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Belfast, 25 años de paz entre murales y muros

Los mecanismos acordados en aquel Viernes Santo de hace 25 años para avanzar en la convivencia atraviesan por completo las vidas de los habitantes de Belfast, que más que celebrar reflexionan sobre los retos presentes y futuros.

Las puertas de Lanark Way, entre las zonas republicana y lealista de Belfast, fueron pintadas antes del 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo. (Liam MCBURNEY | EUROPA PRESS)

Las calles de Belfast siguen albergando ese magnetismo propio reflejado en sus edificios industriales envueltos por una niebla gris. Las verjas o alambradas que el Ejército británico empezó a instalar en 1969 continúan separando muchos de sus barrios, y los murales diseminados por sus calles destacan episodios históricos y militares de ambos bandos. Sin duda, la que fue, junto a su vecina Derry, uno de los puntos más afectados por el conflicto en el norte de Irlanda, vive con aparente tranquilidad el 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo. Aunque algo está cambiando: tras el último censo, los últimos resultados electorales y las consecuencias del Brexit, la idea de una Irlanda unida ya no parece tan lejana.

El 10 de abril de 1998, los líderes republicanos irlandeses y unionistas británicos alcanzaron un insólito acuerdo de paz. Las maratonianas negociaciones en las que participaron los Gobiernos de Londres, Dublín y Washington culminaron en un pacto que constituyó uno de los casos más representativos en cuanto a la resolución de conflictos armados. Fue en Belfast donde estamparon su firma, y los murales de la ciudad que marcaron el conflicto evocan fugaces recuerdos del pasado, como si el trazado urbano hablase por sí mismo, hoy convertido en objeto turístico que contemplan con asombro cientos de turistas a bordo de los clásicos taxis negros.

Es domingo. En Falls Road, la principal arteria que recorre el oeste de Belfast y uno de los bastiones históricos de los republicanos, una marcha conmemora el Alzamiento de Pascua de 1916 contra la autoridad de Gran Bretaña que revitalizó la lucha por la independencia. Flores naranjas y amarillas adornan los monumentos en recuerdo a los caídos en el levantamiento y en el posterior conflicto.

Es un día festivo y los barrios de casas adosadas de ladrillo rojo de estilo victoriano se encuentran vacíos por la tarde. Las mujeres y los hombres acodados en la barra del The Red Devil, sumergidos en el espesor de una pinta de Guinness, observan el fútbol sin prestar demasiada atención. Afuera, un joven apura un cigarrillo antes de dar su visión sobre lo que ocurre en Belfast: «Sigue habiendo tensión. A las 20.00, las barreras que separan ambas comunidades se cierran y ni yo entro en su barrio, ni ellos en este», afirma. «Y creo que en diez años todo seguirá igual», apostilla con cierto pesimismo. En Derry, una manifestación de «simpatizantes republicanos disidentes», según medios locales, concluyó ayer con altercados.

Casi cien muros siguen dividiendo a ambas comunidades en la ciudad de Belfast, las iglesias protestantes y la católica gobiernan la mayoría de las escuelas y los colegios integrados escasean, lo que evidencia que la convivencia aún está incompleta. No obstante, la gran mayoría de sus habitantes afirma que la situación es mucho mejor que hace 25 años. Incluso algunas barreras culturales se han ido difuminando con el paso del tiempo. «Tengo amigos unionistas que me acompañan a los bares republicanos. Se sienten cómodos allí, aunque discutamos hasta la saciedad», comenta un republicano de mediana edad entre las melodías de música tradicional irlandesa que amenizan el ambiente en el pub Maddens. Ayer, personas de todas las comunidades divididas se reunieron en uno de los muros de la paz más conocidos de la ciudad para conmemorar el aniversario del Acuerdo.

Casi cien muros siguen dividiendo a ambas comunidades en la ciudad de Belfast

Y llegó el Brexit

A pocos metros de Falls Road, al otro lado de una peace line, se encuentra Shankill Road, de mayoría protestante y unionista. Las banderas irlandesas en un barrio y la Union Jack, en el otro. Un hombre, ataviado con una camiseta del Glasgow Rangers, pasea a su perro en paralelo al muro de nueve metros que separa este barrio repleto de murales en favor de los paramilitares unionistas y la reina Isabel II, recientemente fallecida. Reconoce el fin de «gran parte» de la violencia, pero explica su «no» al acuerdo en la retirada de las tropas británicas. De nuevo, considera que los arreglos negociados entre Londres y Bruselas respecto al Brexit los distancian todavía más de Gran Bretaña al tiempo que los acerca al sur.

Con todo, el norte de Irlanda de hoy no es el mismo que hace 25 años. En septiembre de 2022, el censo reflejó por primera vez que había más personas que se identificaban como católicos que como protestantes, y en los comicios parlamentarios de mayo por primera vez el Sinn Féin obtuvo la primera plaza, en detrimento del DUP, que sigue sin facilitar el funcionamiento institucional de la Asamblea debido a su oposición al protocolo para el norte de Irlanda tras el Brexit.

En septiembre de 2022, el censo reflejó por primera vez que había más personas que se identificaban como católicos que como protestantes

Así, el Sinn Féin acusa al DUP de no respetar las últimas elecciones a la Asamblea del Norte que debían aupar a la líder, Michelle O’ Neill, al puesto de ministra principal. Sin embargo, todo parece indicar que el tiempo juega a su favor, como reconoce este cocinero de un restaurante republicano del Oeste de la ciudad: «Tenía la certeza de que el referéndum llegaría, pero en 20 años. Ahora creo que se celebrará a corto plazo. Si tengo que apostar, diría que en menos de cinco». Desde esta posición de fuerza, el movimiento republicano ya presiona al Gobierno británico para que, tal y como recoge el acuerdo del Viernes Santo, convoque un referéndum sobre la reunificación de Irlanda.

Sin grandes actos

Es lunes y no se prevé ningún acto importante. Turistas y estudiantes se entremezclan por el centro de la ciudad, que ha vivido una profunda transformación desde hace 25 años. Es el corazón comercial e institucional, donde se hallan la mayoría de edificios de interés. A escasos minutos caminando se encuentra la Universidad de Belfast, que acogerá, a partir del 17 de abril, una conferencia de tres días presidida por el ex presidente estadounidense Bill Clinton, y en la que participarán asimismo Johnathan Powell y Gerry Adams. Todos ellos presentes en las negociaciones de 1998.

«Todo lo que sé sobre el Acuerdo me lo han transmitido mis padres, que dicen que la situación era terrible. En la escuela no nos han enseñado demasiado. Sin embargo, muchos jóvenes tenemos la sensación de que no se ha cumplido del todo», afirma una estudiante. Le acompaña su amiga que llegó procedente de India hace ya diez años. «Ni mi familia ni yo no hemos estado involucradas en el conflicto, pero nos frustra que la Asamblea se encuentre cada poco paralizada», expresa.

En pleno centro se encuentra asimismo Ulster University, que el presidente de EEUU, Joe Biden, de origen irlandés, visitará mañana en el marco del aniversario. Por ello, la Policía autónoma norirlandesa (PSNI) ha reforzado visiblemente su presencia en las calles de las principales ciudades del norte.

Las aguas del río Lagan lucen grises entre los muelles sobre los que se alzaban los antiguos astilleros de Belfast en los que se construyó el Titanic y de donde miles de trabajadores, en su mayoría republicanos, fueron expulsados al calor del supremacismo británico. Este emplazamiento se ha transformado en uno de los principales atractivos turísticos, señal de lo mucho que ha cambiado la ciudad.

Más al norte, tras la Iglesia St Gerard, se encuentra el edificio San Clemente, donde John Hume aceptó celebrar los primeros encuentros entre el SDLP y el Sinn Fein que alumbrarían los Acuerdos de Viernes Santo diez años después. Ya han transcurrido 25 años de aquel acuerdo histórico que resumió así el propio Adams en una conferencia en Nueva York: «Pocos países tienen la oportunidad de empezar de nuevo. Irlanda, del Norte y del Sur, tiene esa oportunidad»