SEP. 21 2025 PANORAMIKA Familia La exposición de Abel Azkona «Monumento a la familia», con cerca de quinientas piezas, está en el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz hasta el 28 de septiembre. (Jaizki Fontaneda | FOKU) Iker Fidalgo {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} El arte es muchas veces un medio de expresión. Una posibilidad de transmitir un mensaje, un proceso, una intuición o quizás una experimentación plástica. En la mayoría de las ocasiones, entre quien lo realiza y quien lo recibe, llamémosle público, hay una barrera o, mejor dicho, un cuerpo que toma forma de obra y que sirve como lugar de encuentro entre esas dos miradas. De entre todas las disciplinas artísticas, puede que la performance sea aquella que trabaja de manera más directa y cruda, sin ningún tipo de intermediación. De gran relevancia en las vanguardias artísticas del S.XX, la performance toma el cuerpo como elemento principal y protagonista, y da pie a que se desaten experiencias capaces de llegar a terrenos que de otra manera no habría sido posible. Desde hace algunos años, el campo de la performance a nivel estatal está marcado por un nombre propio, Abel Azcona (Madrid, 1981). Sin desmerecer a ninguna otra artista, puede que el creador criado en Iruñea haya llegado, más que otras compañeras de profesión, a trascender del mundo del arte en muchas ocasiones con apariciones en medios de comunicación, así como en otros contextos. Esto no es sinónimo de calidad o mérito, pero quizás sí sea una señal de que aquellas cuestiones que Azcona trabaja con sus piezas han sido capaces de tocar algunas fibras más allá de lo habitual. El trabajo de Azcona está marcado por una biografía muy dolorosa. Abandonado desde su nacimiento y maltratado durante su infancia, ha utilizado el arte como una exploración, pero también como catarsis, y puesta a prueba de resistencia física y emocional. La creación ha servido como un vehículo para expresar y compartir un dolor íntimo y personal, llevándolo a una categoría de proceso político en el que el artista ha llegado incluso a sufrir procesos judiciales. Las piezas de Azcona, a las que le rodea siempre la violencia, no solo física y autoinflingida, son un arma arrojadiza contra la moral impuesta y el poder establecido. El Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz y su imponente Depósito de Aguas son el escenario para una ambiciosa exposición en la que el artista reúne toda su obra en torno a la familia, hasta el último domingo de septiembre. Sus procesos de búsqueda, sus violencias, sus enfrentamientos contra sus abusadores o su relación con el abandono, se despliegan en una colección de casi quinientas piezas. La muestra “Monumento a la familia” ha sido comisariada por Dani Castillejo e impresiona tanto por la apabullante cantidad de trabajo que hay tras su despliegue como por el contenido de cada una de las obras. Azcona nos interpela y nos asoma a su abismo personal, que es en el fondo un precipicio que pertenece a nuestra sociedad. Un relato propio que comparte casi por necesidad, como manera de exorcizar su dolor, pero también como una prueba de que el arte es capaz de revelar, de luchar y de sanar.