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Gordailua, la cueva de Alí Babá de los tesoros etnográficos

Desde un cepillo de carpintero hasta un cuadro de Zuloaga, pasando por cañones, tableros de parchís, estelas funerarias y kutxas. Es como la cueva de Alí Babá de los tesoros etnográficos y artísticos de Gipuzkoa, con la diferencia de que aquí, en Gordailua, todo está ordenado y etiquetado.

Gordailua alberga cerca de 60.000 piezas. (Gotzon ARANBURU)

Nada de cueva, pero la verdad es que un tercio de Gordailua se encuentra bajo el nivel del suelo, sin ventanas ni contacto con el exterior. Tampoco las dos plantas superiores gustan del sol, que junto al agua y los roedores son los grandes enemigos de la conservación del patrimonio cultural mueble, tres palabras que definen los fondos guardados en este imponente edificio de Irun.

Si el continente impresiona, el contenido apabulla. Ciertamente, como subraya Antton Arrieta, responsable de Gordailua, el objetivo del centro no es la exposición al público, sino la conservación de las piezas aquí contenidas. Pero tenemos el privilegio de recorrer el edificio de arriba a abajo, sala tras sala, guiados por Arrieta, que conoce la historia de cada cuadro, cada herramienta, cada mueble… y el volumen de información recibido es imposible de procesar. Y es que no hablamos de mil piezas, ni de dos mil, sino de más de 57.000.

Los fondos depositados en Gordailua proceden de dos fuentes principales: cerca de 33.000 piezas son propiedad de la Diputación de Gipuzkoa, y 24.000 del Museo San Telmo. La Diputación posee otras 3.277 piezas que no se encuentran aquí, sino en su palacio sede de la Plaza de Gipuzkoa de Donostia y en otras dependencias menores. Lo mismo ocurre en el caso de San Telmo; solo una pequeña parte de sus fondos se exhibe al público en el museo. Todos estos objetos sido reunidos a lo largo de muchos años y han llegado a alcanzar un volumen que hace físicamente imposible que las dos instituciones puedan seguir albergándolos en sus sótanos, de ahí que ahora se encuentren en el edificio irundarra. En Gordailua se guardan, además, varias piezas arqueológicas.

Tratamiento específico a las piezas

«Estamos en los comienzos de Gordailua y nuestra prioridad es etiquetar todas las piezas y completar sus correspondientes fichas, paso imprescindible para poner el registro completo en internet, a disposición de los investigadores y el público en general. También estamos dando impulso a la biblioteca, que cuenta a día de hoy con tres mil volúmenes distribuidos en las áreas de arte, etnografía, arqueología, museología y conservación-restauración, pero que pronto recibirá otros diez mil libros y fondos documentales» indica Arrieta.



Cuando una pieza llega a Gordailua no pasa sin más a una balda. Antes tiene que demostrar que está limpia y solo entonces recibe alojamiento. Es el caso de todos los objetos de piel, madera, tela o papel, a los que se aplica el proceso conocido como anoxia, consistente en su introducción en una gran bolsa de plástico de la que se ha extraido el oxígeno y solo queda el nitrógeno. Una temporada ahí dentro y los insectos que pudieran contener ya están muertos. Por lo demás, la temperatura y humedad adecuadas se controlan sistemáticamente.

Además del director, en el almacén de Irun trabajan documentalistas y restauradores (de Bellas Artes y de arqueología), a los que pronto se unirá un arqueólogo. No faltan peticiones de investigadores de distintas disciplinas para llevar a cabo aquí sus trabajos, pero por ahora el centro no puede responder adecuadamente a estas solicitudes. Y como ya hemos dicho, tampoco está pensado para ser visitado por el público en general; para eso están los museos y las exposiciones temporales, a las que Gordailua cede frecuentemente las piezas solicitadas.

Comisión de expertos

Junto a una gran piscina que contiene varios cañones y piezas de madera sumergidas en el agua, encontramos a Giorgio Studer, suizo de Lugano, que está trabajando sobre un cañón que alza con una grúa tras colocarle cuidadosamente las cinchas. Lo primero es, explica, limpiar la pieza de las partículas que se han desprendido en el baño, para después, una vez limpio el metal, aplicarle un antioxidante, que le proporcionará una bella pátina negra. Ya solo falta darle una capa protectora para la intemperie, pues el cañón procede de las baterías del monte Urgull y allí volverá.

Tanto si proceden de compra como de donación, todas las piezas que pasen a engrosar este fondo de patrimonio cultural mueble guipuzcoano son examinadas y valoradas por una comisión de expertos. A decir verdad, últimamente no se compra mucho, pues las colecciones consideradas imprescindibles ya están prácticamente completas. Por ejemplo, las argizaiolak: la pieza ofrecida habría de tener características muy peculiares, que no presente alguna de las docenas de piezas de este apartado que ya figuran en los fondos. Por otra parte, las piezas muy voluminosas, caso de la maquinaria industrial –el Gobierno Vasco trabaja en el apartado de arqueología industrial– no tienen cabida por ahora en Gordailua, pues provocarían el rápido agotamiento del espacio libre aún existente aquí. Estas cuestiones no dejan de provocar quebraderos de cabeza a los responsables del centro. Por ejemplo, ¿un colchón de lana de oveja debería tener sitio en Gordailua? Se responde a sí mismo Antton Arrieta: «No es sencillo contestar. Tenemos que pensar en los próximos cien años. Los que peinamos canas sabemos qué es un colchón de lana, pero los jóvenes ya no. Sin embargo, ocupa mucho sitio. Hay que valorarlo todo».

Entramos en una sala en la que suena rock a todo volumen. Para nuestra sorpresa, es el taller de restauración de Bellas Artes, donde con paciencia infinita Xabier Martiarena y Goizane Aizpurua se afanan en recuperar los colores de un cuadro de temática religiosa. De pie él, sentada ella, trabajan en distintas zonas de la tela, que puntean con sus pinceles. Pronto se podrá disfrutar de su contemplación en una exposición. Unos metros más de pasillo y llegamos a una sala dedicada en su totalidad a la desaparecida empresa Porcelanas del Bidasoa; centenares de moldes, piezas y herramientas descansan en las estanterías. En un lateral, un banco de trabajo completo, con sus asientos, pedales y tornos. Lo trajeron aquí muy poco después de que los últimos trabajadores acabaran su último turno.

En Europa, en Glasgow o Suiza

Al ser un edificio de nueva construcción, Gordailua está diseñado expresamente para cumplir su función en los 9.116 metros cuadrados de que dispone. Todo está pensado; desde el acceso de camiones al sótano hasta el cajoncito específico para monedas. Así, en la planta 0, subterránea en su mayor parte, se guardan las piezas más pesadas y de mayor tamaño, como una enorme boya marina, un motor de barco o dos tractores, los más antiguos de Gipuzkoa (1928). A más altura, aquellos materiales que a toda costa hay que proteger de una hipotética inundación. En cualquier caso, el criterio para agrupar las piezas no es el de su propiedad, sino el del material con el que están elaboradas, sea madera, tela, metal, papel…



No hay muchos centros como este en Europa. Desde luego, ninguno en Euskal Herria ni en el Estado español. Nafarroa cuenta con un gran almacén de objetos de etnografía, pero para buscar un centro con esta filosofía –que aúne el almacenaje de fondos de distintos propietarios con la restauración de piezas en talleres propios– hay que ir hasta Glasgow o hasta Suiza.