NOV. 23 2025 LITERATURA El nacimiento de la incertidumbre Kepa Arbizu {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} Las guerras, más allá de su mortuorio dialecto, siempre terminan por representar la frontera entre el final y principio de una época. Su rastro de escombros significa igualmente el destino hacia una reconstrucción que, inevitablemente, camina bajo el peso de las ruinas. No es casualidad, por lo tanto, que esta novela de la autora británica se sitúe en un tiempo donde todavía se intuye el eco de los cañones, un paisaje desolador transformado en escenario para que dos jóvenes hermanas tomen rumbo hacia la madurez, un tránsito que a su manera también supone un conflicto casi bélico. De personalidades opuestas, Evelyn y Moira, nombres de las protagonistas, sin embargo comparten y se complementan a la hora de descorrer el telón que inaugura la edad adulta. Un proceso que rastrean entre fiestas donde la bohemia actúa como un decorado de cartón piedra en el que, sobre todo las mujeres, sienten a menudo la invisible e incómoda necesidad de participar en rituales de interacción social. Una coreografía de cortejos apáticos, apariencias y clasismo donde las primeras pulsiones germinan temblorosas. Pero no es dicha zozobra existencial un ingrediente asociado en exclusividad al rezumar de los instintos. Al contrario, son la correa de transmisión de ancestros biológicos y sociales que han enmascarado entre convenciones y prestados vestidos de gala su afligido deambular. Un titubeante pasado -expuesto en estas páginas con sutilidad en forma de narración intergeneracional- del que los portadores del presente pretenden escapar y al que paradójicamente no pueden evitar imitar en sus desacompasadas coordenadas. Es precisamente en el retrato de todo ese sustrato costumbrista donde la autora -y su obra- despliega sus múltiples y talentosas aptitudes. Un catálogo de virtudes que se sustenta en una conversión de la cotidianidad en idioma artístico, alquimia prestada de Henry James, a través de una acumulación de diálogos donde lo anodino acaba delineando el perímetro de lo trascendental. Tessa Hadley no se presenta, nunca lo hace, con el ánimo de dictar sentencia ni sobre sus personajes ni sobre su contexto, lo que tampoco significa otorgarles la salvación por decreto. Ella, y es un gran valor añadido a su escritura, acompaña a su creación sin guiarle hacia el camino de salida pero compartiendo todos sus sentimientos, esos que se acumulan desordenados pero fascinantes cuando llega el momento de despedir la niñez, un tiempo para resolver incógnitas mientras emergen nuevas interrogantes. De personalidades opuestas, Evelyn y Moira, nombre de las dos protagonistas, sin embargo comparten y se complementan a la hora de descorrer el telón que inaugura la edad adulta