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AZKEN PUNTUA

El silencio también cuenta


Mi hija Irene tenía diez años y, acabada la cena y fregados los platos, nos sentamos a ver una película. Media hora más tarde todavía no habíamos cambiado de canal. Buen indicio. En la pantalla, un anciano, sentado en el extremo de una mesa vacía, apartó su plato lentamente, apuró el vino que quedaba en el vaso y quedó absorto, quién sabe pensando qué, mientras una niña bajaba, muy despacio, unas escaleras… y entonces Irene me preguntó: ¿Por qué no hay música? Cierto, no la había. Creo que la película era española. Acostumbrados al cine “americano”, nos sorprendía que la banda sonora la aportaran las descalzas pisadas de la niña en la escalera o el silencio del hombre cabizbajo. ¿Por qué no había una orquesta que evitara el silencio? Hace muchos años que, también en Europa, se ha impuesto ese “americano” modo de producción y no solo en el cine. También en la televisión. La velocidad manda. Prohibidas las pausas. Los tertulianos escupen las palabras sin respirar. ¡El que calla, pierde! Censurado el silencio. Hasta en las entrevistas, preguntas y respuestas compiten con la música de fondo por hacerse oír, pero sea en el cine, en la televisión o en la vida real, el silencio no es un desperdicio, ni un agujero negro, una anomalía o un hueco que deba llenarse de ruido. El silencio también cuenta.

(Preso politikoak aske)