Resacón en Dinamarca
[Crítica: 'Another Round']
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La juventud, afirmaba el poeta, es poco más que un sueño; el amor, seguía, vendría a ser el contenido de dicha ilusión. A tales efectos, para entender dicha ocurrencia nos serviría la analogía de la botella (de champagne, por ejemplo) siendo descorchada. Ese momento mágico, presidido por ese sonido que igualmente es pura fantasía. Un tapón que sale disparado, rompiendo el vacío del envase… y descubriéndonos su delicioso contenido. Lo que viene a continuación, por supuesto, es efervescencia mágica; es esa escalada a los olimpos de la embriaguez, a la morada de los grandes genios de la humanidad: Franklin D. Roosevelt, Ernest Hemingway, Winston Churchill, a cada cual más –divinamente– borracho.
Mientras, en el mundo de los mortales, y a orillas de un lago, unos jóvenes, precisamente, compiten en su deporte -etílico- favorito. Este consiste en correr, y beber, claro, y vomitar, y volver a correr, y beber aún más, y caerse, y apurar esa botella… y, sobre todo, no respetar a los insensatos que han decidido optar por la sobriedad. Así arranca ‘Another Round’, la nueva película del danés Thomas Vinterberg, uno de los padres fundadores del «Dogma 95», mítico movimiento cinematográfico que nos dio, entre otras perlas, a “Los idiotas” de Lars von Trier.
Aquella película, recordemos, iba sobre las peculiares reuniones de un grupo de personas (adultas) que compartían el disfrute de los -incómodos- placeres de la idiotez. Pues bien, ‘Another Round’ sigue una hoja de ruta similar. Martin, Tommy, Peter y Nikolaj son cuatro amigos condenados a verse la cara (de amargados, se entiende), cada penoso día de su vida laboral. Todos ellos trabajan como profesores en el mismo centro educativo, un colegio-instituto en el que se están educando, ojo a la coincidencia, los fiesteros del largo.
La escena de apertura de la película, como decía, disfruta siguiendo los juegos idiotas de estas jóvenes generaciones danesas, y a pesar de que no se corte a la hora de mostrar los detalles más desagradables de sus lúdicas actividades, sorprende reivindicándose como lo que es: un prólogo. Un capítulo insignificante con respecto al nudo argumental de la historia. Justo cuando nosotros, espectadores, estábamos empezando a sincronizarnos con esta algarabía, la música se para en seco y la pantalla se oscurece. Empiezan a desfilar, de manera brusca, casi violenta, los títulos de crédito iniciales.
Coitus interruptus: es el prematuro (y por esto cruel) final de la juventud. Es el estamparse contra la más decepcionante realidad. Porque los protagonistas de ‘Another Round’, efectivamente, son los adultos, es decir, los que ya no se lo pasan bien, es decir, los que viven (ya sea en soledad, ya sea en familia) instalados en una rutina gris, anodina, anti-estimulante… miserable, vaya. Lo que pasa, y ahí viene el punto de inflexión prometido, es que los cuatro profesores se reúnen para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Es ahí cuando paladean el amargo sabor de la tristeza colectiva; es ahí cuando deciden tomar cartas en el asunto.
La solución, como decía otro poeta, está en alcohol. Tan fácil y tan apetecible que, como cabía esperar, no queda ni uno que no quiera subirse al barco. Y así transcurre prácticamente toda la historia, como una película de Todd Phillips, el genio detrás de, por ejemplo, la trilogía ‘Resacón en Las Vegas’. Que no quepa la menor duda: cuando mejor funciona ‘Another Round’ es cuando se viste, sin complejo alguno, de comedia gamberra. O sea, que aquí la gracia está en la desinhibición de la borrachera… pero también en su posterior jaqueca, suerte de tributo a aquella máxima humorística: es gracioso si no me pasa a mí.
En este cóctel explosivo se añaden también unas cuantas gotas del cine nihilista de Harmony Korine, uno de los artistas que seguramente mejor ha sabido entender la senda auto-destructiva (y ciertamente tambaleante) que ha decidido emprender nuestra civilización. O sea, que la infelicidad fruto de los complejos de Peter Pan mal llevados, se disuelven alegremente en una especie de poción mágica que, ya lo sabemos, en realidad no resuelve nada (al revés)… pero que al menos nos reconcilia con ese paraíso del que fuimos repentinamente expulsados: la diversión.
A esta vida, en general, y a este 2020, en concreto, no se le puede pedir más. Es por esto que ‘Another Round’ sienta como esa «otra ronda» que tanto nos pedía el cuerpo. La sociedad infalible compuesta por Thomas Vinterberg y Mads Mikkelsen llega en el momento perfecto: el más crítico. En este instituto donde no se sabe si se tienen que graduar los alumnos o los profesores, la juerga se vive con la fuerza catártica del desfogue, y arremete con tanta fuerza que consigue la proeza de no frenar en seco ni ante los peajes calvinistas, tan esperables en estas geografías. Queda, pues, un cuento de adultos que no quieren serlo (¿cómo no empatizar con esto?)… y cuya moraleja nos deja, además, con un balance netamente amoral. Esto, en tiempos de puritanismo recalcitrante, sabe a la más dulce (y divertida, claro) de las borracheras.