7K - zazpika astekaria
MIRADA AL MUNDO

lo grande es bello en costa de marfil


Ellas se embadurnan de la grossifesse, la pomada milagrosa de nombre revelador, porque en Costa de Marfil «lo grande es hermoso». En Abidjan, las esqueléticas supermodelos del estilo de Kate Moss y compañía no tienen nada que hacer, porque los cánones de belleza en África son otros. «En Costa de Marfil, para estar guapa, una tiene que tener unas buenas caderas», nos dice Sarah. La explicación es que las curvas son vistas como un signo de opulencia y de buena salud, explica el politólogo Jean Alabro, porque auguran «una maternidad gloriosa», para la que «las nalgas son un buen asiento».

En consecuencia, que si en Occidente todo es estrechar, aquí la cuestión consiste en expandir. Evelyn es una vendedora de grossifesse, también conocida como «crema botcho», en el mercado de Treichville, el más grande de la capital económica de Costa de Marfil. En nouchi, el lenguaje de la calle, botcho significa «ancha parte trasera». Según el prospecto, este ungüento está hecho a base de aceite de hígado de bacalao, miel y manteca de karité, y tiene un éxito sin precedentes. «Es lo que más vendo», añade Evelyn, quien también vende una crema «pechos bonitos» y otra llamada «bazooka», que «afirma y aumenta los miembros masculinos». Al día vende decenas de cremas, entre 15.000 o 25.000 francos CFA (entre 23 y 38 euros) la unidad. Una fortuna en Costa de Marfil. En su pequeño quiosco, dos cajas grandes esperan ser enviadas al vecino mercado de Ghana. Los resultados están garantizados al cabo de 30 días, dice Evelyne: «No es como con las pastillas, que sí engordan, pero luego pierdes volumen enseguida». Estos medicamentos «engordantes» proceden de países anglosajones, principalmente de Nigeria. Contienen corticoides y tienen numerosas contraindicaciones: generan diabetes, hipertensión o infecciones, llegando a provocar el coma, como advierte Fatima Ly, dermatóloga de Dakar. En la capital de Senegal, estos medicamentos falsos se han convertido en un problema de salud pública.

De consecuencias menos peligrosas son los «culos falsos», una especie de faja acolchada que adquiere Christine en Abidjan. «Es para mi hija», explica esta jubilada de 56 años. «Yo ya tengo un buen trasero, pesado de llevar», bromea. De moda desde hace cinco años, estos traseros supletorios se los quitan de la mano a Kader Camara, el dueño de la tienda. Su precio: 9.000 francos CFA (13,7 euros). «Antes, las mujeres, para ir a bailar, se ponían una falda encima de la otra», recuerda. También tiene pistolets para los muslos.

La cuestión es ampliar la talla. En la República Democrática del Congo se corrió el bulo de que los cubitos Maggi, tomados en forma de supositorio, eran efectivos. Es falso, por supuesto, pero la práctica ha dado lugar hasta a una canción. Y las que tienen más dinero suelen optar por una operación de cirujía estética. De hecho, el cirujano plástico parisino Robin Mookherjee viaja cada mes en Dakar y por su consulta pasan centenares de pacientes de África Occidental... e incluso de Mali, con clientas que se le presentaron en cuanto pararon los combates en Tomboctú.