JUN. 08 2025 ARKITEKTURA Cerámica textil Una antigua cooperativa agrícola de Flix, municipio ubicado en Tarragona, ha sido reconvertida en centro cultural. La cerámica, habitual en las construcciones mediterráneas, se convierte en elemento fundamental. El proyecto del estudio Camps Felip Arquitecturia ha llegado a la Bienal de Venecia. Piel cerámica continua que transforma la antigua cooperativa agrícola de Flix, tejiendo memoria, identidad y nuevas formas de habitar el espacio. (Fotografías: José Hevia) Francisca Gual Ors En un contexto donde la arquitectura se inclina hacia recursos novedosos y soluciones tecnológicas de altas prestaciones que a menudo desplazan lo existente, una vía alternativa se abre camino: el uso de materiales tradicionales, capaces de hablar el lenguaje de la memoria. La cerámica, elemento fundamental de la construcción mediterránea, retoma su protagonismo desde una perspectiva contemporánea, gracias a sus cualidades tanto técnicas como expresivas, que formulan nuevos significados. Arquitectas y arquitectos, comprometidos con el pasado, la materia y la experiencia espacial, encuentran en ella una herramienta para explorar otras narrativas. Así lo demuestra la rehabilitación de la antigua cooperativa agrícola de Flix, un municipio al norte de la provincia de Tarragona, con una rica tradición fabril. La intervención en la nave, realizada por el estudio Camps Felip Arquitecturia, convierte el ladrillo en hilo conductor de una operación arquitectónica que teje una nueva piel para el edificio original. El proyecto, seleccionado para los premios FAD 2024 y finalista de los premios CSCAE del mismo año, forma parte del recientemente inaugurado Pabellón de España en la 19ª edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia. Lejos de limitarse a conservar el esqueleto industrial, con sus cerchas, tolvas de madera, cisternas y pasarelas metálicas, Olga Felip y Josep Camps encuentran en el barro cocido un recurso para transformarlo en centro cultural. Nace así una piel compuesta por aparejos cerámicos que dialogan con la luz y el volumen, recuperando la identidad productiva del lugar. El material arcilloso deja de ser un mero revestimiento para convertirse en una epidermis activa, que aporta textura, carácter y profundidad a la espacialidad interior. Se respetan el volumen, la tipología y los elementos singulares del conjunto patrimonial, pero se introduce un revestimiento que articula su nueva vida pública. Cada pieza, dispuesta manualmente, compone una trama textil por su lógica repetitiva, su capacidad envolvente y su papel estructurante en la percepción del entorno. Como un tapiz tridimensional, no solo unifica el conjunto, sino que aporta beneficios térmicos y acústicos evidentes. El sistema mejora el confort interior como aislamiento natural, aumentando la inercia térmica y reduciendo la reverberación sonora. La decisión de unificar interior y fachada con un único lenguaje constructivo refuerza esta idea de continuidad y tejido pero, sobre todo, humaniza la escala de la nave, diáfana y de gran altura. El material local trasciende su función práctica y deviene código cultural antes que solución constructiva. El empleo de procedimientos artesanales establece un diálogo entre la identidad agrícola original y la vocación pública, demostrando que rehabilitar no significa congelar en el tiempo, sino permitir que la historia continúe, al poner el edificio nuevamente en uso. La distribución programática ubica las zonas de servicio fuera del cuerpo central, liberando el espacio principal para múltiples usos culturales polivalentes. Sin embargo, es el ladrillo el que cohesiona toda la intervención sin imponer un lenguaje ajeno: traduce el carácter industrial al presente, dotándolo de cualidades sin diluir su identidad. Se adapta, muta y pliega según las necesidades, pavimentando, revistiendo y sustentando la propuesta. Flix posee una larga tradición que remite a saberes compartidos, técnicas heredadas y formas de habitar el territorio transmitidas a lo largo del tiempo. Al reincorporarla al proyecto, se establece un vínculo entre el presente del edificio y su pasado productivo, entre la industria agrícola y la cultura que lo recupera. La elección material es tanto huella del pasado como vehículo de contemporaneidad, un elemento común que, trabajado con cuidado, deviene singular. Habitar una arquitectura tejida en cerámica es, en última instancia, compartir un lugar donde el tiempo no ha sido borrado, sino entrelazado en cada muro. Una obra que no anula lo anterior, sino que convive con ello, lo enriquece y lo dota de una nueva vida que, como todo lo que se teje, se construye hilo a hilo, pieza a pieza, memoria a memoria. Flix posee una larga tradición que remite a saberes compartidos, técnicas heredadas y formas de habitar el territorio transmitidas a lo largo del tiempo