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PANORAMIKA

(Re) leer


La entrada de las cámaras de vídeo caseras en los años 80 y la posterior explosión de lo digital debilita el famoso mito de la mirada del artista. La producción masiva de imágenes resta importancia a los procesos de observación, y la distribución constante diluye las opciones de un consumo crítico indigestado por la sobreproducción. A pesar del tono elevado –casi esotérico– que la susodicha mirada ha abanderado durante muchos años, es innegable que los procesos creativos en torno a la creación de imágenes necesitan a su vez de procesos reflexivos que parecen cada vez más ajenos a nuestros días. Cualquier fotografía de la era pre-digital nos lleva siempre a comparativas con el mundo actual. Si de ella se decía que superaría a la pintura, la técnica analógica se queda atrás con la revolución del megapixel y aun así ambas disciplinas siguen vivas, activas y superando claramente la mera misión de la representación realista y figurativa. Por eso, enfrenarse a estas exposiciones que reseñamos provoca interesantes lecturas de lo contemporáneo y de nuestra relación con las imágenes que pueblan el mundo de lo visual.

Juan Mieg (Gasteiz, 1938) pasa por ser uno de los pintores más relevantes de nuestro panorama. El Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz acoge hasta el 4 de setiembre una muestra del artista alavés compuesta por diez piezas de gran formato. Frente a la exposición “Xuxurlaka” que en 2014 realizó en Artium, en esta ocasión las obras se encuentran en una sala prácticamente cuadrada, incluso pequeña, provocando una visión general del contenido con un solo golpe de vista. Después, cada una de las composiciones aparece como un pequeño desafío. Sin carteles de título o fecha –incluso sin la recurrente hoja de sala–, la ausencia de directrices interpretativas supone una llamada a la responsabilidad de la mirada con la que se enfrenta, actuando como inputs en los procesos perceptivos. Será nuestro trabajo culminar la obra y cerrar los procesos iniciados por Mieg. Mientras tanto, si en un vistazo general podremos intuir formas ordenadas, organizadas casi como mapas o vistas aéreas, la atención en el detalle nos permitirá descubrir pequeños espacios de caos donde el óleo se deposita desde los propios tubos y la masa de pintura parece negarse a la domesticación de la pincelada.&hTab;&hTab;&hTab;&hTab;

Por su parte, y también en la capital alavesa, la sala Amárica presenta hasta el 11 de setiembre una serie de fotografías de la desaparecida Piedad Isla (Palencia, 1926), una etnógrafa y fotógrafa que retrató el mundo rural y el entorno que le rodeaba desde una particular sensibilidad. Ella misma formaba parte de ese lugar, evitando por tanto la figura del observador ajeno. Las instantáneas trascienden del mero interés documental, asumiendo los tintes poéticos que proporcionan la nostalgia por lo desaparecido y la captación de un instante eterno. Los retratos cuentan con nombre y fecha, son personas dueñas de su misma existencia en la inmortalidad que proporciona el revelado fotográfico. Por otro lado, la vida discurre ante los ojos de Isla y ella es capaz de captar momentos irrepetibles, tan cotidianos como forzados, tan naturales como impostados ante la presencia del objetivo, estimulando la memoria como cuestionamiento de nuestra forma de vivir el presente.