JUL. 20 2015 CRÍTICA «Rey Gitano» Un cine tan trasnochado como la monarquía española Mikel INSAUSTI Las malas películas pueden ser tan disfrutables como las buenas, pero cuando ya se convierten en una tortura para el sufrido espectador dejan de tener gracia. A Juanma Bajo Ulloa se le ha ido la mano con “Rey gitano”, que dura dos interminables y agónicas horas. Lo que provoca en última instancia es reír por no llorar, ya que su intentona de recuperación del éxito perdido de “Airbag” (1997) cae en saco roto, al no conseguir subirse al carro de la nueva corriente de españoladas promovidas por los canales televisivos, y que no siempre revientan la taquilla. Al gasteiztarra no le basta con apoyarse otra vez en su pareja cómica predilecta, debido a que Karra Elejalde y Manuel Manquiña se pasan al cine de Javier Fesser con sus caricaturas de Mortadelo y Filemón, pero en una versión mucho más desfasada, provocada tal vez por un viaje atrás en la máquina del tiempo del profesor TBO a la era de la secular división entre rojos y azules. El resto del hinchado reparto está plagado de errores de casting, siendo el más grave e insuperable el del presentador televisivo Arturo Valls, que se olvida del acento gitano de su personaje a ratos, o le sale solo a medias. La cuestión es que si lo que quería es competir con el Juna Muñoz de “¡Ja me maaten...!” (2000) o el Chiquito de la Calzada de “Pápa Piquillo” (1998), sale mal parado en comparación con tan «ilustres» precedentes. Igualmente lamentable es el papel de pajero que perpetra el cantante Albert Plà, no sé si en referencia a la reciente “Murieron por encima de sus posibilidades”, en la que por lo menos Isaki Lacuesta intentaba hacer una sátira política de la crisis. Aquí no hay nada de eso, y es que los chistes sobre el juancarlismo están ya revenidos, y no se los tragan a estas alturas ni los escolares. Para colmo se repiten hasta la saciedad, con una banda sonora machacona, que tampoco sirve para ensamblar una sucesión de secuencias deslabazadas y caóticas.