MAR. 13 2016 CINE «El bar» MIKEL INSAUSTI {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} Se había hablado mucho sobre la intención de Álex de la Iglesia de rodar en México su ansiado proyecto de homenaje a “Santo, enmascarado de plata”, reavivando el ciclo cinematográfico clásico dedicado a tan emblemático personaje de la lucha mexicana, pero todavía tendrá que esperar por las complicaciones de la necesaria coproducción internacional. Así que, de momento, ha preferido ponerse a trabajar en otra película más modesta, con tal de no perder la continuidad profesional, tan importante en el oficio de cineasta. Con una idea que la podía desarrollar sin problemas dentro de la capacidad de su productora Pokeepsie Films, fundada junto a su actual pareja, Carolina Bang, y que en principio, no se diferencia mucho en cuanto a esquema interno de su previa “Mi gran noche” (2015), ya que insiste en el grupo de personajes encerrado en un único escenario. La principal y mayor diferencia radica en que “El bar” no quiere ser una comedia coral al uso, sino un thriller claustrofóbico lleno de tensión y suspense. Para dar una pista al respecto, en las entrevistas que Álex de la Iglesia ha concedido durante el rodaje en decorados, ha reconocido que, dentro de su filmografía, “El bar” conecta tanto con su mítico cortometraje inicial “Mirindas asesinas” (1991) como con “La comunidad” (2000). Y en lo que a las referencias cinéfilas se refiere, ha preferido inclinarse por “Río Bravo” (1959), de Howard Hawks, y por la evolución de dicho western en la versión urbana y policiaca de John Carpenter en “Asalto a la comisaría del distrito 13” (1976). Y aunque no hace falta que lo mencione expresamente, sabida es la devoción que el de Bilbo siente por Luis Buñuel y “El ángel exterminador” (1962), maestro del que ya tomó en “Mi gran noche” el pretexto de un encierro absurdo, cuyos verdaderos motivos permanecen ocultos provocando gran inquietud. En “El bar”, al igual que en la ópera prima de Peter Bogdanovich “Targets” (1968), es un francotirador quien simboliza la presión externa que no permite a los encerrados salir del local en el que permanecen y que en aquel caso se trataba de un autocine. La amenaza del francotirador vuelve a ser en “El bar” el recurso de guión que fuerza a los clientes del ficcional bar Amparo, que toma el nombre de su dueña, interpretada por la actriz Terele Pávez en su séptima colaboración con Álex, a tener que convivir durante un tiempo se conozcan o no entre sí. Uno de los carteles promocionales vistos en Internet muestra las letras del bar invertidas, aludiendo a que durante esa situación extrema, aflorará la verdadera personalidad de cada cual, dejando a un lado las apariencias. Esa inversión de roles va a dar lugar a escenas crispadas, cada vez más alejadas del humor costumbrista con que se abrirá la narración. En este punto de partida, el director y su guionista habitual Jorge Guerricaechevarría se inspiraron en el bar El Palentino, de la madrileña calle Pez y que solían frecuentar cuando se movían por el barrio de Malasaña. Sobre todo en su ambiente matinal, cuando coinciden el barrendero con el ejecutivo despistado que va a trabajar o el indigente que busca refugio del frío con el hipster atraído por la autenticidad y estética «vintage» de una típica vieja taberna, en la que no puede faltar su parrilla para hacer tostas. Álex de la Iglesia vuelve a repetir con Terele Pávez y otros tantos intérpretes de sus películas recientes, porque le gusta trasladar al cine el formato de la compañía teatral con actores y actrices acostumbrados a trabajar juntos. El hipster es un nuevamente transformado Mario Casas, mientras que el papel de la ejecutiva que entra en el Amparo para recargar su móvil recae en Blanca Suárez. También están Joaquín Climent, Secun de la Rosa, Carmen Machi, el argentino Alejandro Awada, Jordi Aguilar y Jaime Ordóñez.