Confundido por la noche barcelonesa
NO MATARÁS
Estado español. 2020. 92’. Dir.: David Victori. Guion: David Victori, Jordi Vallejo y Clara Viola. Prod.: Carlos Fernández y Laura Fernández Brites/ Filmax. Int.: Mario Casas, Milena Smit, Elisabeth Larena, Vítor Solé, Joaquín Caserza, Fernando Valdivieso, Albert Green, Javier Mula, Andreu Kreutzer.
Fot.: Elías M. Félix. Mús.: Adrian Foulkes y Federico Jusid. Mont.: Alberto Gutiérrez.
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El cineasta catalán David Victori ya apuntaba maneras en sus inicios, especialmente cuando Ridley Scott y Michael Fassbender le produjeron su cortometraje ‘Zero’ (2015). Le costó más debutar en el largometraje con acierto, y pagó la inexperiencia con su ópera prima ‘El pacto’ (2018), un thriller de terror sobrenatural que no destacó sobre otros tantos de similar filiación genérica.
Pero a la segunda va la vencida, porque el de Manresa se ha ganado al público del Festival de Sitges con su segundo largometraje, ‘No matarás’ (2020). Ha querido ser más original y lo ha conseguido gracias al respaldo de la productora Filmax, que ha sabido ver una respuesta comercial en el protagonismo estelar de Mario Casas, que con cada nuevo trabajo se va curtiendo un poco más.
Aquí se atreve con un personaje de alto riesgo que le obliga a vaciarse como nunca. El otro acierto de casting es el descubrimiento de la inédita Milena Smit, que resulta adecuada para su rol de chica que define en sí misma el concepto de lo que se suele entender coloquialmente por una «mala influencia».
‘No matarás’ (2020) cuenta el fulgurante proceso de una transformación nocturna, la que experimenta un buen chico que se ha dedicado a cuidar de su padre enfermo y que, tras la muerte de éste, recibe en agradecimiento el regalo de su hermana consistente en un billete abierto para viajar alrededor del mundo.
Pero la noche en que se dispone a disfrutar de su nueva perspectiva las cosas se tuercen sin remedio ni posibilidad de vuelta atrás, a partir del instante en que su vida se cruza con la de una desconocida que le volverá literalmente loco en un descenso a los infiernos barceloneses.
El ritmo es constante y acelerado, sin dar tregua al espectador, que permanece en tensión del primer al último minuto. La cámara se pega al protagonista y ya no le suelta en un marcaje al hombre.