OCT. 26 2025 PSICOLOGÍA Ahorros en el corazón (Getty) Igor Fernández {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} La buena marcha económica de las familias tiene mucho que ver con la seguridad de tener un colchón, unos ahorros que puedan ayudar a afrontar algún desajuste que traiga la vida y que requiera de un gasto repentino de dinero. Y es esa anticipación de poder afrontar en un momento dado las vicisitudes da tranquilidad. Psicológicamente hablando, también podríamos usar esa metáfora del ahorro para ilustrar de qué manera nuestras experiencias previas, nuestra historia de relaciones y acontecimientos pueden otorgar ese ‘colchón’ del que hablamos. A menudo en estas líneas nos centramos en el afrontamiento de desajustes o la prevención de situaciones que puedan incidir en nuestra salud mental, y una parte importante de esto también tiene que ver con cómo guardamos y atesoramos lo bueno que nos pasa, lo que realmente nos fortalece y hace crecer y que, en muchas ocasiones, pasa más desapercibido que los dolores o los traumas. Obviamente los números rojos o el signo ‘-‘ en la cartilla llama más nuestra atención, del mismo modo que el peligro o el dolor lo hacen, disminuyendo la importancia momentánea del resto de vivencias internas. Si tengo un problema con mi pareja, es más difícil disfrutar de los buenos amigos que pueda tener o del hecho de que mi cuerpo esté sano y disponible. Y viceversa, si tenemos un dolor en el cuerpo, es más difícil conectar emocionalmente con los amigos o la pareja. Sin embargo, es capital que podamos recordar, valorar y atesorar todo lo bueno que tiene y ha tenido nuestra vida para compensar, para liberar o relativizar al menos, los dolores. Obviamente no es fácil en un momento dado, y dicho dolor puntual puede secuestrarnos la atención, pero la confianza en la recuperación, el lugar que nos espera cuando el dolor termine, tiene que ser un lugar de seguridad y acogimiento, de posibilidades y, en definitiva, de libertad para crecer y ser. Esto, que suena idílico, no deja de ser un recuerdo y consideración de todo lo que nos va bien, de todo lo que ‘tenemos’ en nuestra ‘cuenta corriente emocional’; en función de dónde se pose nuestro dolor, quizá se trate de un activo en relaciones -es recomendable haber ahorrado en este sentido, tener el mayor número de relaciones cercanas y de respeto que podamos-, o quizá es una afición que da sentido a una parte vital propia, quizá es el recuerdo de cómo nos cuidaba nuestra amama y se enorgullecía, o quizá es la tranquilidad de la mirada de una hija como el lugar en el que “todo está bien”. Hacer inventario de lo que está bien en nuestra vida, de lo que disfrutamos plenamente, reconocerlo, hablarlo, recorrerlo, honrarlo, agradecerlo; en otras palabras, traerlo a la consciencia, nos permite, por un lado, ser justos con nuestra propia mirada hacia nosotros, hacia nosotras, hacia los demás o hacia la vida, por otro lado, pensar en una frase imprescindible en todas las crisis: «esto también pasará».