Apuntes para una película en descomposición
Breve paseo por aquellas películas de Zinemaldia que nos familiarizan, a través de la destrucción del arte cinematográfico, con la destrucción del mundo que nos rodea
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Seguramente ya se habrá escrito sobre ello, y seguramente alguien lo habrá bautizado con un nombre más inspirado que el mío, pero me gustaría aprovechar este espacio para hablar de un tipo de películas que, sobre todo a lo largo de los dos últimos años, se ha convertido en una de mis mayores filias cinematográficas. Me refiero a ellas con el término ‘Cine en Descomposición’, y en sus dominios entran esos productos que a medida que van descubriéndose, van dejando desparramados, por todo el suelo, los componentes que se le creían vitales.
Pensemos, para crear una imagen en nuestra cabeza, en una de esas divinidades viscosas de Hayao Miyazaki. En aquella criatura fangosa de ‘El viaje de Chihiro’, para ser más exactos. Aquella que se arrastraba hasta la casa de baños donde estaba esclavizada la protagonista. Eso sí, la marcha de aquel ser se traducía en un penoso (y desde luego apestoso) rastro de lodo que insinuaba la extraña belleza del acto de derretirse. Un hombre se levanta del sofá y al hacerlo, se da cuenta de que una de sus dos piernas sigue pegada en el asiento. Pero sigue a la pata coja, y a cada brinco efectuado, le cae un dedo, o un brazo, o una oreja...
¿Qué necesidad hay de todo esto? Pues la verdad es que ninguna, pero pensándolo mejor (y trascendiendo la literalidad de la escena propuesta), esta descomposición es una circunstancia en la que nos obliga a vivir un mundo cada vez más enloquecido. Por ejemplo, por mucha manía que pudiera tenerle yo a los Estados Unidos, hasta hace poco pensaba que ningún racista, misógino o, en definitiva, demente, ocuparía jamás el Despacho Oval de la Casa Blanca. Es solo un ejemplo: así está el supuesto liderazgo del mundo, y así están (o así lo parece) las demás secciones de la actualidad. En economía, los avariciosos siguen especulando con humo, en educación los estudiantes y los profesores siguen haciendo trampas, y en deporte se dan premios de mejor jugador de fútbol del mundo a Cristiano Ronaldo. Para perder la cabeza.
El ‘Cine en descomposición’ es, precisamente, esa colección de películas hermanadas por sendas invitaciones a volverse loco y, ya puestos, a celebrar el inminente fin de los tiempos. Son films cuya temática nos remite, de alguna u otra manera, al mismísimo apocalipsis. A una devastación reforzada por unas formas (cinematográficas) que avanzan también hacia la demencia. Supongamos que filmamos a alguien que camina de una punta a la otra de una casa, y que al atravesar el umbral de cualquier puerta, nosotros cortamos desde la sala de montaje. Pongamos que cuando esto sucede, ponemos al espectador en un escenario que no entraba en sus planes. Un plano general del hogar le decía, al principio, que al lado del salón estaba la cocina. Pero a la hora de la verdad, cuando el personaje estaba a punto de entrar ahí, resulta que se había plantado en... una playa. Pum. Se destruyó el continuo espacio-tiempo desde la edición.
Una vez entendido este principio, pueden usarse todos los demás componentes sobre los que se levanta el artificio cinematográfico, para incidir así en este desconcierto; en esta desesperación. Desde el guion, con una frase a destiempo o descontextualizada; desde la toma sonido, confundiendo capas para convertir susurros en gritos; desde la dirección de fotografía, jugando a tapar aquellos elementos que parecen fundamentales para entender un plano. Y así, hasta el infinito, o mejor dicho, hasta el vacío (existencial, espiritual...) más absoluto. Es el placer que solo puede despertar una buena demolición.
Para celebrar estos malsanos placeres, y a esto iba, Zinemaldia ha proyectado, está proyectando y proyectará una selección de películas ideales para cogerle gusto a este tan atractivo ‘Cine en Descomposición’. En la Sección Oficial pudimos ver ‘The Innocent’, de Simon Jaquemet, en la que la puerta trasera de una discoteca nos llevaba a una piscina imposible... el desguace de la cual nos teletransportaba en medio de un océano en el que los problemas familiares mutaban en crisis de fe. Uf... En Horizontes Latinos, hemos tenido ocasión de ahogarnos con la ‘Familia sumergida’, de Maria Alché, en la que Mercedes Morán (actriz predilecta este año en Donostia) confundía todas las ramas de su árbol genealógico.
Pero hay más, en Zabaltegi-Tabakalera podemos recuperar aún ‘An Elephant Sitting Still’, película que en realidad es la carta de suicidio de su malogrado director, Hu Bo. Una experiencia en la que cada plano y cada alimento ingerido contribuye a un malestar asentado en las movedizas bases de un séptimo arte permanentemente asomado al abismo. Más madera: en los próximos días tendremos ocasión de descubrir ‘Sophia Antipolis’, de Virgil Vernier y ‘La casa lobo’, de Joaquín Cociña y Cristóbal León. Dos propuestas en las que la lógica racional se resquebraja desde la filmación y el posterior ensamblaje de imágenes. ‘Cine en Descomposición’ para un mundo al borde de la destrucción. Todo esto en un festival que ante esta supuesta adversidad, nos ayuda a reconstruirnos a nosotros mismos.