07 JUIL. 2014 PRIMARIAS EN EL PSOE Debate de «matices» para un PSOE en decadencia Un PSOE en decadencia afronta su sucesión forzada. Tres candidatos aspiran a suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba y a ofrecer respuestas a la triple crisis que afecta al Estado español y que ha llevado a Ferraz a su posible «pasokización». Alberto PRADILLA Lejos queda aquel congreso de Sevilla en el que Alfredo Pérez Rubalcaba se imponía a Carme Chacón por apenas ocho votos. Parecen siglos, pero no ha transcurrido tanto. Quién le iba a decir al químico que ha sido todo en el PSOE salvo presidente español que dos años después de hacerse con la nave terminaría abandonando en medio del naufragio. Tras el varapalo de las europeas y la certificación electoral de que el régimen se resquebrajaba, Rubalcaba anunció su adiós irrevocable. Ahora, tres candidatos aspiran al trono de Ferraz. Dos de ellos se daban por seguros tras un baile de nombres: Pedro Sánchez, diputado en el Congreso por Madrid, y Eduardo Madina, actual presidente del grupo parlamentario en la Cámara Baja. José Antonio Pérez Tapias, antiguo diputado y actualmente en la Universidad, se coló por los pelos tras lograr superar el 5% de avales por apenas 38 apoyos. La pugna, improvisada, ya que la consulta prevista era la de las primarias, tiene dos fechas clave: el 13 de julio, cuando los 200.000 militantes del PSOE elegirán directamente al secretario general y el fin de semana del 26 y 27, cuando tendrá lugar el congreso extraordinario. En este proceso, los aspirantes tienen el reto de presentar alternativas a una triple crisis (económica, territorial y de legitimidad) que afecta al Estado y, con él, a uno de sus grandes pilares: la formación que más tiempo se ha mantenido en el Gobierno español desde 1978. Por el momento, el debate se ha mantenido más en la superficie que en el fondo. Como lo describía reciente- mente Pedro Sánchez, la batalla de ideas se limita a una discusión «de matices entre compañeros». Todo ello, a la espera del debate a tres que tendrá lugar hoy en Ferraz y que confrontará a tres aspirantes en una carrera interna inédita. También es cierto que no es la primera ocasión en la que el secretario general del PSOE se elige por sufragio. Ahí está el fallido precendente de la competición de 1998 entre Joaquín Almunia y José Borrell. Hace 16 años eran 400.000 los carnés con derecho a voto, lo que deja en evidencia hasta qué punto se ha desangrado la formación: en tres lustros, la mitad de los militantes han abandonado Ferraz. Un ejemplo de lo que diversos analistas han calificado como «proceso de pasokización» del PSOE. En aquel momento, el «aparato» apoyó a Almunia, que perdió por 20.000 votos y el ganador, Borrell, apenas aguantó un año de bicefalia. En esta ocasión, aparecer alejado de los centros de poder de Ferraz parece una obsesión para los aspirantes. Sánchez se ha reivindicado como un político surgido «desde abajo» y sin haber mantenido relación con las ejecutivas. Sin embargo, tras obtener 41.338 avales y superar de largo a sus rivales, quedó claro que uno de sus grandes apoyos llegaban desde Andalucía, donde logró 14.389 de las adhesiones. A nadie se le escapa que uno de los grandes centros de poder, sino el mayor, del PSOE, está en la federación que ahora dirige Susana Díaz. No es solo que acumule el mayor poder institucional de Ferraz. Es que Andalucía siempre ha sido clave. ¿Quién es el «aparato»? Madina, por su parte, se defiende arrogándose la paternidad de la fórmula de consultar a los militantes. «Si fuera del aparato no hubiera pedido lo que pedí, que votara la gente de forma directa para elegir a quien va a ser la persona que va a dirigir el PSOE», afirmaba reciementemente. En realidad, ambos pueden tener razón. Porque en un momento de zozobra, las diferentes familias del mismo poder maniobran para posicionarse. Al vasco se le relaciona con el propio Rubalcaba, teniendo en cuenta que ha formado parte de sus aparatos de mando en el Congreso español. Tras Sánchez se encuentran grandes figuras del poder de Ferraz como José Blanco, antiguo secretario de Organización con José Luis Rodríguez Zapatero. En esta competición entre élites, quien queda fuera de esos tentáculos es Pérez Tapias, que aspira a erigirse en la sorpresa. Todo ello a la espera de las primarias para escoger candidato a Moncloa, que todavía están en el calendario según lo definido en la coferencia política. Un trámite que ahora pierde parte de sentido. ¿Quién se enfrentaría a un nuevo líder refrendado por los militantes? En todo caso, más incertidumbres. Ética, estética y «gran coalición» Si algo deberá de sacarse de encima el futuro secretario general del PSOE es esa lógica sensación de que de forman parte de la «gran coalición» que en campaña europea alabaron tanto el candidato del PP, Miguel Arias Cañete, como el gran jarrón chino Felipe González, que terminó rectificando. Aquí, aunque sea una baza estética, los tres han defendido una medida inmediata para el momento en el que lleguen al poder: retirar el apoyo a Jean-Claude Juncker para la comisión europea. Claro, que una cosa es la ética y otra la estética. Solo Pérez Tapias plantea revocar el artículo 135 de la Constitución española, modificado por presiones de la Troika con el PP. Con esa base, que garantiza la hegemonía de la austeridad, el reto es cómo representar una oposición creíble. Olvidado el conflicto vasco, abandonado por los candidatos por mandato de las consultas del CIS y la patente de la derecha, Catalunya es la gran patata caliente. Uno de los mecanismos que funciona en el PSOE es el miedo al «qué pensarán». Lo razonable en Catalunya o Euskal Herria no lo es tanto al otro lado del Ebro, lo que supone un hándicap incluso para defender cuestiones como el referéndum. Madina se lanzó y se mostró partidario de preguntar («siempre legal») y terminó reculando. Sánchez se aferró al trato fiscal «especial» (¿lo mismo que rechazó Rajoy ante Mas?) y Pérez Tapias aboga por una consulta matizada. Mientras, el PSC elegirá nuevo jefe paralelamente a Ferraz. Se supone que las bases ideológicas se forjaron en la conferencia política. Y, pese a ello, el PSOE volvió a hundirse en las urnas. El proceso de «sucesión exprés» de Borbones tampoco ayuda. La pregunta clave es si alguno de los candidatos consideran que el «cambio» tiene un contenido más allá del rostro. Y si sus menguantes bases lo avalan.