04 FéV. 2014 TXOKOTIK Lecciones de la historia y urgencias Anjel Ordóñez Periodista Soldados nunca humillados ni vencidos, depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción... tan español proceder!». De esta forma y por escrito, dejó para la posteridad sus impresiones sobre el Abrazo de Bergara el general Maroto, en el capítulo final de la Primera Guerra Carlista. Un oscuro convenio firmado por una minoría de los batallones carlistas con el Ejecutivo español -el resto prefirió el exilio- con los resultados de todos conocidos para el devenir histórico de Euskal Herria. No me extiendo más. Solo un detalle: quien firmase el convenio en nombre del Gobierno español, el general Baldomero Espartero -responsable de crímenes como el fusilamiento indiscriminado de txapelgorris guipuzcoanos en Gometxa- recibió en pago a su contribución al unionismo el título de Príncipe de Vergara. Pues en la calle Príncipe de Vergara, en el barrio madrileño de Salamanca, vive la familia Bárcenas (todos menos el padre, que reside en Soto del Real). La semana pasada, los Bárcenas fueron noticia porque el juez ha permitido que saquen 300 euros mensuales de las cuentas embargadas para alimentarse. Hasta no hace mucho, la mujer de Bárcenas, Rosalía Iglesias, gastaba no menos de 1.000 euros mensuales en peluquería, ropa y calzado. Ella sola. Los 300 euros se los dejaba en vino, y no le alcanzaba para la semana. Claro, su marido tenía 450 millones en Suiza. Bárcenas fuma ahora puros en la cárcel, según dice la prensa. Y no son farias. En Nochevieja, fue trasladado al Hospital Gregorio Marañón, donde fue recibido por el Jefe de Hospital y donde se le ingresó en una unidad de soporte vital, debido a una enfermedad de la que no podía ser tratado en la cárcel: urticaria. También la semana pasada fue noticia la muerte de un preso social vizcaino en una celda de Burgos. No se sabe por qué. No se investiga. No les importa. De urticaria seguro que no. No es que queramos, es que lo necesitamos. Necesitamos recuperar nuestra soberanía para, de una vez por todas, olvidarnos de príncipes de Vergara y marotos traidores, de Bárcenas y rosalías corruptos. De eso y de mucho más. Es muy urgente.