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Un frenazo aparatoso pero merecido


Llegaba el Eibar a San Mamés soñando con el cinco, pero en lugar de prolongar su racha de victorias acabó encajando una manita. No fue la única paradoja de una matinal que se disputó a la carrera pero se decidió en buena medida a balón parado.

Y es que los azulgranas no supieron cómo frenar a un rival que, amén de ofrecer su mejor versión de las últimas jornadas, tiró de su recurso más letal. Difícil decidir si fue mérito de los rojiblancos, maestros en la estrategia –los mejores de la categoría, de hecho– o demérito de la defensa eibarresa, que eligió el peor día para quedarse en la inopia. Asalta la misma duda con el espectáculo de Aduriz, imparable cuando tiene el día, que es casi siempre, pero que ayer, además, se encontró con demasiadas facilidades para añadir otros dos goles a su cuenta.

Hubo un poco de todo, posiblemente, pero el Eibar no salió satisfecho. Y no tanto por el marcador, demasiado aparatoso, como por lo visto sobre el césped. Un partido en el que poco se puede decir del esfuerzo porque, con eso de que el petróleo está barato, ninguno de los dos equipos escatimó en gasolina. Ni siquiera en la segunda parte, con todo decidido, se rindió el Eibar. Pero dejó que desear el juego de los azulgranas, que frenaron su racha en una mañana aciaga. Apenas se salvaron los dos extremos: Bastón, que marca casi todo lo que toca, y Riesgo, bien correcto pese a los cinco goles. Poco más hubo que rascar arriba, donde los atacantes armeros probaron de su propia medicina. Ni en el centro del campo, donde Dani García y Adrián –y en menor medida Escalante en la segunda parte– se sintieron demasiado solos y acabaron merendados por el rival. Comentario aparte merece el escaso rigor defensivo, afortunadamente inhabitual, que facilitó la goleada.

Por suerte, los 33 puntos siguen valiendo. Y lo visto en estos cinco meses tambén. La herida cicatrizará pronto.