Dos billones de razones para reducir, reutilizar y reciclar
Convertido en latas, botellas o briks, actualmente se venden en todo el mundo alrededor de dos billones de recipientes de bebidas, de los que solo se recicla una proporción que no llega al 10%.
El plástico está omnipresente en nuestras vidas. Lo vemos en casi cualquier contexto, también en la superficie de la tierra o flotando en el mar. Montañas de envases desechables se apilan generando una cada vez más preocupante crisis ambiental, afianzada sobre un modelo de consumo insostenible. La organización ecologista Greenpeace calcula que en la última década se ha producido más plástico que en toda la historia de la humanidad. No en vano, el 6% del petróleo extraído en el mundo se dedica a la fabricación de productos de plástico, en muchos casos envases para bebidas.
Convertido en latas, botellas o briks, en 2015 se vendieron en todo el mundo cerca de 1,6 billones de recipientes de bebidas; cantidad que se sitúa ya en torno a los dos billones de unidades anuales. A menor escala, los números siguen siendo impactantes. En el Estado español cada día se consumen 50 millones de aguas, cervezas, zumos y refrescos que se traducen en 30 millones de envases que, por descuido o desinterés, se pierden y acaban contaminando el entorno.
Mejorar la gestión y fomentar la reutilización son algunas de las claves para mitigar los efectos generados. De acuerdo con el informe de la ONU ‘El estado de los plásticos’ solo se ha reciclado el 9% de las 9.000 millones de toneladas de plástico que se han producido en el mundo, por lo que insta a los gobiernos a garantizar una gestión eficiente de los residuos. En ese sentido, el Consejo de Ministros del Gobierno español ha aprobado esta misma semana el anteproyecto de ley de residuos en el que se recoge la prohibición de los envases de plásticos no reutilizables a partir de julio de 2021.
Otra posible medida son los sistemas de depósito que asegura la reutilización y el reciclaje de más del 90% de los envases de bebidas que se venden. Funcionan de manera efectiva en más de 40 regiones en todo el mundo y reducen el daño ambiental causado al enterrar, quemar o abandonar los envases. A su vez hacen que los productores se responsabilicen de los residuos generados. En este sentido, el 9 de mayo de 2019 una veintena de entidades internacionales llevaron a cabo la acción global #Clean Planet en la que solicitaron a los gobiernos de todo el mundo que «extiendan, actualicen o introduzcan depósitos que soluciones la contaminación generalizada de este tipo de residuos». Desde Oceanía hasta América, durante 24 horas lanzaron una serie de fotografías aéreas y videos mostrando el mensaje #CleanPlanet –Planeta limpio– escrita sobre campos, playas, edificios o lugares como el Delta del Ebro en Cataluña o la playa de Esquinzo en Fuerteventura.
Nueve millones de toneladas al año
Sin nada que lo impida, cada año cerca de nueve millones de toneladas de plástico llegan a mares y océanos. En los últimos años se ha socializado la problemática relativa a los microplásticos, logrando que los residuos marinos sean considerados una amenaza para el mar.
La investigadora del centro de investigación AZTI Oihane Cabezas cree que se debe a que la ciudadanía la percibe como más cercana que, por ejemplo, el cambio climático. «Vemos que la basura marina la creamos nosotros y la sufrimos. La gente se identifica y ha sido un boom exponencial. Se habla de esto en todos sitios y la actitud de la gente es muy positiva». Además, se pueden hacer cambios con resultados evidentes a corto plazo.
Recoger los residuos marinos es importante, pero aún lo es más el evitar que lleguen allí. Los expertos subrayan la necesidad de trabajar en ambas líneas, pero haciendo hincapié en la prevención, muy necesaria a la luz de algunos hechos recientes.
El confinamiento provocado por la covid-19 ha contribuido a que las playas y las aguas de la costa de Euskal Herria estuvieran particularmente limpias en los últimos meses. Sin embargo, con la paulatina vuelta a la normalidad, han surgido nuevos enemigos: las mascarillas y los guantes. No son pocas las que se ven tanto en el suelo de las calles como en los arenales, pero aún es pronto para tener datos sobre la dimensión de su efecto.