APR. 17 2016 PANORAMIKA Perdurar IKER FIDALGO ALDAY {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} Cuando el difunto José Luis Brea hablaba de las eras de la imagen, diferenciaba tres periodos. La era de la imagen-materia se trataba de aquella en la que material e imagen eran inseparables y tenían una condición de duración. La era de la imagen-fílmica, donde a pesar de existir un soporte (celuloide, revelado), la forma de asociarlo a él no era tan firme como la anterior definición y la promesa de durabilidad eterna se sustituía por la potencia de la narración. Por último, la era de la imagen-electrónica, en la que la relación con el soporte es inexistente y se crean imágenes flotantes que no se deben a ningún espacio ni ningún tiempo y, por tanto, la noción de autoría y pertenencia se alteran, así como su condición de creación «única» e irrepetible. Sara Berasaluce (Gasteiz, 1992) nos lleva por un camino muy sugerente en la muestra que podremos disfrutar en la Sala Amárica de Gasteiz hasta el 15 de mayo. “Fueron” parte de seis fotografías extraídas del Archivo Fotográfico de Gasteiz y realizadas por Ceferino Yanguas, que regentó un estudio fotográfico en la capital alavesa entre 1920 y 1949. Caras anónimas, muecas, miradas que se enfrentan a la cámara y que se pierden en los márgenes de los encuadres son rescatadas por Berasaluce para redimensionar su tamaño y su protagonismo en una distribución con resonancias que conectan con Boltanski, así como una ocupación del espacio expositivo que nos interroga sobre la identidad de esos rostros. La imagen revelada es digitalizada y convertida en elemento expositivo, en un dispositivo artístico que es inherente a lenguajes y códigos propios de la exposición contemporánea. Sale de su intimidad como memoria olvidada y conservada en la invisibilidad del archivo, para exponerse en un ejercicio poético en el que pasa de ser registro a obra de arte. Entonces, la durabilidad cambia de frecuencia, del negativo o la imagen emulsionada a producción artística cuya conexión con la contemporaneidad la resitúa a su vez como imagen en redes sociales, difusión en prensa o catálogo de arte. Por tanto, el periplo del rostro registrado por Yanguas aún no acaba en la exposición, sino que, como memoria archivada, formará parte de otra memoria, la que permanece en el recuerdo del visitante, en el lector del suplemento cultural o en la usuaria que le dio «like» y contribuyó a difundir el proyecto en perfiles y redes sociales. La exposición de Jesús Lizaso (Barakaldo, 1961) se inserta en otros aspectos de lo perdurable. En “Re-flexión”, el escultor muestra una serie de piezas en las que el aspecto simbólico o conceptual es inseparable de la creación matérica. Las 27 obras que la Sala Rekalde de Bilbo contiene hasta el 1 de mayo denotan un gran dominio técnico y plantean un diálogo en el que la madera y el metal llevan la voz principal. Volviendo a Brea, las esculturas de Lizaso asumen una promesa de eternidad como seres solitarios, piezas que, a pesar de su relación, son creadas una a una y conviven con el mundo desde su propia identidad como imagen-materia. Por otro lado, al igual que el contexto de Berasaluce, pertenecen a un tiempo en el que la imagen se desdobla en múltiples versiones y con ellas, nuestra forma de experimentarlas y atravesarlas, ya que pertenecemos a una era en la que la sobreexposición al mundo visual nos convierte en consumidores que conviven con lo tangible y lo permanente, con aquello que se desecha al instante y con lo que queda perdido en la sobreabundancia de lo digital.