MAR. 02 2016 Sánchez insiste en mirar a Podemos para su «cambio» pactado con C´s Sin ningún conejo en la chistera, el aspirante del PSOE a presidente español se presentó ante el Congreso con el «cambio» como único argumento. Su tesis: la única alternativa es que todos los partidos que no sean el PP avalan el pacto que suscribió la semana pasada con Ciudadanos. En una intervención repleta de buenas intenciones que chocaban con la literalidad del documento sellado con Albert Rivera, Pedro Sánchez trató de llevar la presión a Podemos. Alberto PRADILLA MADRID Pedro Sánchez, candidato del PSOE a la presidencia española, está a favor del bien y en contra del mal; defiende la luz y no la oscuridad. Este es el resumen de una intervención en el debate de investidura en la que el líder de Ferraz siguió tratando cuadrar el círculo y dar un barniz «progresista» al pacto sellado con Ciudadanos. La estratagema dialéctica era clara: identificar su propuesta de 90 diputados con el único «cambio» posible y meter presión a Podemos para que le entregue un cheque en blanco con su abstención. Su discurso, plagado de referencias argumentativas vinculadas a otras tradiciones políticas (llegó a hablar de «gobierno del bien común») no consiguió seducir más que a los 40 diputados de Albert Rivera que ya le han garantizado su apoyo. Como Patxi López, presidente del Congreso, le había regalado la primera jornada del debate en solitario, el candidato del PSOE tendrá que enfrentarse hoy a todos los previsibles «noes». Y vendrán, como pedía Sánchez los acuerdos, «a derecha e izquierda», ya que ni PP ni Podemos le avalan. «No hay mayoría para un gobierno de izquierdas», arrancaba Sánchez sus explicaciones por haber convertido a Ciudadanos en su socio preferente. Situarse como única garantía de «cambio» fue parte de su estrategia discursiva. Un proyecto que, según el secretario general del PSOE, se basa en que él lidere el Ejecutivo y le apoyen los que él denomina «partidos del cambio», que son todos salvo el PP. Aunque tampoco cierra la puerta al partido de Mariano Rajoy una vez que haya sido investido. «No debemos olvidar a los 7 millones que les votaron. Con el PP no podemos promover un gobierno del cambio, pero le tenderemos la mano», afirmó. Esto no es un mero recurso retórico. Como suele remarcar Albert Rivera, hay muchos elementos que comparten PSOE, PP y Ciudadanos. Así que Sánchez podría llegar a La Moncloa como alternativa a Rajoy y luego aprovechar sus votos en las «cuestiones de Estado». «La próxima semana» En términos prácticos no había mucho que contar teniendo en cuenta que el detalle del acuerdo PSOE-Ciudadanos se conoce desde hace una semana. La incógnita estaba en cuánto se iba a distanciar el discurso de Sánchez de la literalidad del texto, que es lo que reivindica Rivera. Un problema que el candidato solventó moviéndose en el terreno de lo deseado y no de lo concreto. «Regeneración democrática, reconstrucción del Estado del bienestar, reactivación y modernización económica, creación de empleo con derechos y lucha contra la dualidad del mercado laboral, combate sin cuartel contra la corrupción» fueron algunas de las proclamas. ¿Cómo? Eso ya queda para el ejercicio de gobierno que tiene pactado con Ciudadanos. Al hablar del acuerdo con Rivera sí que puso en valor el «acuerdo entre diferentes ideologías». Con el consenso como valor máximo y la Transición española elevada a los altares, Sánchez insistió en su proyecto de reforma constitucional, para la que necesita obligatoriamente al PP. Aunque, en realidad, daba la sensación de que ya sabía que sus propuestas no tienen mucho recorrido. Quizás por eso concluyó su discurso reivindicando el «orgullo» de haber logrado sus objetivos al presentarse como aspirante. Unos objetivos bastante modestos en comparación con ocupar La Moncloa: «sacar a España del bloque», «poner en marcha el cambio» y «avanzar». Es decir, retórica. Al final serán las matemáticas las que impongan su lógica y no parece que el candidato del PSOE cuente con más apoyos que los 130 escaños que suma junto a Ciudadanos. Es decir, que o se produce una nueva negociación para la que den los números o a partir del lunes se vuelve al punto anterior. Como gran coletilla para intentar meter presión a Podemos, Sánchez repitió que los cambios pueden venir «a partir de la semana que viene». Lo que previsiblemente llegará, si nada cambia, es una nueva ronda de negociaciones. Y ahí el líder del PSOE ya no llevará la voz cantante. La cuestión vasca desaparece de la agenda y la catalana se reduce al inconcreto federalismo Como viene siendo habitual desde la legislatura pasada, Euskal Herria no apareció en ningún momento durante el discurso de Pedro Sánchez. Y eso que, a esas mismas horas, Arnaldo Otegi ya estaba en Elgoibar preparando su primer discurso. Será hoy, con las intervenciones de PNV y EH Bildu, cuando la problemática vasca tenga su sitio en el Congreso español. Por el momento, ambas formaciones ya han manifestado que rechazarán la investidura del aspirante del PSOE. Aitor Esteban, diputado jelkide, censuró la inexistencia de ningún «guiño» hacia los temas que su formación le planteó y confió en una nueva negociación a partir de la semana que viene, cuando Sánchez fracase. Esa misma ausencia de la cuestión vasca fue afeada por Marian Beitialarrangoitia, que denunció el intento de vender como «cambio» un programa sin novedades, que veta el derecho a decidir y que ignora los derechos sociales. Sobre lo que sí que habló Sánchez fue acerca de Catalunya. Como receta para lo que denominó «resolver la crisis de convivencia», el secretario general del PSOE solo acertó a proponer el plato único del «federalismo». Algo que tampoco Ciudadanos apoya y que ni siquiera está en el documento de gobierno, pero que aguanta cualquier discurso. Obviamente, no hubo ninguna referencia al derecho a decidir, pero sí una timidísima propuesta centrada en los 23 puntos que Artur Mas planteó a Mariano Rajoy hace dos años. El problema es que se trata únicamente de incumplimientos del Estatut. Es decir, que lo único que plantea Sánchez es cumplir con lo que dice la ley cuando la ciudadanía catalana va mucho más allá. En el terreno ideológico, quiso ser generoso con el independentismo y concedió que «los sentimientos son la patria de cada uno». Otra cosa es la organización como Estado. Un discurso que ni siquiera casa con lo dicho posteriormente, cuando apeló en varias ocasiones al «patriotismo» (español, por supuesto) como valor propio. Tanto DiL como ERC votarán en contra de la investidura.A.PRADILLA Los grupos, con la mente puesta en el día 5 No había perspectivas de que los grupos apoyasen el pacto de PSOE y Ciudadanos y se cumplió lo esperado. Desde el PP hasta Podemos, pasando por Compromís, Unidad Popular, o los independentistas catalanes avanzaron ayer que votarán «no» a la investidura de Pedro Sánchez. Era evidente al escuchar las reacciones al discurso, que no arrancó aplausos ni de sus socios. Albert Rivera, por ejemplo, ni se movió cuando el candidato del PSOE alabó su «generosidad» al sellar el documento. Un momento aprovechado por Podemos para aplaudir irónicamente. En el otro lado del hemiciclo, los 130 diputados del PP se abonaban al estilo hooliganesco y abucheaban. El portavoz del PP, Rafael Hernando, acusó de «petulancia» al líder del PSOE y consideró que su intervención era la «culminación de un fraude cuando no un burdo timo o engaño». «El señor Sánchez, que ha actuado en algunos momentos en términos puramente cómicos, nos habla de la próxima semana cuando España no está para bromas y no puede perder más el tiempo por su capricho y a mayor gloria de él», argumentó, reiterando que no regalarán su abstención y considerando que a partir del día 5, cuando se cierre esta primara ronda, podrá abrirse otro diálogo. Fijar el día 5 como clave y obviar todo lo que va a ocurrir esta semana fue un argumento habitual. Iñigo Errejón, portavoz de Podemos, insistía en que «no puede contentarse al PP» y a la formación morada al mismo tiempo. Por eso, rechazó el discurso de Sánchez, limitándolo a los «buenos propósitos» que no sirven para llegar a un pacto de gobierno. «Sánchez puede ser presidente del Gobierno si se atreve a hacerlo y escoge el carril de un gobierno de cambio» y de coalición, dijo Errejón tras reiterar que Podemos mantiene su mano tendida al PSOE para volver a sentarse a negociar tras este debate de investidura para conformar un gobierno de cambio que acometa de verdad medidas en favor de la mayoría social. En la misma línea, Alberto Garzón denunciaba que lo que pretendía ser un discurso «ambiguo» para «contentar a todos» terminaba por satisfacer únicamente a Ciudadanos, el socio de Sánchez.GARA