NOV. 09 2025 LITERATURA Hijos del conflicto Kepa Arbizu {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} En el proceso de construcción que tiene como finalidad determinar lo que somos, inevitablemente interviene lo que nuestros ojos han visto pero también el lugar que ha escogido la más absoluta arbitrariedad para situarnos. Circunstancias que definen, y a su manera golpean, a los dos hermanos que protagonizan la novela del joven, pero ya laureado por su obra “Seúl, São Paulo”, autor boliviano. Encerrados por su padre en una casa como parte de un plan con el que extorsionar a su exmujer, dicho argumento, lejos de presentarse como un thriller, adopta la forma de una desgarrada historia que, pese a su brevedad, condensa de forma ejemplar un mapa donde las desilusiones asfaltan un recorrido que conduce al fracaso. Porque ninguno de ambos progenitores posiblemente aspiró jamás a trabajar como conductor de autobús, y solo fueron los caminos cerrados los que desembocaron en una vida conjunta abocada a quebrarse de manera abrupta. Pero no son ellos los importantes en estas páginas, sino dos niños que tendrán que escribir el epílogo de su infancia en un entorno especialmente precario, un lugar al que ninguno debería estar condenado y que, sin embargo, acaba por convertirse para muchos en el único expendedor de felicidad disponible. Aunque es cierto que el reconocimiento de las pasiones acaba por brotar incluso en el escenario más yermo, no lo es menos que ese árido suelo pueda convertir el tránsito hacia la madurez en un aprendizaje sentenciado a repetir patrones de conducta poco recomendables. Naturaleza errática a la que se ve expuesta una pareja de hermanos en la que es el mayor quien actúa como narrador dispuesto a desempolvar su pasado. Un papel que asume con un verbo trepidante y telegráfico que discurre, junto al curso legado por Junot Díaz o Vargas Llosa, en compañía de un lenguaje que intercala con naturalidad el manejo coloquial o el despunte lírico. No son solo la casualidad o la fortuna quienes se encargan de dictaminar el futuro, hay un juez todavía más severo que responde al nombre colectivo de todas las decisiones tomadas, muchas veces de manera ineludible, y que han pasado a formar parte de nuestra biografía; y no exclusivamente de la propia, también de aquellas que nos rodean y sobre las que tenemos influencia. Un ejercicio de responsabilidad que, sin embargo, se antoja prácticamente estéril cuando no hay rastro de triunfos en las cartas repartidas por el destino, entonces no existe jugada acertada más allá de esperar y contemplar cómo ejecuta su veredicto. La novela adopta la forma de una desgarrada historia que condensa de forma ejemplar un mapa donde las desilusiones asfaltan un recorrido que conduce al fracaso