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HEMEROTEKA

Si gana Syriza ganará también Europa


(...) Empieza a asumirse que el partido de Alexis Tsipras va a ser el que el gobierne, que el cambio va a producirse. Y tan nuevo como eso es que los apuntes que sugieren ese convencimiento lo hacen sin temor a que eso ocurra.

(...) la política que aplicaría un gobierno de Syriza, por mucho que moderara sus planteamientos iniciales, pondría en cuestión la política que él aplica en España.

Para Angela Merkel, la victoria de la derecha griega responde también a una cuestión de principios. Porque hay cada vez más indicios de que otros gobiernos europeos y, sobre todo, la comisión de la UE o, cuando menos, parte de la misma, estaría dispuesta a llegar a un entendimiento con un gobierno griego en manos de Syriza. Dentro de lo razonable. Que hasta pudiera ser bastante, aunque no fuera desde un primer momento. Lo contrario, la cerrazón absoluta, sería bastante más peligroso. No solo para Atenas, sino, sobre todo, para la UE. Porque, puestos a malas, podría llevar al temido -Grexit-, a la salida de Grecia del euro, que por mucho hierro que traten de quitarle los economistas amigos de Merkel podría ser un desastre para la moneda única.

El diario digital francés Mediapart dice que destacados funcionarios de la UE creen que no es malo que en Grecia se produzca un cambio de orientación política. Porque Samaras no ha hecho nada sustancial para mejorar la situación y las perspectivas del país. Porque está demasiado ligado a los llamados «oligarcas», los poderosos grupos de presión que controlan los medios de comunicación, el sector inmobiliario y los contratos del estado y condicionan la política del gobierno, particularmente la fiscal. Y porque lo único que es capaz de ofrecer son más recortes y más subidas de impuestos.

Esas opiniones, de confirmarse, se inscriben en un debate mucho más de fondo. El de que la política de austeridad ha dejado de tener sentido. Sobre todo porque no funciona. Y el desastre griego es la confirmación más clara de ello, aunque lo que está ocurriendo en España, en Italia o en Francia tampoco se queda muy a la zaga. (...)