JUL. 02 2016 PASAPORTE «ORIUNDI» Beñat ZARRABEITIA La nacionalidad italiana es la condición de ciudadano legal de dicho país que se otorga sin límite de generaciones, a los descendientes emigrados a través del jus sanguinis. Hasta 1948 se facultaba por filiación, exclusivamente a aquellos hijos de padre italiano, pero desde entonces se dispensa indistintamente sea el solicitante hijo o hija de padre o madre italianos. Actualmente, existen cuatro formas de obtenerla: Por nacimiento, descendencia, matrimonio o naturalización. Una realidad a la que no es ajena la escuadra azzurra en todas sus disciplinas, ya que ha sido usual ver a nacionalizados o jugadores con raíces italianas, pero nacidos en otros países, defender su elástica. La Eurocopa no ha sido una excepción y así los brasileños Thiago Motta y Eder Citadin Martins forman parte del equipo de Antonio Conte. Entre 1900 y 1915 se calcula que cerca de ocho millones de personas abandonaron Italia. Muchos de ellos fueron a Brasil, tanto que el 11% de la población del país tiene origen transalpino. Cifra que se eleva hasta el 24% si hablamos de los blancos. Fue en aquel tiempo cuando emigraron los bisabuelos de Motta y Eder a Brasil. Ambos desde el Véneto. Una zona de la que salieron más de 365.000 personas con destino Brasil, sobre todo a los estados de Sao Paulo y Santa Catarina. La mayoría tenía el talian –variante de la lengua véneta– como lengua materna, de uso muy habitual a finales del siglo XIX. En 1940 fue prohibido por el presidente Getúlio Vargas, al considerarlo «poco patriótico». Una decisión que provocó una importante disminución del empleo de la misma. Actualmente, se calcula que alrededor de 500.000 brasileños de las zonas de Santa Catarina y Sierra Gaucha hablan el talian. Motta, exjugador del Barça y eje del PSG, nació al sureste de Sao Paulo en una familia de origen italiano. pues su bisabuelo, Fortunato Fogagnolo, partió a Brasil a principios del siglo pasado. Motta disputó la Copa de Oro de la Concacaf con la canarinha e incluso fue parte de la sub 23 pero, al no haber jugado en partidos oficiales con la selección absoluta, finalmente se decantó por Italia. Poseedor de la doble nacionalidad, debutó con La Nazionale en febrero de 2011. Acumula ya 30 choques con la elástica azzurri y el hecho de que sea el encargado de lucir el dorsal 10 ha generado cierta polémica, ya que se trata del número que anteriormente llevaron Roberto Baggio, Del Piero o Totti. La trayectoria de Eder, por su parte, está marcada por su deslumbrante campaña 2014-2015 con la Sampdoria, lo que le abrió las puertas se la selección. Acaba de concluir la temporada como cedido en el Inter y su participación en la Eurocopa está deparando un rendimiento brillante. Críticas de Mancini y la Lega Norte Existen diversas opiniones en torno a la convocatoria de futbolistas nacionalizados en la selección italiana. El más crítico ha sido Roberto Mancini, quien señaló que «el equipo nacional debe de ser italiano. Un jugador italiano quiere jugar en la selección, mientras que uno que no ha nacido aquí, aunque tenga antepasados, creo que no lo merece». En la misma línea se manifestaron Zeman o el preparador del Verona, Mandorlini. Giuseppe Iachini, técnico del Udinese, por su parte, defendió la inclusión de naturalizados en el equipo italiano. En la misma línea se manifestaron el seleccionador Antonio Conte y el presidente de la federación Carlo Tavecchio. El máximo mandatario del calcio fue tajante: «¿Los extranjeros en la Selección? Con un par de ellos ganamos el Mundial de 2006. Conte tiene total libertad para nombrar a aquellos que hayan hecho méritos. Si uno tiene la nacionalidad puede jugar. Y quien tiene la nacionalidad es ciudadano italiano». No es un tema baladí, ya que el auge de la extrema derecha o las políticas xenófobas en todo Europa también tienen su eco en Italia, mediante declaraciones de representantes de la Lega Norte y Forza Italia, o a través de las manifestaciones de grupos fascistas con la llegada de refugiados a las costas de la península, con la isla de Lampedusa como icono. Además de Eder y Motta, Conte ha llamado a un buen número de «oriundi» durante su etapa como seleccionador. Jorginho, también natural de Santa Catarina y residente en Italia desde los 15 años, era otra de las opciones. Al igual que Franco Vázquez, hijo de transalpina nacido en la provincia argentina de Córdoba. Jugador del Palermo, primero se mostró dubitativo, pero finalmente fue convocado en 2015. Se estima que entre 1956 y 1974 casi cinco millones de italianos emigraron a Alemania, de los que la mayoría retornó. La presencia de personas de origen transalpino es notable en el país germano y se ha visto incrementada durante los últimos años, debido a la crisis económica. Roberto Soriano, Nicola Sansone y Daniel Caligiuri son tres futbolistas nacidos en Alemania que también fueron convocados por Conte en 2015. Los dos primeros se formaron en la cantera del Bayern y fueron reclutados por la federación italiana en categoría sub 17. Caligiuri, en cambio, aún no se ha estrenado, aunque fue llamado para un choque ante Croacia. Los argentinos, la mayoría La lista es muy extensa, formada fundamentalmente por futbolistas nacidos en Sudámerica, aunque también hay europeos. Una realidad que se constató en la Copa del Mundo de 2006 ganada por Italia. En el grupo de Lippi estaban el argentino Mauro Camoranesi y el londinense Simone Perrotta. El precursor fue el argentino Eugenio Mosso en 1914, disputando un encuentro contra Suiza. Le siguieron sus compatriotas Libonatti, Demaría, Monti, Guaita, Orsi, Sívori, Maschio, Angelillo, Renato Cesarini, Lojacono, Martino, Montuori -único que lució el brazalete de capitán-, Mosso, Pesaola, Puricelli, Ricagni, Ledesma, Schelotto, Osvaldo, Paletta o los citados Camoranesi y Franco Vázquez componen la legión más numerosa. No es de extrañar, ya que alrededor de tres millones de italianos llegaron a Argentina durante los siglos XIX y XX. En los planes de la federación transalpina también hubiera estado contar con Icardi y Dybala, pero ambos han preferido jugar con la albiceleste. Pese a que sean leyendas de la selección uruguaya, los míticos Andreolo, Gigghia, Schiaffino y Mascheroni, campeones del mundo con la celeste, vistieron la azzurri. Francesco Fedullo, Faccio, Porta, Puricelli y Raffaele Sansone completan la relación de charrúas naturalizados. En cuanto a los brasileños, además de Motta y Eder, Anfilogino Guarisi, José Altafini, Da Costa, Fantoni, Sormani o Amauri también se enfundaron la elástica de La Nazionale. El paraguayo Attila Sallustro cierra el contingente sudamericano. En Europa, destacan los ingleses Pino Wilson y Simone Perrotta, el escocés Giovanni Moscardini –participó en la I Guerra Mundial con las tropas italianas–, el austriaco Chizzo, el suizo Ermanno Aerbi o el luxemburgués Daniele Zoratto. Caso aparte es el de Claudio Gentile, mítico jugador de la Juve y campeón del mundo en 1982, ya que nació en Libia dos años después de que el país africano lograse su independencia sobre la metrópoli italiana. Nacido en Sudáfrica y con extensa trayectoria en el fútbol inglés, Eddie Firmani también representó a La Nazionale. No se trata de una situación exclusiva del fútbol. Repasando la selección azurri de rugby, nos encontramos al australiano Luke McLean, el albanés Ornel Gega y los sudafricanos Quentin Gueldenhuys y Dries van Schalwyk. En la de balomnano son habituales los croatas Skatar, Tokic, Radovcic y Turkovic, al igual que los argentinos Martín Carrara, Doldán y Viscovich. El basket ha sido una plaza habitual para los naturalizados, destacando a mitos como el estadounidense Mike D’Antoni, el inglés Carlton Myers o el esloveno Gregor Fucka. No son los únicos, ya que el brasileño Damiao y el argentino Scarone formaron parte del exitoso equipo que el bosnio Tanjevic dirigió a finales de los noventa. En atletismo, por su parte, el croata Abdom Pamich ganó el oro de los 50 kilómetros marcha en los Juegos de 1964. Para la cita de Río, los transalpinos esperan buenos resultados con dos de sus saltadores: El californiano Andrew Howe y la ucraniana Dariya Derkach. La otra cara de la moneda Alrededor de un 10% de la población italiana es inmigrante y eso también se deja notar en sus respectivos combinados deportivos. En la Euro están Stephan El Shaarawy o Angelo Ogbonna. El padre del primero, apodado «il faraoni», es egipcio, mientras que su madre es suiza. Nacido en Savona en 1992, fue rechazado por la selección africana en 2009 y tres años después acabo enfundando la azzurri en categoría absoluta. El defensa del West Ham es hijo de inmigrantes nigerianos que llegaron a Italia en 1983, cinco años antes del nacimiento de Angelo. Del mismo país proceden las familias del delantero del Anderlecht Stefano Okaka –descartado por Conte a última hora– y de la baloncestista internacional Abiola Wabara. Y no hay que olvidarse que Mario Balotelli, protagonista en el torneo de hace cuatro años y ahora en una caída libre sin fin, es de origen ghanés. En definitiva, un claro retrato de la realidad multicultural de Italia.