«Félix et Meira» Judía errante encuentra rico heredero

Gacias a esta película canadiense me entero de que el nuevo símbolo de libertad para las mujeres oprimidas del mundo son unos jeans de marca. La chica judía ni siquiera llega a probarse los pantalones vaqueros en cuestión, simplemente comprueba ante el espejo cómo le quedarían en el caso de que se los pusiera alguna vez. Para ella es como un sueño lejano e inalcanzable, pues para ser una consumidora más de ropa actual antes tendrá que huir de la cerrada comunidad jasídica a la que pertenece, dejando plantado a su ultraortodoxo y autoritario marido, que le niega el derecho a llevarse con ella a la hija que tienen en común.

«Félix et Meira» no carga sin embargo las tintas contra la cultura hebrea más endogámica, no vaya a ser que se echen encima de la película los lobbys judíos. Al final da a entender que ese marido tan estricto es en el fondo un hombre profundamente religioso, cuyo amor ha estado reprimido. Hasta echa de menos a su mujer cuando ya no está, escuchando en secreto sus discos prohibidos e imitando sus juegos inocentes.

¿Pero cómo no va a comprenderla? Cualquiera en su lugar preferiría irse con el rico heredero, que no solo la saca de paseo, sino que además viaja con ella a Venecia. Hay que reconocer que el amante, además de dinero también pone buena voluntad. Hay una secuencia en la que incluso intenta integrarse entre los jasídicos y participa en sus bailes, para lo cual se disfraza como Louis de Funes en «Las locas aventuras de Rabbi Jacob». No consigo encajar dicho momento forzosamente cómico en un drama romántico en el que la pareja protagónica sufre, y mucho, porque no pueden estar juntos. Es más, las aproximaciones afectivas se llevan gran parte del metraje, ya que sacarles una caricia cuesta un mundo, dadas las circunstancias.

El desenlace veneciano que debería ser feliz y radiante, por el contrario, resulta de lo más abrupto. Y ya asoma una sombra de dudas sobre la supuesta mente definitiva liberación de la protagonista.