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CRÍTICA «Trote»

Marcada a fuego con el hierro de los caballos


El cine actual más próximo al que se está haciendo en euskara es el gallego, y me imagino que tendrá que ver con la presencia irreductible de lo rural en la vida urbana, lo que equivale al choque entre tradición y modernidad. Pero también se da una cercanía de estilo visual, y así esta ópera prima del hasta ahora cortometrajista Xacio Baño recuerda en su austeridad bressoniana a la respectiva de nuestro Imanol Rayo. Esperemos que el de Lugo no tenga que esperar tanto para rodar su segundo largometraje como el autor de “Bi anai”, y que el paso de “Trote” por los festivales de Locarno y Donostia (Zabaltegi-Tabakalera) sirva pare reconocer a un debutante sobrado de talento expresivo.

Baño posee una estética muy personal destinada a hacer reconocible su obra, y que se fundamenta en el uso y abuso consciente de las distancias cortas. El foco siempre está encima de los seres animados y de los objetos, con una clara predisposición hacia el plano detalle. Sus tomas son muy cerradas, con encuadres asimétricos y cortados, lo que deriva en angulaciones opresivas. En su primer largometraje utiliza además un tipo de travelling especialmente diseñado para la ocasión a modo de movimiento trotero, siguiendo por detrás cámara en mano a los personajes cuando andan por el monte, de tal forma que se sienten las irregularidades del terreno. Una dinámica que se vuelve totalmente coreográfica en la secuencia coral de la verbena, con el baile del caballo y sus pasos acompasados hacia adelante y hacia atrás.

En “Trote” hay un gran director, pero también una grandísima actriz. María Vázquez hace un trabajo tan físico, que incluso cuando muestra sus manos son las de una mujer trabajadora y no las de alguien de la farándula. Cuando llega el momento climático de la fiesta de Rapa Das Bestas parece que en lugar de marcar con el hierro candente a los caballos es a ella a la que quieren domar.