Historia de un documental sobre Marcelo Bielsa: condenados a la esperanza
El Leeds jugará una temporada más en la Premier tras derrotar en la última jornada a Brenford (1-2). Un triunfo que vale una salvación agónica. Marcelo Bielsa fue destituido en febrero tras tres años y medio dirigiendo al conjunto inglés pero su figura sigue resaltando en el paisaje del Leeds.
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Dicen las personas pacientes y esperanzadas que, cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.
Teníamos comprada la quinta tanda de vuelos y no sabíamos si acudir a Leeds ahora que no estaba Marcelo, y tampoco teníamos entradas. Decidimos que el documental iba a ser un drama de los que ponen los domingos al mediodía, así que lo dejamos a un lado y decidimos gastar nuestra última bala en intentar vivir, in situ, la experiencia de Ellan Road y ver el legado que dejó nuestro protagonista. Curiosamente es uno de los estadios de la Premier League para los que hay un superávit de entradas, por lo que no suelen ni salir a la venta.
Nuestra última tirada del juego fue contactar con el amigo Oriol Romeu (jugador catalán del Southampton) para ver si, desde dentro del gremio, podía hacer algo por nosotros y podíamos celebrar, de una vez, el denegado golpe de suerte. Efectivamente, casualidades de la vida, Ori conocía al bueno de Víctor Orta (DDT del Leeds), al que le pidió el favor personal de meternos en el estadio, aunque fuera colgados de los focos.
Todavía recuerdo el éxtasis que sentimos cuando nos respondieron que sí, que había cuatro asientos esperándonos en el templo del “Bielsismo” inglés. Pasaron decenas de meses, pero realmente nos encontrábamos a 2 horas de avión de cumplir un sueño.
Nos despertamos en la ciudad que vio nacer al afamado, y difamado, “Dirty Leeds”. ¿No habéis oído hablar de ellos?
Dirty Leeds
«Odioso lugar, perverso, cubierto de flemas», así describía Brian Clough a Ellan Road en el libro Dammed United.
El equipo fue creado en 1919 en Salem Chapel pero no fue hasta 1961 cuando empieza a despuntar en el ámbito deportivo de la mano del jugador-entrenador Don Revie, que asumió el cargo cuando el club se encontraba en serios problemas deportivos y financieros, hundidos en la Segunda División.
Dicen que Revie consiguió crear un ambiente cálido y familiar en el club, y que supo unir a jugadores y trabajadores, aunque también afirman que era tan “metete” que tenía que ser él quien daba el visto bueno a las parejas de sus chicos.

«A grandes problemas, grandes soluciones», pensaría cuando empezó a instaurar cambios radicales en el club, como el despido de 27 jugadores de la primera plantilla y la incorporación de canteranos en sus dos primeras temporadas, chicos de la casa que, a posteriori, llegaron a ser leyendas, como Billy Bremner o Norman Hunter.
Aquellas modificaciones verían sus primeros resultados en forma de ascenso a Primera División, en la temporada 63-64, cuando el Leeds volvía al primer nivel dispuesto a dar guerra, comenzando a fraguarse la leyenda.
El equipo iba escalando peldaños al mismo tiempo que al entrenador le daban vía libre, desde la entidad, para seguir con sus “reformas”, algunas de ellas de carácter más técnico y otras desde el mayor de los integrismos supersticiosos.
Cuentan que el equipo cambió el azul y amarillo de sus equipaciones, y comenzó a vestir de blanco, porque Don creía que se contagiarían del espíritu ganador del Real Madrid de la época. Él mismo comenzó a vestir un único traje azul para los partidos importantes y llegó a dejar patas de conejo junto al banquillo. Los días que jugaban como locales, hacía que los jugadores saliesen en un orden determinado del vestuario, él acudía andando hacia un semáforo concreto y regresaba siguiendo sus pasos con minucioso cuidado. También ordenó retirar el búho del escudo, animal que forma parte del escudo de armas de la ciudad, aduciendo que las aves con plumas daban mala suerte. Pero, entre tanto trasiego fetichista, existe una historia aún mejor, que deja en meras anécdotas todas las demás.
Según relata la leyenda (y el propio club), Revie recibió una carta de un aficionado poniéndole sobre aviso de que, antes de la construcción del estadio, en los terrenos donde hoy se asienta Ellan Road, estuvo viviendo una familia gitana a la que desalojaron por la fuerza y que, a modo de venganza, echaron un mal de ojo al lugar. Sin pensárselo dos veces el técnico británico decidió contratar a la vidente “Gypsy Rose Lee”, que deshizo el hechizo echando unas semillas en el centro del campo y orinando en las cuatro esquinas del terreno de juego.
Como no todo era cuestión de azar, el bueno de Donald innovó también en los entrenamientos, contratando a un grupo de bailarinas de ballet para que les dieran, a los jugadores, pautas en técnicas de equilibro. Sumado a todo esto, también descubrió todos los recovecos legales que le otorgaban ventaja en las diferentes facetas del juego, como la “artimaña” de ir a perder tiempo al córner, utilizada hoy en día. El equipo era reconocido, además, porque repartía “estopa” como si fueran hostias en Semana Santa. Si a todas estas circunstancias le añadías que el equipo comenzaba a despuntar como uno de los mejores a nivel local y continental, y que la columna vertebral estaba formada por escoceses y un irlandés “pillo” …el resultado de su bautizo en aquella era estaba claro: “El sucio Leeds”.
El niño bonito de aquella cuadrilla de simpáticos matones fue Billy Bremner, cuya estatua es una de las más famosas y visitadas de los estadios de la Premier. Billy era físicamente bajito, pelirrojo, rechonchete y poco fotogénico. No tendría hechuras de futbolista pero, según cuentan, era buenísimo. Tenía una precisión milimétrica en los pies y en la cabeza, tanto para dirigir el medio campo del Leeds y de la selección escocesa como para armar un conato de trifulca, o para clavarle los tacos y los dientes a cualquiera. El rey del Kamasutra de las patadas. Sin duda un tipo a la altura de la fama del equipo, aunque también jugaron otros ilustres y buenos futbolistas, como Hunter, Giles, Lorimer, Gray o Harvey.
Entre el 61 y el 74 ganaron la liga en dos ocasiones, una copa de la liga, una Charity Shield, una FA Cup y dos Copas de Ferias. También se quedaron a las puertas de conseguir otros tantos títulos, quedando subcampeones de liga en varias ocasiones, incluso perdiendo una final de Copa de Europa, en el 75, frente al Bayern de Munich.
Cuando Don dejó el cargo de manager de los “Whites” para entrenar a la selección inglesa, asumió el cargo el genio y díscolo Brian Clough, cuya relación de odio para con el equipo, la ciudad, la afición y el propio técnico saliente, está reflejada en el libro nombrado anteriormente y en la película que lleva el mismo título. Os dejo eso pendiente por si queréis saber más.
Curiosamente, medio siglo después, el Leeds United y su afición siguen siendo los más odiados de la isla. Según Leeds Talk, al conjunto de Yorkshire le cantan un total de 117 canciones despectivas diferentes, a lo que hay que sumar 41 equipos que les corean la ya conocida “we all hate Leeds scum”.
Para hablar sobre ello tuvimos la suerte de contactar con Justin Slee, fotógrafo profesional y autor del libro fotográfico “United Revolución”: «Aunque soy joven para recordar al equipo de Don Revie, la reputación y el nombre comenzaron durante aquel período y fueron instigados predominantemente por la prensa londinense que los apodó como "Dirty Leeds»
«El equipo de Revie también sufrió numerosas injusticias, que sirvieron para que la base de fanáticos creyera que los que dirigían la federación les odiaban realmente. A todo esto, se le sumó también el problema británico del vandalismo en el fútbol en los años 70 y 90, que no hicieron más que etiquetarnos, pero los fanáticos de Leeds eran tan violentos como la mayoría de los equipos de entonces con una fuerte masa social detrás como Chelsea, West Ham, Millwall y Man United… y muchos otros durante ese período. El fútbol era un deporte muy de clase trabajadora durante este período [años 70-90] y no tenía nada que ver con lo que es hoy. A todos esos clubes se les dejó de tildar de agresivos, menos a nosotros», recuerda.
«Hoy en día en el estadio te puedes encontrar un ambiente agradable, apasionado, pero familiar. La atmósfera en cada encuentro es simplemente apabullante y única, esta es una de las principales diferencias de las que el club y sus aficionados están orgullosos. A la gente le gusta decir que odia al Dirty Leeds, pero a nosotros nos hace gracia, y nos anima más para cantar y reforzar nuestra identidad», admite.

En las temporadas posteriores a Don, el equipo sufrió unos altibajos descomunales, pasando de jugar las semifinales de Champions League a descender a la tercera categoría del fútbol británico. De hecho, se acuñó el término hacer un Leeds: gestionar tan mal tu club que acabas siendo sancionado y descendiendo de categoría.
Vaivenes, ascensos y descensos de los que la coqueta ciudad de Leeds ha sido y será testigo. Recuperada del apocalipsis postindustrial la urbe cuenta con 6 universidades, lo que la convierte, inequívocamente, en una ciudad joven, con ambiente y rebelde.
Son sus extensos y coloridos murales sobre el equipo de fútbol, que la rodean, sus parques, sus cervecerías artesanales, sus bares con música en directo, sus tiendas de ropa vintage, sus museos, su arquitectura, sus restaurantes de comida moderna, sus edificios antiguos recuperados, como el Leeds Corn, lo que la convierten en una ciudad con mucho encanto. La mayoría de las calles del centro son peatonales, por lo que se puede recorrer fácilmente y, para los que les guste pasear por la naturaleza, también tienen el bonito Yorkshire Dales National Park.
Si después de patear los adoquines de la metrópoli norteña, os encontráis con ganas de marcha y de ver actuaciones, la calle Call Lane es vuestro sitio. Allí encontraréis el Revolución de Cuba, The Backroom o el Bad Apples Rock Bar. Si os dejáis llevar podréis encontrar garitos que, aparte de bar, también son tiendas de guitarras, o algunos más tranquilos como el The Lambs and Flag o la cervecería Whitelock´s. La cerveza local es la Tetley´s, por si queréis aparentar, con el codo apoyado en la barra, ser de Yorkshire de toda la vida.
A nivel de festivales, Leeds también es referente, con el Live at Leeds, o Slam Dunk para los fanáticos del punk y el metal, y el Leeds Festival. También es muy conocido el Leeds International Beer Festival, que recoge a artesanos de la cerveza de todo el mundo.
A pesar de que el LUFC les vuelve locos, la ciudadanía también cuenta con otro gran conjunto que les representa, esta vez en el rugby, los Leeds Rhinos. En 2023 albergarán el Year of the Culture, por lo que ya tenéis excusa para descubrir la ciudad, mezclaros con los “loiners” y ver un partido, si podéis.
Equipo de una sola ciudad (One city club), este hecho hace que sea el equipo de la Premier League con más seguidores del condado al que pertenece, y por lo tanto con hinchas locales y no “glory hunters” (término que señala a los cazadores de éxitos, haciendo clara alusión a todos aquellos que se convierten en hinchas de los equipos poderosos sólo porque ganan títulos). Es muy fácil ser de un equipo del “Big Six” (primeros 6 clasificados de la Premier League).

El partido
Peregrinando hacia el estadio nos fuimos dando cuenta de que, aunque físicamente Marcelo Bielsa no estuviera allí, dejó impregnada para siempre su esencia, en forma de murales, banderas, caretas, camisetas, bufandas e incluso de cirios religiosos.
“Marching On Together” es el lema del club, y también el himno que anuncia el comienzo de la representación Shakesperiana en el estadio. El drama y la pelea iban a dar comienzo en cuanto se repitiera, dentro de la propia canción, el mítico “Leeds, Leeds, Leeds”, que cierra el cántico de guerra y parece llamar a una invocación.
Antes de atisbar el verde, tuvimos la suerte de sacarnos una foto con el “hijo” de Marcelo, Kalvin Phillips y Liam Cooper, que estaban lesionados, pero que estuvieron un buen rato pendientes de los aficionados hasta que accedieron a la grada. Muy majos ambos.
Ahora sí, rodilla al suelo por el Black Live Matters, aplausos del público y echa a rodar el balón. El equipo local se juega la mitad de su futuro en el presente partido y se masca la tensión, y la sudoración de la cerveza, en el ambiente. Lo primero que nos llamó la atención fue observar cómo, en ambos fondos del estadio, la gente permanecía de pie desde el primer minuto, animando, cantando y presionando, una especie de gradas de animación a lo Leeds. Gol local, celebración, éxtasis, besos y abrazos locales, símbolos fálicos para la afición rival en forma de descrédito (si nos vemos os lo escenificaré en persona). Cánticos de “We Are Leeds” y ni un asiento libre, por favor que nadie haya pillado el bicho, que hacemos de aquí la zona cero, cavilé, preocupado por un segundo, hasta que la gente se puso en pie para cantar la canción de Marcelo Bielsa y entonces pensé, “este es nuestro sitio”.
Los hinchas sólo abandonaron su localidad, como también haría el presidente de su país, para tomar una pinta al descanso y destensar un poco los nervios. Corrijo, algunos tomaron una pinta, nosotros, que ya nos habíamos hecho amigos de un grupo local, fuimos cuatro y nos invitaron a nueve, mal asunto para alguien que tiene que recoger un artículo al respecto y que se choca por el camino de vuelta a su localidad con una leyenda como Dominic Matteo y le dice «barkatu», como si saliera a bailar en el Kafe Antzokia. Pero «donde fueres haz lo que vieres», me decía mi ama y yo siempre le he hecho caso, aunque para ello tuviera que llegar 5 minutos tarde a mi asiento en la segunda parte.

Bregaron sin descanso los Ayling y Klich, peleando contra el Norwich en la segunda parte, aguantando el 1-0 como el que va a pedir que le suban la nota para aprobar y pasar de curso. Continuaban los cánticos, las coreografías, los córners que parecían penaltis, los insultos inteligibles y las caras de desesperación que veían como se les escapaba la ansiada victoria con el gol del empate en el minuto 85. «Bullshit» que dicen por allí.
La tensión acumulada y el culo apretado en aquellas diminutas sillas disimulaban el dolor de rodillas y la sudada que llevábamos. Se complicaba el encuentro y la permanencia contra un rival directo.
Pero tras dos minutos de lamentaciones, Ellan Road volvió a rugir, a acompañar y, sobre todo, a creérselo, y así fue como, haciéndonos un pequeño homenaje a unos vascos locos que lucharon hasta el último minuto para estar allí, lograron el agónico gol de la victoria en el último minuto. Insólito, agónico, extraordinario, inolvidable; los gritos se mezclaron con abrazos con desconocidos (creo que no he dado tantos abrazos ni cuando ganamos la liga con el Txurdinaga). Cuando pude encontrar mi asiento entre la marabunta, me dí la vuelta y le dije a un señor añoso: «Ser del Leeds no es sano pero te lo pasas la hostia de bien».
El caos final se mezcló con la canción “I predict a riot song” de los locales Kaiser Chiefs, (el grupo se puso el nombre del equipo sudafricano en homenaje a Lucas Radebe, capitán y leyenda del Leeds y de la selección sudafricana). Todavía hoy la escucho y pienso que fue un milagro no perder la mochila, la cartera y el móvil en aquella grada eléctrica.
Había ganado el Leeds, pero el triunfo también era nuestro, la emoción y el orgullo nos decía que, tras este divertido proceso y la experiencia vivida in situ, nos habíamos convertido, sin presagiarlo, en hinchas del Dirty Leeds.
Por si fuera poco, después del partido un grupo de aficionados nos invitó al mítico “Old Peacock”, hasta final de temporada “The Bielsa”, donde nos hicieron sentir como en casa y nos invitaron a dos millones de litros de cerveza, que hicieron que nuestro inglés fuera más de Cambridge que del Casco Viejo. Para ellos fuimos tan exóticos que, cuando saqué una bufanda del Athletic, no pararon de hacerse selfis conmigo como si fuera una celebrity. Creo que nos pasamos horas así y que había muchos seguidores irlandeses que peregrinaban todos los años hasta allí junto con sus familias, fanáticos de los de Yorkshire desde la época en la que Giles corría la banda en favor del Dirty Leeds.
«Los objetivos no son lo más importante, sino el esfuerzo que uno haga por concebirlos», dijo una vez Marcelo. Nosotros, que no pudimos coincidir con él cuando iba a ser la consecución del documental, tampoco pudimos realizarlo, pero podemos compartir esta experiencia loca y maravillosa que nos ha marcado como amigos y no ha hecho más que reforzar nuestra pasión por Bielsa. Lo seguiremos haya donde vaya y, por supuesto, cuando alguien nos hable del “Sucio Leeds”, nos reiremos y le diremos: «Nadie nos entiende, pero nos da igual. ¡A lo loco se vive mejor!».