JUN. 12 2016 los artesanos de hoy La artesanía de los nuevos tiempos Agrupados en colectivos de artesanos que pretenden continuar con su trabajo, la artesanía ha sobrevivido contra viento y marea a las leyes de mercado y a la competencia de productos de bajo coste procedentes de otras economías. Reivindican el trabajo bien hecho, la calidad de los materiales, la autenticidad de sus piezas y la forma de llevarlas a cabo. Miren Sáenz {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} La artesanía, esa actividad pequeña, pero a la vez grande y diversa, que se practica desde tiempos inmemoriales y en todo el planeta, sigue defendiendo su sitio. Lo hace en la rutina diaria a través del trabajo que los artesanos y las artesanas realizan en pequeños talleres que adquieren visibilidad fundamentalmente en las ferias donde, además de dar salida a sus productos, cambian impresiones con homólogos, curiosos, coleccionistas o clientes. Reflejo de la cultura, la historia, la geografía e incluso el clima de cada territorio, la variedad de los artículos artesanos, en muchos casos, tienen bastante que ver con las costumbres locales. En Euskal Herria son especialmente famosas las tallas de piedra y de madera, pero también hay un importante gremio de joyeros, lo que termina notándose en la producción del país. Entre el trabajo y la tradición, el diseño y el arte, en forma de objetos decorativos o prácticos, pero también alimenticios, la artesanía sobrevive en las ferias a la realidad de la globalización y a la competencia que le hacen esos productos de bajo coste derivados de procesos industriales que inundan el mercado. El próximo fin de semana será el turno de la Feria de Artesanía de Nafarroa, organizada por Naparlur, el colectivo que agrupa a los artesanos navarros. Se trata de la décima edición de este evento desde que se instaló en la Plaza del Castillo y, para conmemorar la década, sus organizadores han ideado un plan más ambicioso en el que 29 stands –otros tantos se han quedado fuera por exceso de cupo– compartirán espacio con talleres y exhibiciones centrados en asuntos marítimos. De esta manera, durante tres días esperan convertir el corazón de Iruñea en un puerto con su propio astillero. Se han propuesto «transportar el mar a la Plaza del Castillo» y pretenden conseguirlo con fondos marinos y bateles. Tanto el viernes como el sábado y el domingo se impartirá un taller de iniciación al Gyotaku, una antigua técnica japonesa sobre estampación de peces. Los mismos días los carpinteros riberos trabajarán una pieza del ballenero San Juan, en otro guiño a la colaboración navarra con Albaola, porque la cuerda además la ponen los de Viana. Se exhibe también el batel Maribeltz, cuya primera botadura se remonta a 1945 y su restauración ha llenado unas cuantas páginas. Mientras, se anuncia una exposición móvil sobre la historia marítima vasca del siglo XVI. Marta Chivite y Maider Uli están al frente de la organización de esta feria, como representantes de Naparlur. Chivite suma 30 años en el oficio y casi otros tantos, unos 28, organizando ferias. Esta donostiarra, afincada en Nafarroa, empezó probando en la cerámica pero enseguida se pasó a los bolsos, carteras, mochilas… y a todo lo que se puede realizar con cuero, su material de trabajo predilecto. Artesana de profesión y por vocación, admite que su dedicación a esta actividad que lleva a cabo en el taller de Areso que comparte con su pareja, Ramón Algueró, fue por ideología: «No quería entrar en un entramado de mercado, quería buscar algo alternativo. También hay quien llega por amor al arte –casi todos en su doble sentido– y porque le gusta trabajar con las manos», ríe Chivite. Hay más razones que pesaron en su decisión. La calidad del trabajo, los materiales utilizados, el diseño, la personificación de cada objeto sin olvidar que el trabajador que lo realiza es una persona; se trata de evitar «la explotación para hacer un trabajo digno, creativo en el que es importante con qué sentimiento están hechas las cosas. El artesano disfruta de su trabajo», resume. La artesanía –término derivado de artis-manus que significa arte con las manos– dependiendo del lugar y del objeto, ha ampliado su catálogo y sus métodos. Va con los tiempos: «Solo cuando no existían enchufes y máquinas se entendía la artesanía de otra manera. Hoy en día casi nadie lo hace todo a mano. Esto no es una fábrica, no se repite y no se trabaja en serie sino tratando las cosas de una en una. Pero esto no significa que no utilices un torno o una máquina de coser. Sí existe mucho componente manual. No intentamos recrear lo que hacían en otros siglos, sino todo lo contrario. Intentamos evolucionar, pero sin perder de vista que estás haciendo una pieza, no un molde para sacar mil piezas», explica. Savia nueva. Chivite reconoce que se puede vivir de la artesanía, ella misma es la prueba, aunque también hay quien ha tirado la toalla. «Muchos de los de antes ya no están, se han quedado en el camino. En su momento hubo un vacío, pero la artesanía se ha recuperado y hay gente nueva. Los jóvenes tienen otra conciencia. Les veo más preparados para salir adelante. Son más listos y están mejor formados. Muchos vienen de escuelas de artesanía o de diseño». Su procedencia es diversa. Algunos han pasado por la facultad de Bellas Artes, otros acuden desde la Escuela de Cerámica de la Bisbal, en Catalunya, e incluso hay quién ha recuperado el olvidado taller familiar y se ha puesto manos a la obra o directamente es autodidacta. Savia nueva menos experimentada, pero en algunos casos más preparada, al menos, académicamente y en el manejo de las redes sociales, un instrumento que a algunos les permite mostrar sus obras e incluso anunciar sus salidas. Se trata de otra puerta abierta en la red para aquellos talleres más alejados de los centros urbanos, que lo mismo sirve para anunciar las próximas citas que para establecer contacto, porque también los artesanos tienen seguidores en internet que les visitan en las ferias. Concebidas como lugares de venta, son además sitios de encuentro que en muchos casos coinciden con las fechas del calendario relacionadas con las compras y la temporada de regalos o en las de previsible aumento de visitantes. Es el caso de la que se organiza en Donostia en navidades, o en los grandes acontecimientos culturales como Jazzaldia o Zinemaldia. Por mencionar algunas más: Eskutartie coincide con la primavera bilbaina, Artisau con la Navidad gasteiztarra o Euskal denda con Durangoko azoka. Entre el mercadillo y la feria. Chivite sugiere también que no hay que confundir feria de artesanía con mercadillo y recuerda que ha habido unos años de cierta confusión. «Estábamos equivocando la venta de artesanía con la reventa de lo que se realiza en otros países, que, por la forma del trabajo y la de contratación, tienen otros precios». En estos tiempos tan tecnológicos de producción en serie en el que se prima lo instantáneo, Chivite opina que la artesanía ha pasado momentos peores que el actual: «Fue cuando la gente todavía no había comprobado qué es comprarse una cosa y que le dure 15 días. Creo que ahora empieza a distinguir y a apostar por un material decente. Cuando tú compras en una feria el material no tiene nada que ver, aunque material bueno también hay en el mercado industrial –piel, plata… por ejemplo–, pero con precios indecentes que la gente no se los puede permitir. Por un lado, ofrecemos cosas que no puede ofrecer la fábrica, eso nos salva un poquito. Generalmente, en la artesanía el tema de los materiales se mira mucho. Que sean de calidad y no sean contaminantes». Y la venta es directa algo esencial en su filosofía, porque el comprador «tiene conocimiento de tu trabajo» y la cercanía les permite saber lo que les interesa a sus clientes. A la pregunta de si ¿tiene futuro la artesanía?, responde bromeando con un «mientras tenga presente me conformo, pero sí, espero que sí».