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CRÍTICA «White God»

La rebelión de los perros en las calles de Budapest


Aunque la simbología del género fantástico suele prestarse a muchas interpretaciones, Kornél Mundruczó hace muy bien en localizar su ficción en la Hungría actual, a fin de alertar del peligro totalitario que se cierne sobre el país magiar con la ascensión del partido ultraderechista Jobbik, que ampara y promueve las agresiones por parte de grupos paramilitares a los gitanos. Su alegoría canina se mueve en un contexto real, puesto que existe una ley húngara que grava con impuestos a los dueños de perros callejeros o de razas cruzadas, a fin de asegurar la supremacía de los de pura raza. Esta situación provoca que estos ejemplares sin pedigrí sean abandonados o se hacinen en las perreras.

La película está dedicada al maestro del cine húngaro Miklós Jancsó, fallecido el último fin de año. Pero “White God” bebe de fuentes literarias universales, y el propio Mundruczó ha reconocido que se ha inspirado muy libremente en la novela de J.M. Coetzee “Desgracia”, aunque también contiene esbozos de George Orwell, Pierre Boulle o Stephen King. Personalmente, a mi me hace pensar en Romain Gary, a quien el gran Samuel Fuller adaptó en “Wite Dog” (1981). Obsérverse que el título es un palíndromo del utilizado por Mundruczó internacionalmente, con el baile de una sola letra. El perro blanco de Fuller era entrenado para atacar a la población afroamericana, mientras que la lectura del racismo presente en “White God” se suscita entre los propios animales, pero también a través del designio humano. De ahí que coloque a dicha especie “inteligente” con un tratamiento de deidad, nada menos que de dios blanco.

No me molesta la carga de mensaje, si bien “White God” funciona mucho mejor en las secuencias de puro suspense, cuando invoca a la inmortal lectura fílmica que Alfred Hitchcock hizo en “Los pájaros” (1963) del relato corto homónimo escrito por Daphne Du Maurier.