SEP. 18 2016 CINE «Hacksaw Ridge» MIKEL INSAUSTI {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} Estamos asistiendo al principio de lo que apunta a la recuperación total de Mel Gibson, tanto en su faceta de actor como en la de director. Como actor tiene la oportunidad de demostrar que con 60 años todavía puede protagonizar cine de acción, gracias a la recién estrenada “Blood Father”, una producción independiente europea realizada por Jean-François Richet. En la dirección vuelve por sus fueros con “Hacksaw Ridge”, impactante cinta bélica que ha presentado en la Mostra de Venecia, donde le estaban esperando las plumas al servicio de los grupos de presión que en EEUU han conseguido apartarle de la industria de cine. Todo encaja, porque si sus manifestaciones públicas antisemitas le han costado el ostracismo, ha sido otro lobby religioso el que ha acudido en su rescate. Así “Hacksaw Ridge” ha sido financiada inicialmente por la Iglesia Adventista del Séptimo Día, para después sumarse varias pequeñas compañías de producción hasta completar un presupuesto final estimado entre cuarenta y cincuenta millones, lo que para un género tan costoso como el bélico es una cantidad muy modesta, inferior a las cifras que manejan los grandes estudios de Hollywood. Podrán decir misa, pero Mel Gibson, problemático o no, es uno de los mayores genios vivos del cine estadounidense. Es un autor absolutamente consecuente con su forma de pensar, y único por la pasión y cruda visceralidad que pone en sus obras maestras. Cierto es que hasta la fecha solo ha podido completar cinco largometrajes, pero todos ellos arrolladores de principio a fin. “El hombre sin rostro” (1993), “Braveheart” (1995), “La Pasión de Cristo” (2002) y “Apocalypto” (2006) son fruto de su torturada personalidad, y siempre hablan del sacrificio y el sufrimiento como única vía para sobreponerse al carácter destructivo del ser humano. “Hacksaw Ridge” ya es la quinta esencia de esa mentalidad a contracorriente, porque trata sobre Desmond Doss, el primer objetor de conciencia reconocido por el Ejército de los Estados Unidos, y además condecorado, circunstancia que vuelve aún más contradictoria a esta figura histórica. Mel Gibson se coloca una vez más en la diana de los francotiradores estadounidenses para autoinmolarse simbólicamente. La película, que dura más de dos horas, plantea en su primera parte el carácter pacifista del protagonista, que cree en unos EEUU bondadosos como los que describía Frank Capra en sus maravillosos melodramas. El estallido de la Segunda Guerra Mundial pondrá a prueba el idealismo del bueno de Desmond Doss, caracterizado por ese joven actor sin malicia que es Andrew Garfield. Cuando es llamado a filas no duda en practicar la no violencia, a pesar de ser maltratado y humillado por sus compañeros de cuartel, que lo tildan de cobarde y traidor a la patria. Pero cumple con su credo y nunca llegará a disparar una bala, dedicándose a hacer labores de enfermero y a salvar las vidas de los combatientes caídos en el campo de combate, rescatando a un total de 75 bajo el fuego enemigo. Y esto es lo que recoge la última devastadora hora, en la que Gibson no se ahorra ningún detalle para retratar la batalla de Okinawa como muestra de la capacidad mortífera de las naciones beligerantes. Una contestación en toda regla al culto a las armas típicamente yanqui, desde la óptica de alguien que es capaz de meterse de lleno en un baño de sangre para desafiar a los peores instintos criminales de sus semejantes. El estelar Andrew Garfield es secundado por Vince Vaughn, Sam Worthington, Hugo Weaving, Teresa Palmer, Rachel Griffiths, Luke Bracey, Ryan Corr y Ben O’Toole. En el apartado técnico destaca la fotografía del neozelandés Simon Duggan, quien dibuja con colores hirientes las explosiones que envuelven a los soldados en medio del fuego bélico.