DEC. 07 2025 IRITZIA Navidad desigual David Fernàndez {{^data.noClicksRemaining}} To read this article sign up for free or subscribe Already registered or subscribed? Sign in SIGN UP TO READ {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} You have run out of clicks Subscribe {{/data.noClicksRemaining}} Al cuento nunca le salen las cuentas. Y la Navidad, hastiedad de consumo, va por barrios, como la vida misma. Y sobre todo por código postal. En Barcelona, la ciudad que ya no es de los prodigios, entre el barrio más rico -Pedralbes- y el más pobre -Torre Baró, el de “El 47” todavía- hay solo 11 kilómetros de distancia y más de 11 años de esperanza de vida de diferencia. Este verano leía, como si releyera a Dickens, los datos del índice de Gini en Catalunya. Aparentemente, por comparación, una de las sociedades más ricas del Estado y, al mismo tiempo, la cuarta más desigual en el podio de las inequidades. Un informe de ESADE cuantificaba que el 1% más rico de Catalunya detenta ya el 27,5% de la riqueza, y que el 10% más rico -sin el 1% ultrarico- concentraba el 32%. Es decir el 11% acumulaba el 59,5% del pastel. La factura alguien tiene que pagarla, claro está: el 50% más pobre se tiene que repartir el escaso 5,8%. Y un 40% intermedio, el 34,7% restante. La cifra, desgraciadamente, no tiene nada de nuevo. Remite a una foto estática que cada día empeora. Incluso los más conspicuos portavoces del mercado libre ya reconocen que el crecimiento económico se ha desacoplado completamente del bienestar social. El caso catalán es elocuente. Catalunya se sitúa en el número 70 de las regiones de la UE en el ranking macroeconómico del PIB, pero desciende hasta la posición 135 en el ranking -tan oficial como el PIB- del IPS (Índice de Progreso Social). Más riqueza, más desigualdad. Fin del mito nihilista neoliberal. En cualquier caso digamos, con Imanol Zubero, que lo que hoy es antológicamente histórico no es la salvajería del libre mercado -eso lo sabíamos desde antaño y casi que desde el minuto cero-. Lo geométricamente histórico es nuestra antológica pasividad y cómo retroalimentamos la trampa esclava que nos encarcela. Nos roban, sí; nos dejamos robar, que es aún peor. La maldición neoliberal nos trae ya unas desigualdades sociales en metástasis y el sueño húmedo thatcheriano -no hay sociedad, solo mercado- ha devenido en pesadilla cotidiana. La paradoja ante el auge brutal de las desigualdades sociales es que, para marear la perdiz y jugar al avestruz, se recurre machaconamente a hablar de “multireincidentes”, a no dejar nunca de decir que “hay derechos pero también deberes” o a pontificar que “siempre son los de siempre”. Estoy inversamente de acuerdo. Completamente. Empezando por la última: sí, siempre son los de siempre, ubicados arriba a la derecha, los que trinchan y trincan vidas ajenas. La cantinela de no hay derechos sin deberes a ver cuando se la cuentan a la eterna lista de evasores y elusores fiscales y a los gestores de las cuatro amnistías que les ha regalado la “democracia”. Y para multireincidentes, sin duda alguna, los sospechosos habituales de la depredación social. Los hooligans del mercado libre. Los de la kale borroka de la especulación. Los sádicos del látigo ultraliberal. Horrela dago egoera. Lo geométricamente histórico es nuestra antológica pasividad y cómo retroalimentamos la trampa esclava que nos encarcela. Nos roban, sí; nos dejamos robar, que es aún peor. La maldición neoliberal nos trae ya unas desigualdades sociales en metástasis y el sueño húmedo thatcheriano -no hay sociedad, solo mercado- ha devenido en pesadilla cotidiana