JUL. 14 2016 DESDE LAS GAteras del callejón Fanfarronadas desde el hospital Aritz INTXUSTA S e llama Matthew Levin. Es estadounidense y tiene 39 años. Uno de los bureles de Núñez del Cuvillo le ha internado el cuerno por el muslo izquierdo a placer y el yanqui ha llevado una cosidica de veinte puntos en el hospital, que ahí es nada. Según ha confesado, se ha pegado un carrerón de cinco metros antes de besar el adoquín con los dientes y recibir la cornada. Y, pese a todo, Matthew asegura que esta ha sido «la mejor experiencia» de su vida. ¡Venga ya, hombre! Matthew se habrá quedado tan pancho tras soltar la melonada, pero hace falta ser un lerdo o haber llevado una vida muy triste como para que ser empitonado por un toro de 600 kilos sea lo mejor que te haya pasado en vida. Desconozco si este corredor fue recluido de niño en algún internado católico de Boston o qué demonios le ocurrió, pero da mucha pena. Quizá haya otra posibilidad, puede que en un acto de prepotencia haya entendido –no sin cierta base, hay que admitirlo– que ha llegado a un país tercermundista donde la peña es imbécil y, sencillamente, haya optado por mentir para no parecer tonto. En tal caso, no ha colado. Retorciéndolo más, Matthew quizá tiene algún tipo de trastorno que le hace confundir el dolor con el placer hasta el paroxismo y, de hecho, quién sabe si no ha sabido canalizarlo hacia una interesante faceta que le haga frecuentar la compañía de gente con máscara de cuero, ganchos y fustas. En tal caso, lamento que la prensa no haya ahondado más. También puede que el disfrutón de él esté radiante porque la costura de la pierna le va a salir baratilla, ya que en Estados Unidos los veinte puntos seguro que cuestan un pico. Pero más allá de las hipótesis, lo preocupante es que el testimonio de Matthew no resulta discordante con el de otros corredores corneados. Mucho blanco, mucho rojo, pero poca materia gris.