DEC. 06 2015 CINE «Lost Soul» MIKEL INSAUSTI {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} La práctica imposibilidad de ver “Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley’s Island of Dr. Moreau” en las pantallas de cine por los problemas de distribución que aún tienen que soportar algunos documentales hace que “Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau” deba ser recuperado en su edición en DVD. Es un documental cinéfilo que reconstruye el desastroso rodaje de “La isla del Dr. Moreau” (1996), a la manera de otros similares que versan sobre proyectos imposibles como el “Dune” de Jodorowsky o “El Quijote” de Terry Gilliam. Lo grave del caso que nos ocupa es que al prometedor cineasta sudafricano Richard Stanley acabó costándole su carrera y ya no pudo recuperarse de aquel descalabro. Stanley se había convertido en un cineasta de culto con tan solo dos largometrajes dentro del género fantástico: “Hardware” (1990) y “Dust Devil” (1992). “La isla del Dr. Moreau” iba a suponer su gran salto a Hollywood, siendo un proyecto personal que había acariciado desde sus comienzos y con el que venía soñando desde que leyó la novela de H.G. Wells en su niñez. Pero en el estudio New Line Cinema nunca confiaron en sus posibilidades como director y, desde el primer momento, quisieron arrebatarle su creación para ponerla en manos de algún cineasta de mayor experiencia y con más nombre. Después de pensar en Roman Polanski, despidieron a Stanley del rodaje, siendo finalmente sustituido por el veterano John Frankenheimer, quien completó la película para tratar de salvar la ruina económica que había provocado la accidentada filmación, con tormentas tropicales incluidas. Pero ya era tarde y el resultado carecía de sentido, por lo que la recepción crítica y de público fueron terribles. La idea original de Stanley había sido traicionada y desposeída de toda su ambición y, al final, “La isla del Dr. Moreau” (1996) fue montada como un rutinario producto comercial que ni siquiera alcanzaba el mínimo de exigencia de una obra que ya había sido llevada al cine con anterioridad. Se queda infinitamente lejos de la versión clásica de Erle C. Kenton “La isla de las almas perdidas” (1932), protagonizada por Charles Laughton y Bela Lugosi; e incluso de la posteriormente realizada por el artesanal Don Taylor “La isla del Dr. Moreau” (1977), con un reparto estelar formado por Burt Lancaster, Michael York, Barbara Carrera, Richard Basehart, Nigel Davenport y Nick Cravat. Consciente de la calidad actoral de este precedente inmediato, Stanley quería reunir un elenco todavía superior y por eso fue a convencer en primer lugar a Marlon Brando, para que, en torno a su aureola mítica, se fueran sumando más famosos. Para ganarse el favor de Brando, Stanley le contó que era bisnieto del legendario explorador Henry M. Stanley, en quien se inspiró el novelista Joseph Conrad para escribir “El corazón de las tinieblas”, creando el personaje que el actor interpretaría a las órdenes de Francis Ford Coppola en “Apocalypse Now”. Pero Brando, que se encontraba ya en plena decadencia y con sus aires de divo trasnochado, lo único que hizo fue ponerle las cosas difíciles a Stanley como director. Se pasó el rodaje con una cubitera de hielo en la cabeza y se empeñó en teñir de pintura blanca la piel del doctor. No quería a su lado al actor Marco Hofschneider, prefiriendo a un enano llamado Nelson de la Rosa, que dio lugar a la posterior caricatura de Mini-yo en la saga cómica “Austin Powers”. No acababa ahí la cosa, debido a que Val Kilmer entró en una guerra de egos con el máximo protagonista, poniendo tantas o más exigencias que él. Esto hizo que los secundarios fueran totalmente ninguneados, entre ellos David Thewils, Ron Perlman, Fairuza Balk, Mark Dacascos o Temura Robinson. El caos era tal, que el propio Stanley se coló como figurante y pasó desapercibido bajo los efectos de maquillaje de Stan Winston.