI 18

La tormenta -Ekaitz en euskara- perfecta es un fenómeno meteorológico de extrema violencia que necesita de unas determinadas condiciones ambientales para desarrollarse. Aunque eran pocos, o ninguno, los que habían avisado de su posible llegada, ayer en el viejo Labrit se desató una especie de ciclogénesis explosiva que se hubiese llevado por delante a cualquiera pero que, finalmente, no pudo con un Aimar que, pese a no jugar su mejor partido, supo aguantar hasta que llegó su momento, para certificar el pase a su séptima final de la distancia.

Una pelota a la que entró muy forzado de zurda y que, de haberla dejado pasar, habría supuesto el 17-19 a su favor; y el siguiente saque restable que no llevó al verde, fueron las puntillas que dejaron al de Amezketa sin poder redondear su mejor sueño en una tarde en la que, además de una emocionante ovación de una grada volcada, el guipuzcoano se llevó muchas más cosas positivas.

Al margen del respeto de los pelotazales que sufrieron con su derrota o de un par de titulares que puedan levantarle hoy un poco el ánimo, Saralegi debe quedarse con que, como ya hizo con Irujo o con Xala, al que llegó a ganar, otro pelotari de una liga que creía no le correspondía, el de la Champions de la pelota si se quiere, estuvo contra las cuerdas durante mucho tiempo.

Más de derecha

Porque el 0-5 o el 5-10 con los que se adelantó en el marcador, haciendo dudar a los corredores de apuestas no fue, ni mucho menos, fruto de la casualidad.

Durante una gran parte de la semifinal disputada ayer en la Bombonera, Ekaitz Saralegi jugó mejor que el campeón, sobre todo cuando pudo entrar a bote de derecha, con la que imprimió más velocidad a la pelota que el pelotari de Goizueta.

Pero es que además se mostró muy incisivo en el remate y su estrategia de jugársela a la primera oportunidad fue acertada con bonitos tantos; inesperadas dejadas al ancho, dos paredes o preciosos saque-remates, que incendiaron las gradas del Labrit. Por si fuera poco, también exhibió piernas y recursos para vaciarse en defensa ante un Aimar Olaizola más conservador que de costumbre.

Asimismo, tuvo a su favor que se diera uno de esos parámetros imprescindibles para la tormenta perfecta; que Aimar tampoco tuviera su día. Y no lo tuvo. A pesar de la victoria, el navarro no terminó contento con su partido -habló de molestias en la cadera a su conclusión-.

Algunos errores, que no sacara nada bien, esa pelota que dejó pasar y que entró en el 11-13 y sobre todo, que renunciara al gancho de zurda -hizo su único tanto de esta factura en el 20-18- fueron señales inequívocas de su mala tarde. Pero a pesar de todo, tuvo tesón, piernas, experiencia y hasta un punto de fortuna para poder domar a la tormenta perfecta.

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El frontón Astelena, que está viviendo uno de sus fines de semana con mayor actividad debido a la festividad de San Andrés, repartirá esta tarde el segundo billete para la final que, en caso de que no haya solicitud de aplazamientos, tendrá lugar el domingo que viene en el Ogeta gasteiztarra.

El de Leitza tratará de conseguir la posibilidad de sacarse la espina de la final del año pasado, en la que un fatal comienzo lo dejó sin opciones en apenas unos minutos, mientras que el de Ibero pretende asegurarse su pase a las tres grandes finales del año. Existen tres precedentes entre ambos en el acotado, curiosamente todos en el Astelena -2011, 2009 y 2004- con victorias en los tres casos para el pelotari de Aspe. J.O.