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Madrid

Esperanza Aguirre dimite y se presenta como víctima de Ignacio González por «no vigilar»

Esperanza Aguirre se marcha por tercera vez en cinco años. Esta parece que es la definitiva. La detención y encarcelamiento del expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, arrestado dentro de la «Operación Lezo» le ha dado la puntilla. La antigua máxima responsable del PP en la capital del Estado se presenta como víctima de su sucesor, aunque responsabilizándose de no haber «vigilado» lo suficiente.

Esperanza Aguirre, en una imagen de 2015. (Jean Philippe MARCOU/AFP)
Esperanza Aguirre, en una imagen de 2015. (Jean Philippe MARCOU/AFP)

Con rostro compungido, aunque no tanto como hace cuatro días, cuando rompió a llorar en la Audiencia Nacional tras ser preguntada por Ignacio González, Esperanza Aguirre ha anunciado su dimisión. Es la tercera en cinco años, aunque esta parece la definitiva. La antigua «lideresa» del PP en Madrid deja la portavocía del Ayuntamiento y su acta de concejal después de que su sucesor al frente de la Comunidad, Ignacio González, fuese detenido el pasado miércoles dentro de la «operación Lezo».

Acusado de diversos delitos económicos, quien fuese «mano derecha» de Aguirre en la capital del Estado, fue encarcelado en Soto del Real dentro de un procedimiento judicial en el que, por el momento, hay 60 personas investigadas.

«Ignacio González ha sido de mi máxima confianza», ha afirmado Aguirre, en una comparecencia sin preguntas, de apenas cinco minutos, con la que ha anunciado su marcha.

La ya exportavoz del PP en el Consistorio, de quien se daba por hecho que dimitiría, da el portazo siguiendo su estilo habitual. Se ha presentado como víctima de González, a quien ha acusado de traicionarla, y únicamente ha admitido la responsabilidad de «no vigilar» suficiente. Cierto es que poco miró a su alrededor, teniendo en cuenta que sus últimos dos grandes colaboradores, Ignacio González y Francisco Granados, están en la cárcel acusados de presunta corrupción.

«Me siento engañada y traicinada. No vigilé todo lo que debía», ha asegurado Aguirre. De hecho, ha reconocido que cuando fue vicepresidente, los medios señalaron a González, quien le dio explicaciones «en privado». Ha eludido responsabilizarse de las corruptelas que tuvo a su alrededor, limitándose a ubicar su dimisión en la falta de diligencia por no controlar a sus subordinados. No parece que la investigación vaya a quedarse aquí, por lo que cabe esperar que tenga que volver a dar explicaciones.

La marcha de Aguirre es el fin de una época en el PP de Madrid y, por extensión, en todo el partido. La «lideresa» fue quien trató de desbancar a Mariano Rajoy en el Congreso de Valencia de 2008, cuando el actual presidente español estuvo en la cuerda floja pero terminó salvando el puesto.

Proclamada como punta de lanza del autodenominado «sector liberal» de Génova, Aguirre convirtió Madrid en su laboratorio: trató de privatizar la sanidad y el agua, promocionó la educación concertada, arrasó con Telemadrid y trató de desmantelar los servicios públicos de la comunidad. Algunos de estos procesos aparecen ahora vinculados a casos de corrupción. Es decir, que quienes más trataron desprestigiar a la administración pública saquearon las instituciones para su propio beneficio, tal y como señalan ahora las instituciones.

A causa de una enfermedad, en 2012 dimitió como presidenta de Madrid, comunidad que gobernó desde 2003. Fue entonces cuando dio el relevo a Ignacio González. Sin embargo, siguió al frente del PP en la capital del Estado. En 2015 regresó a la primera línea electoral, encabezando la lista de Génova al Ayuntamiento de Madrid. Quiso que aquellas elecciones fuesen su broche de oro y terminaron convirtiéndose como el principio del fin. Se impuso por un escaño (21 asientos, frente a los 20 de Manuela Carmena, candidata de Ahora Madrid) pero no logró formar Gobierno.

En 2016 dejó la presidencia del PP en Madrid por nuevos casos de financiación ilegal del partido, que ya tenía a su antiguo presidente, Francisco Granados, en la cárcel. Daba la sensación de que, mientras que todo su entorno se veía enfangado en corruptelas, ella era capaz de permanecer impoluta.

La «operación Lezo» y el encarcelamiento de González le han dado la puntilla. Se marcha presentándose como víctima, asegurando que ella no sabía nada y con el partido de perfil pero sin atreverse a exigirle en público que se marchase. No en vano, sigue siendo una mujer poderosa. Habrá que ver hasta qué punto ha caído en desgracia.