04 DéC. 2014 Nazioartea Con fútbol y vino se va andando el camino Un golazo de Pirlo en el 93 en el derbi turinés hace más grande si cabe su figura, mientras Jurgen Klopp responde a quienes piden su cabeza que se hagan del Bayern si lo que quieren es ganar siempre. Joseba VIVANCO «Muchos están tristes porque no encuentran al amor de su vida, yo estaré triste [cuando se retire] porque ya no podré jugar más al fútbol». Andrea Pirlo Alguien escribió que los italianos son diferentes para hacer todo tipo de cosas. Nadie convive como ellos con el drama y la tragedia, con la fealdad esperpéntica y la belleza suprema, y algo de eso hay en su forma de ganar campeonatos, entre la agonía y el heroísmo. «Mienten quienes dicen que el calcio es aburrido», sostenía el gran Enric González, intérprete de lo que el fútbol es a la sociedad italiana. Y en esas andaba este domingo el siempre enconado y esta vez emocionante Derby Della Mole, ese que conjura a los turineses en torno a la Juventus y el Torino, «el equipo de los caballeros, de los pioneros de la industria, de los Jesuitas, de los biempensantes y de los burgueses ricos», y el «el equipo de los obreros, de los emigrantes de provincias o de los países vecinos, de la pequeña burguesía y de los pobres», como los describió Mario Soldati, famoso novelista y director de cine italiano. Avisó el colegiado a la barrera de il Toro que nada de brazos arriba para frenar el lanzamiento del mejor pateador del Calcio, Andrea Pirlo. Sus últimos 17 goles han sido 16 de falta y 1 de penalti. El manómetro juventino acarició la pelota con suavidad por encima del muro rival hasta colisionar con el voluntario codo alzado de Quagliarella, casualidad, ex bianconeri. El chileno Arturo Vidal golpeó con saña el 1-0 desde los once pasos, la misma potencia que luego le faltó para entorpecer la antológica galopada de unos 80 metros del granata Bruno Peres, que culminó el empate con un zapatazo al poste y la red. El primero del `Toro' en un derbi en 12 años: no gana a su archirrival en Liga desde el año 1995. Todo apuntaba a las tablas, bajo un incensante aguacero, huesos calados, espadas en lo alto de la Mole Antonelliana, el principal símbolo arquitectónico de la ciudad. Y entonces apareció él. Entre la agonía y el heroísmo. No habla mucho, no se ríe casi nunca, no suele entender los chistes que le cuentan. Barbado, encorvado, como lastrado, mojado. Andrea Pirlo pasaba por allí. Era el minuto 93 de partido. ``Penso quindi gioco» (Pienso, luego juego) se titula su autobiografía. Y pensó, y jugó. Y Andrea se hizo hombre La historia cuenta que fue el Milan (lo fichó en 2001) quien se encargó de salvarle la vida. Pero fue Pirlo quien le salvó la vida a toda Italia. Promesa a los 16 años cuando debutó en Primera con su Brescia, y un proyecto de fracaso a los 22. Fue entonces cuando el Inter captó a aquel espigado chico nacido en Flero, pueblo de apenas ocho mil habitantes, y no supo luego qué hacer con él. En otro más de sus históricos errores para detectar grandes futbolistas, los Nerazzurri lo cedieron al Reggina y al Brescia, para acabar siendo traspasado al rival Milan. Aquel Milan de Carlo Ancelotti. El Calcio está lleno de caballeros y de Carlettos. Carlo Mazzone era otro señor del balompié italiano, uno de los pocos que nunca especuló con el juego en un fútbol donde, como una vez confesó Arrigo Sacchi, «Guardiola me pidió que le recomendara algún central que iniciara la jugada. Le dije: `Tengo 65 años y nadie en Italia me ha hecho esta pregunta'». Romanista, técnico retirado, Mazzone dirigió más de mil partidos en la Serie A, 38 años de banquillo en banquillo sin un título que llevarse a su palmarés. Pero suya fue una decisión que salvó al fútbol italiano de los últimos tiempos. Le dijo a Pirlo que se olvidara de Roberto Baggio, que dejara de proyectar su futuro en esa posición de media punta que allí llaman trecuartista. Lo reconvirtió en mediocentro, o, como dicen en Italia, de regista. Ahí comenzó todo. Retrasó unos metros su posición, lo fichó el Milan, Ancelotti lo mandó derecho al gimnasio, le hizo un hombre. El organizador del fútbol italiano estaba listo para triunfar. Marcello Lippi, el que fuera seleccionador transalpino, dijo de él: «Es el jefe natural, un líder que habla con los pies». Tras una década de éxitos en el club rossonieri, dijo adiós y uno de los mandamases, Adriano Galliani, le regaló una pluma; «Preciosa, pero sigue siendo una pluma», escribió en su biografía el centrocampista. «Cuando me la dio, me dijo: `Asegúrese de no utilizarla para firmar el contrato con la Juventus'». Dicho y hecho, estampó su rúbrica por la Vecchia Signora. Este domingo, Pirlo caminaba ya cansado sobre el resbaladizo césped del Juventus Stadium. Su equipo cercaba la meta granata, cuyos jugadores cedían peligrosamente metros. El balón iba de banda a banda. De un lateral llegó a pies de Arturo Vidal, cerca de la frontal del área. «Después de la rueda, el mejor invento es la PlayStation», escribió Andrea en sus memorias. El mando activó entonces un pase atrás del chileno, sin mirar, y allí emergió, fuera del campo de visión, Pirlo, que golpeó seco el balón hasta la red rival para éxtasis de unos tifossi que se frotaban las gotas del rostro aun incrédulos. «Pirlo siempre llega, aunque no esté. Porque lo importante no es estar en la estación, es coger el tren», escribe Toni Padilla. Corrió, lo dedicó, fue abrazado, agasajado, la Juventus lo celebró como una final, su público como una fecha histórica. Como alguien dijo, «cualquiera que diga que la felicidad la trae el sol, nunca ha bailado bajo la lluvia» Andrea sí, había vuelto a hacerlo. Callado. Entre la agonía y el heroísmo. Lo había vuelto a hacer. Él. Pirlo. Todo tiene un final, menos Klopp La Vecchia Signora lo celebró como un buen sorbo de vino, de la cosecha que el propio jugador regenta en su natal Brescia, donde la familia produce alrededor de veinte mil botellas al año. Un caldo ligero, delicioso, como el «Trenette al Pesto», el plato más típico de Génova, uno de cuyos equipos, Genoa, goleó y se agarra al tercer puesto de la tabla tras culminar dos meses sin conocer la derrota. A los Grifone solo les separa de la cabeza la Roma, que tampoco cede y se deshizo 4-2 del Inter de Roberto Mancini, que fue expulsado, en el otro gran duelo de la jornada. Siguen los de la loba a tres puntos de la Juve. Más abajo, el Milan -acaba de firmar un nuevo acuerdo con Fly Emirates, por 100 millones de euros en cinco años- volvió a ganar un mes después, sin Torres y con dos goles de un Jéremy Ménez con gripe, ante el Udinese, el club que ha despedido a Albert Riera, ex del Liverpool, aun sin debutar, y que de baja por lesión se fue a Eslovenia a jugar un torneo de póker. Le pillaron. Al menos quedó segundo. La buena noticia es que con el 0-4 de la Fiorentina -suben acciones los `violas', los bajan Lazio o Napoli- `Súper' Mario Gomez volvió a ver puerta 259 días después. Sus goles alemanes le vendrían que ni pintados al actual y sorprendente colista de la Bundesliga, que no es otro que el Borussia Dortmund. ``¿Puede realmente el BVB bajar a Segunda?'', se interrogaba ayer la portada del ``SportBild''. Perdió 2-0 ante el Eintracht Frankfurt, octava derrota de los de un Jurgen Klopp ya cuestionado hasta por parte de su público. «En Alemania decimos que todo tiene un final... Sólo la salchicha tiene dos», ironizó una vez el técnico borusser. Ahora, tras esas primeras críticas, el técnico nacido en Stuttgart, ese «tipo loco», como amistosamente le llamó Zlatan Ibrahimovic, no ha perdido su espíritu socarrón: «A esos aficionados que solo quieren tener éxito les queda como alternativa volverse hinchas del Bayern». Genio y figura. La marcha del goleador Lewandowski al Bayern - antes la de Mario Götze-, que no ha sido cubierta en prestaciones por los fichajes de Immobile o Adrián Ramos; una plaga de lesiones en todas sus líneas, incluído ahora su jugador estandarte Marcus Reus; y la menor aportación goleadora de la segunda línea -dado que los rivales les esperan e impiden su juego a la contra- han hecho demasiada mella en un BVB que seguro sale de «la más difícil situación en nuestra historia reciente», en palabras del director deportivo del club, Michael Zorc. Pocos dudan de la continuidad de Klopp; en caso contrario, si tiene que hacer maletas, quizá recupere aquel pensamiento tras perder ante el Bayern la Champions en Londres: «Todo me pareció perfecto: el estadio, la ciudad, incluso el clima. Lo único que fue una mierda fue el resultado». Como sentenciaría el bueno de Klopp, «no me voy a achicar 15 centímetros, aprender a hablar español, y jugar tiki-taka en vez del salvaje fútbol de transición que nos gusta aquí», porque para eso ya está Pep Guardiola, cuyo Bayern ganó por la mínima en Berlín, manda con mano de hierro y de paso anuncia que es el club con mayor masa social del mundo, nada menos que 251.315 socios. Aunque para distinciones la del Manchester United, que ha sido reconocido por la fundación «El Salario Digno» , siendo el primer equipo de fútbol de Inglaterra que se ha inscrito en el programa. El compromiso adquirido hará posible que todos los que trabajen para el FC United, independientemente de ser empleados fijos o contratistas de terceros y proveedores, reciban un mínimo salario por hora de 7,65 libras, más alto que el salario mínimo nacional de 6,50. Van Gaal ve la luz Como las buenas nuevas no vienen solas, los de Louis van Gaal han sumado seis puntos de una tacada, tras ganar el fin de semana y este martes en la jornada intersemanal. Cuatro triunfos seguidos ya de nuevo con la presencia de Ander Herrera, que la semana anterior jugó y anotó en el partido de los reservas ante Blackburn Rovers. El técnico holandés respira, su equipo se aferra al cuarto puesto -9 puntos, eso sí, le han dado las paradas de De Gea- y hasta tiene tiempo para bromear con el anuncio de una biografía suya: «Se venderá bien, todo lo que tenga mi cara, vende bien». El que vende obligado por las circunstancias es el que fuera portero internacional inglés David James, al que su apodo de `Calamity' le persigue más allá del fútbol. El ex de Liverpool o City se ha fundido los 20 millones de libras (25.270.364 euros) que había ganado en su carrera, después de un costoso divorcio, donar dinero a obras de caridad y otros menesteres. Ahora, subasta sus camisetas, mientras se gana la vida entrenando a un segunda división indio. Otro que lleva un camino que ¡largato, lagarto! es ``Super Estupid Mario'' como le llamaba este lunes en su portada el ``Express'', que ya no es que no marque goles con su Liverpool, sino que ahora va y cuelga un mensaje en el portal social Instagram que ha sido calificado como racista y antisemita. Balotelli colocó una foto del personaje de videojuegos Super Mario, cómo también se conoce al jugador italiano, con un texto que rezaba: «Salta como un negro y agarra monedas como un judío». `Balo' defendió su mensaje al intensificarse las críticas en internet, escribiendo en Twitter: «Mi mamá es judía, así que por favor, cállense la boca». Al final, tuvo que disculparse. Le pueden caer cinco partidos. Su Liverpool, sin él por lesión, también ha ganado los dos encuentros, y lo que ha sido una agradable noticia se ha visto enturbiada después de que su técnico Brendan Rodgers diera descanso, sin percatarse, al capitán Steven Gerrard justo el día del 16º aniversario de su debut con los Reds. «Me sentí muy mal. Hay como 20 fotos de él y yo le he dejado en el banquillo. Al menos jugó 20 minutos», lamentó el entrenador, que lo dejó de chándal sentado junto a un elenco de futbolistas fichados este verano por valor de 87 millones de libras. Seguro que parte de esos honorarios son pagados con el bolsillo de los hinchas, que en Alfield protestaron contra la incesante subida del precio de las entradas. ``Let me tell you a story of a poor boy ... 1990 pounds 4; 2000 pounds 24; 2010 pounds 43; 2020?», protestaba una pancarta. Wenger, ¿gracias por todo? No fue el único eslogan visto en la jornada dominical. El Arsenal perdió por lesión al navarro Monreal y ganó fuera -jugaba de nuevo ayer-, pero Arsene Wenger tuvo que leer la pancarta nada alentadora desplegada por sus seguidores: ``Gracias por los recuerdos, pero es hora de decir adiós». El alsaciano es el técnico más longevo en su cargo en el fútbol inglés y lejos queda ya aquel 1996, cuando llegaba al norte de Londres a mostrar su visión futbolística en el hoy extinguido estadio de Highbury. Y mientras United, Arsenal o Liverpool tratan de recomponerse, el Chelsea sigue de líder, aunque su tropiezo 0-0 hace que sea aprovechado por el City, que ganó a la revelación Southampton por un rotundo 0-3 para colocarse segundo, adelantando a los Saints, y marcando una nueva distancia respecto a los de Mourinho de 6 puntos. La cosa parece cosa de Blues y Skys, que jugaban anoche sus partidos intersemanales. También entre semana se han jugado los cuartos en la Ligue 1, doble jornada en apenas cuatro días, que nos deja al Marsella de Bielsa un solo punto de ventaja sobre el PSG, tras empatar, y a la espera de lo que hicieran los parisinos anoche. El Derby du Rhône entre St.Étienne y Lyon se lo llevaron Les Verts con un rotundo 3-0. La celebración de sus jugadores estaba más que justificada, después de poner fin a una maldición que duraba más de 20 años y derrotar por primera vez desde 1993 a su eterno rival en casa. Además, la victoria les sitúa en quinta posición. Y un francés que hizo historia en el fútbol inglés dice adiós. Titi Henry deja la Liga estadounidense y a sus 37 se lo rifa medio mundo, sea para jugar unos meses más o para volver a Londres. Otro Pirlo, otro Gerrard, como el buen vino. Pero, como dijo el veterano Guy Roux -dirigió 40 años al Auxerre-, «hay un partido que no se gana jamás: el de uno contra el tiempo». Japan League El Cerezo Osaka del uruguayo Diego Forlán ha descendido y el jugador ha sido muy criticado por su rendimiento. El charrúa puede decidir seguir hasta verano y cobrar 300 millones de yenes, aunque lo más probable es que haga las maletas rumbo a Uruguay. Eredivise. Segunda vez esta semana que se aplaza el choque entre PSV y Feyenoord en menos de dos días. La Federación Holandesa tampoco dejó que se celebrase el martes el duelo, puesto que las compañías de trenes no podían garantizar suficiente disponibilidad de convoyes para trasladar a los 1.500 hinchas de Rotterdam que tenían entrada para el partido.