NOV. 16 2025 LOS TESOROS DEL ARCHIVO MUNICIPAL Así se guarda la historia de Bilbo Entre las paredes del Archivo Municipal de Bilbo se guarda mucho más que papel y planos: se conserva la memoria viva de la ciudad. Actas, fotografías, planos, expedientes y documentos de todo tipo cuentan la historia de sus calles, edificios, decisiones y habitantes. Nueve kilómetros lineales que crecen día tras día y que las y los archiveros ponen al alcance de todos. Plano del anteproyecto de la Casa Consistorial de Bilbo del arquitecto Joaquín Rucoba (1883-05-07). (Archivo Municipal de Bilbo) Asier Robles Cada día, mientras Bilbo sigue su ritmo entre obras, proyectos y decisiones, hay un lugar donde todo queda registrado. En el Archivo Municipal se conservan actas, planos, fotografías, cartas, expedientes, informes técnicos, registros administrativos y todo tipo de documentos que dan forma a la memoria viva de una ciudad que se cuenta a sí misma. Se podría decir que el Archivo de Bilbo nace con la propia fundación de la villa, en el año 1300, cuando comenzaron a conservarse los documentos que acreditaban sus derechos, privilegios y jurisdicciones. Al menos desde el siglo XVII existió el cargo de archivero-contador, responsable de custodiar y organizar los documentos. Sin embargo, durante el convulso siglo XIX, el archivo sufrió un gran abandono y desorden, y no es hasta finales de la centuria cuando se emprendió su reorganización. Bajo la dirección del historiador Teófilo Guiard (1919-1944), duplicó su volumen e incorporó los fondos de Deustu y Begoña. En la década de 1950, la documentación anterior a 1900 se guardó en Bidebarrieta, lugar que resultó gravemente dañado por las inundaciones de 1983. Tras ello, los documentos se trasladaron a Garellano para su restauración, y desde 2003 se conservan en unos pabellones de Mungia, bajo custodia y gestión municipal. Pero es en la última planta del Ayuntamiento donde el Archivo de Bilbo mantiene hoy su sede principal y desde donde se coordina la gestión archivística municipal. Aquí se guardan los documentos más importantes y consultados, y se garantiza que cualquier ciudadano pueda acceder a estos fondos. Para conocer de cerca su funcionamiento, 7K ha estado allí, donde su responsable, Almudena Toribio, ha ofrecido una explicación detallada sobre cómo se forma, organiza y utiliza este archivo, y ha mostrado ejemplos concretos de documentos, planos y fotografías históricas que permiten comprender la evolución de Bilbo a lo largo del tiempo. Plano del pabellón cinematógrafo Olimpia situado en la Gran Vía de Bilbo (1906- 03-03). (Archivo Municipal de Bilbo) UN ARCHIVO QUE CRECE DÍA A DÍA Antes de entrar en materia, Toribio explica la complejidad de este archivo, que guarda casi nueve kilómetros lineales de información sobre prácticamente todo lo que se hace y deshace en la capital vizcaina: «No se trata de un lugar estático; es un espacio muy vivo donde cada día entra documentación nueva. Aquí el archivo se consulta, se restaura, se amplía... Este archivo sigue guardando y contando la historia de la ciudad». Por un lado, el archivo conserva toda la documentación generada por la propia administración municipal: desde memorias hasta expedientes de obras, pasando por licencias, adjudicaciones o informes técnicos. Cada documento aporta una pieza al gran puzle de la historia de la villa. Entre sus fondos, una de las colecciones más valiosas y consultadas es la de las actas de los plenos del Ayuntamiento, que se conservan de forma ininterrumpida desde 1799 en la propia casa consistorial -y las anteriores, en el Archivo Foral-. Estos volúmenes destacan no solo por su valor histórico y político, sino también por su cuidada encuadernación, que da testimonio de la solemnidad con que se registraban las decisiones de la corporación municipal. No son pocos los investigadores que acuden a sus páginas para rastrear la evolución de la capital vizcaina a través de sus debates plenarios. Pero el archivo también se nutre de documentos externos a la propia administración, procedentes de donaciones, legados, compras, depósitos o cesiones digitales. Algunos ejemplos son la compra del fondo fotográfico de “La Gaceta del Norte” o el legado que el arquitecto Ricardo Bastida hizo de todos sus proyectos civiles. No solo acoge documentación administrativa o profesional; también recibe materiales procedentes del ámbito privado. Los propios ciudadanos pueden aportar aquello que consideren valioso para seguir enriqueciendo la memoria colectiva de Bilbo con las historias de quienes la habitan. A través de estas aportaciones, el archivo se convierte en un espacio donde la historia oficial y la memoria personal se entrelazan. Plano de la fachada de la Alhóndiga (1905-10-31). Obra del arquitecto Ricardo Bastida Bilbao. (Archivo Municipal de Bilbo) Pero no se trata solo de almacenar documentos. La función de los archivos es que toda esa información sea realmente funcional. «Si uno recoge y no organiza ni describe, no tiene un archivo, tiene un desván. Lo que hace que esto sea un archivo es precisamente el trabajo constante de orden, descripción, restauración y acceso», explica Toribio. Y de eso precisamente se encargan los trabajadores y trabajadoras del Archivo Municipal de la capital vizcaina, velando por que cada documento tenga su lugar, su contexto y su sentido, y garantizando el acceso a miles de ellos cada año. Una parte fundamental de su labor es la catalogación, un proceso meticuloso mediante el cual cada documento se identifica, clasifica y describe con detalle para que pueda ser localizado y consultado fácilmente. Esto implica asignar códigos, fechas y temáticas, creando un sistema de referencias que convierte un enorme conjunto de papeles y fotografías en un archivo funcional y coherente. RESTAURACIÓN Y DIGITALIZACIÓN Además de catalogar, el personal se ocupa de la restauración de materiales deteriorados y su digitalización. «Cada documento, nuevo o antiguo, necesita atención: a veces basta con guardarlo correctamente; otras, hay que restaurarlo. Cuando un documento llega deteriorado, se limpia, se le quitan las grapas, los clips o cualquier elemento metálico que pueda oxidarlo o romperlo, se alisa el papel y, si hay pérdidas, se reintegra con papel japonés. Después ya se puede digitalizar», afirma Toribio, señalando que «algunos materiales son muy inestables y se rompen o se degradan con facilidad». «Cuanto menos se manipula un documento, más dura», concluye. De ahí surge, en parte, la necesidad de digitalizar. Una vez que un documento se digitaliza, se puede consultar tantas veces como se quiera sin que se deteriore el original. Además, se vuelve más accesible, «a golpe de click». Así, la digitalización del Archivo es hoy una de las grandes líneas de trabajo de la institución. Sin embargo, es un trabajo tedioso y lento, y que requiere también, como puntualiza Toribio, importantes recursos económicos. Por ello, se va haciendo poco a poco y priorizando los documentos más importantes y consultados. En la web oficial se pueden consultar la mayoría de los fondos ya digitalizados. Pero Toribio puntualiza que la digitalización «no resuelve todos los problemas», ya que estos archivos también requieren mantenimiento: «Los archivos digitales también envejecen; hay que migrar formatos, revisar soportes, mantener copias de seguridad…», explica. Fotografía de la estación esterilizadora de la Gota de Leche y Beneficencia Domiciliaria de la Obra Social de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao. La imagen está fechada en la década de 1930, pero se desconoce el nombre del autor. (Archivo Municipal de Bilbo) Además, para quien no esté familiarizado con estos temas, en un archivo digital no siempre es fácil encontrar lo que se busca, especialmente si se trata de un documento concreto. Por ello, no son pocas las personas que todos los días acuden en persona al Archivo. Toribio distingue dos tipos de usuarios: por un lado, los trabajadores de las distintas áreas del Ayuntamiento, para quienes el archivo constituye un apoyo esencial en la gestión administrativa; y, por otro, la ciudadanía en general: desde investigadores que buscan información para sus estudios hasta ciudadanos que indagan en sus antepasados, arquitectos que necesitan los planos de un edificio o empresarios que consultan antiguas licencias. Acta de la Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento de Bilbo (1926-06-02). (Archivo Municipal de Bilbo) PROYECTOS REALIZADOS Y OTROS QUE SE QUEDARON EN PLANOS Entre los miles de documentos que custodia el archivo se esconden auténticas joyas, piezas únicas que merecerían ocupar un lugar en cualquier exposición sobre la historia de la villa. Destacan especialmente los planos de proyectos arquitectónicos, algunos que acabaron dando forma al Bilbo que hoy conocemos y otros que nunca pasaron del papel, pero que igualmente revelan la creatividad y las aspiraciones de cada época. Toribio nos muestra algunos, como el Palacio Olabarri, que Julián de Zubizarreta proyectó en 1894 para la familia Olabarri y que luego acogió a la Autoridad Portuaria de Bilbo; el palomar del Paseo del Arenal, construido en 1925 siguiendo el diseño del arquitecto Pedro Ispizua y derribado en la década de 1940 debido a la suciedad que acumulaba; o una casa bifamiliar construida en Deustu a finales de la década de 1950. Uno de los proyectos más destacados que se conservan es el del matadero diseñado por Ricardo Bastida en la primera década del siglo XX. Se trata de un ambicioso proyecto que nunca llegó a construirse, pero del que se conserva una documentación casi completa gracias a la minuciosidad del arquitecto bilbaino. Para empezar, redactó una memoria en la que analizaba el estado precario del antiguo matadero -ubicado en Matiko- y las necesidades de una instalación moderna capaz de dar servicio a la creciente demanda de la ciudad. Para ello, estudió modelos europeos y viajó a Alemania, donde visitó el matadero de Offenbach, recién construido, con el fin de conocer de primera mano los sistemas más avanzados. Recreación del proyecto de matadero municipal en el barrio de Iturrigorri. Lux (Archivo Municipal de Bilbo) Su propuesta incluía planos de planta y alzados, descripciones de la maquinaria y cálculos estructurales que contemplaban desde el peso de las reses hasta la resistencia de los mecanismos de izado. También preveía espacios diferenciados para la estabulación, el sacrificio y el lavado de vísceras, además de una zona reservada para futuras ampliaciones. Bastida incluso elaboró un cuadernillo de costes y financiación, consciente de que, como apunta Toribio con ironía, «el problema es siempre el mismo: el dinero. Esto no ha cambiado nada, ni en 1905 ni en 2025». De hecho, esa fue la razón por la que el Ayuntamiento no dio luz verde al proyecto, y no fue hasta 1946 cuando se construyó un nuevo matadero en Zorrotza. Todos estos planos nos muestran también la evolución de las técnicas y soportes utilizados por los arquitectos a la hora de presentar los proyectos a los responsables municipales. Vemos los entelados, utilizados especialmente en el siglo XIX, que destacaban por su resistencia y flexibilidad. A principios del siglo XX se populariza el papel vegetal, también llamado papel cebolla, que permitía hacer copias, aunque resultaba más frágil. Con el avance del siglo XX comienzan a emplearse cada vez más las copias fotográficas y reprografías, como los diazotipos o blueprints. Plano del proyecto municipal del matadero de Iturrigorri, diseñado por el arquitecto Ricardo Bastida (1905-04-30). (Archivo Municipal de Bilbo) FOTOTECA La fototeca municipal es otra parte esencial del archivo. Contiene negativos de vidrio y plástico, copias en papel y versiones digitalizadas. Las fotografías documentan la evolución de la ciudad. «Muchas de las imágenes proceden de fondos municipales, pero otras nos llegan por donación o cesión de particulares. Hay familias que traen sus fotografías, y eso nos permite documentar calles, edificios o escuelas que ya no existen. La fotografía da vida al plano. Puedes ver cómo se construye, cómo se habita, cómo se transforma la ciudad», comenta Toribio. Como ejemplo de ello, la responsable del archivo nos enseña una colección de fotografías que el Ayuntamiento mandó realizar en 1947 en todos los colegios de la villa. A través de estas imágenes se puede observar cómo eran las aulas en aquella época, cómo se distribuían los pupitres, los materiales con los que trabajaban los alumnos y profesores, y hasta cómo iban vestidos. Más allá de ser un simple registro escolar, estas fotografías permiten asomarse a parte de la vida cotidiana de la ciudad, mostrando cómo ha cambiado Bilbo y, al mismo tiempo, mantiene ciertas formas. Tal y como subraya Toribio, el Archivo Municipal de Bilbo «no solo conserva la historia de la ciudad: la comparte y garantiza que sea accesible». Cualquier ciudadano puede acudir y consultar documentos, planos o fotografías, siempre con la ayuda experta de las trabajadoras y trabajadores del archivo, que facilitan la búsqueda. Así, la memoria de Bilbo sigue viva, accesible y al alcance de todos. «La digitalización no resuelve todos los problemas. Estos archivos también necesitan un mantenimiento» «El problema es siempre el mismo: el dinero. Esto no ha cambiado nada, ni en 1905 ni en 2025» Las actas plenarias destacan no solo por su valor histórico y político, sino también por su cuidada encuadernación