NOV. 23 2015 CRÍTICA «La adopción» Visión unidireccional de las adopciones internacionales Mikel INSAUSTI La cineasta argentina Daniela Ferjerman ha demostrado tener muy buena mano para la comedia en “A mi madre le gustan las mujeres” (2002) o en “Semén, una historia de amor” (2005). En “La adopción” se pone seria, porque su nueva película parte de una dura experiencia personal vivida durante los trámites de adopción en un país extranjero. Pero el drama se le resiste, y no acierta a dar con la tecla de la emoción, y menos aún con la de la reflexión o el análisis de esta problemática social. Quiere describir la angustia de un proceso kafkiano que conduce a la desesperación de la pareja protagónica, pero cae en la reiteración de situaciones durante un calvario que se alarga más de la cuenta, y que únicamente se sostiene por las entregadas y sufridas interpretaciones de Nora Navas y Francesc Garrido. En primer lugar la situación geopolítica actual es demasiado crítica como para andarse con generalidades ficcionales, y “La adopción” no concreta en qué país exacto se sitúa la acción. Como quiera que la película está rodada en Lituania se puede pensar que es allí donde suceden las cosas que nos cuentan, aunque la intención es denunciar una corrupción extensible a toda Europa del Este. De nuevo hay que hablar de tendenciosidad a la hora de llevar a la pantalla el tema de las adopciones internacionales, de las que se ofrece como de costumbre una visión unidireccional, desde la subjetividad de los futuros padres occidentales. Salvo John Sayles en “La casa de los babys” (2003), el resto de cineastas se empeñan en ver únicamente el sufrimiento del lado de los personajes del mundo desarrollado, mientras que del de los del mundo subdesarrollado se repite el tópico de la corrupción en la venta de niños y niñas procedentes de orfanatos. Esto es como la polémica sobre la prostitución, ya que nadie parece interesado en señalar la responsabilidad en la que incurre el cliente, el que aquí compra seres humanos desvalidos.