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LA BANDERA DE LA SUPREMACÍA BLANCA, EN CUESTIÓN

Bandera confederada, afrenta a los negros y a toda la humanidad

La foto de Dylann Roof, autor de la muerte de nueve negros en una iglesia de Cherleston, posando a modo de manifiesto con una bandera confederada ha resucitado la vieja polémica sobre un símbolo que para algunos evoca una «parte de lo que somos» y para otros, odio y brutalidad, algo parecido a lo que significa la esvástica nazi para los judíos.


Violáis a nuestras mujeres y tomáis nuestro país. Debéis marcháos». Con estas palabras se dirigió el joven de 21 años Dylann Storm Roof a las nueve personas negras que tiroteó mortalmente mientras asistían a una sesión de estudio de la Biblia en la emblemática iglesia metodista de Charleston, Carolina del Sur. En su manifiesto dejó escrita su esperanza de que esa acción contribuyera al inicio de una «guerra racial» y posó con una bandera confederada, además de otras dos de Rodesia y Sudáfrica de la era del apartheid y la supremacía blanca.

El hecho de que la bandera confederada aún ondee en el Parlamento de Carolina del Sur ha desatado una fuerte polémica, en la que se mezclan argumentos como la historia o la tradición frente a la humillación y el discurso del odio que simboliza. Y ha vuelto a poner de manifiesto que el racismo, lejos de haber sido expurgado, sigue dando forma a las ciudades, las instituciones y la cultura de EEUU. Dylann Roof no es un lunático aislado ni un enfermo mental, sus palabras y sus actos representan el miedo racial que todavía anida en la conciencia y el pasado colectivo e indican muchos de los males presentes en la política estadounidense.

Los intentos de retirar la bandera confederada han sido un suicidio para los políticos de Carolina del Sur que lo han intentado. Incluso en las actuales circunstancias, la poderosa Asociación de los Hijos de los Veteranos Confederados ya ha advertido de que luchará por su bandera, «por la memoria de nuestros abuelos» y por la «forma de vida de los sudistas». La nostalgia de un tiempo que consideran de honor y gloria subyace en esa posición. Pero el debate actual sobre la retirada de esa bandera tiene menos que ver con aquellos Estados Unidos Confederados, con aquel secesionismo del siglo XIX, que con el racismo del siglo XXI que defiende lo indefendible: la supremacía blanca.

La confederada que para muchos es orgullo sudista, para otros tiene un siniestro significado. Se asocia al Ku Klux Klan, al desafío a los derechos civiles, a la igualdad, a la tiranía racial. Parece difícil, pues, que ambos puntos de vista convivan sin que haya un ganador y un perdedor. Porque considerar a la confederada como parte integral de un pasado al que no se quiere renunciar hace que, en cierta medida, represente el futuro. Así las cosas, no será tan sencillo quitar esa bandera de la plaza pública para consignarla en un museo. Y si así se hiciese, sería la parte más fácil, puesto que la Guerra Civil terminó hace 150 años, pero la desgracia de la brecha racial en EEUU sigue siendo tan actual como cruel.

¿Es la confederada para los negros lo que la esvástica nazi es para los judíos? Muchas voces han hecho esa comparación. No tanto porque los dos movimientos sean iguales, que no lo son, sino porque ambos observaron y trataron a grupos de personas como una especie de animales sub-humanos de los que abusaron para luego sacrificarlos.

Los nazis practicaron el genocidio y el holocausto, los confederales sudistas el esclavismo y la utilización de las personas como si fueran maquinaria agrícola. Ambos movimientos trataron a la gente que esclavizaron y mataron como si no fueran seres humanos iguales a ellos en ningún aspecto.

Sin embargo, hay una gran diferencia: mientras que la Alemania actual está avergonzada de su terrorífica historia, millones de estadounidenses rinden honores a aquellos que lucharon para preservar su «derecho» a tratar a los negros como bienes de propiedad. Banderas, matrículas de coche, gorras, camisetas... la parafernalia con la que se exalta y el intento de hacer de aquel movimiento algo romántico persiste con toda su fuerza, incluso letal.

Cuando ondea la bandera confederada no solo se reivindica una «parte de lo que somos» sudista sino que se evoca un pasado de odio y brutalidad. No solo se hace una afrenta a los afroamericanos, también a toda la humanidad.