MAR. 04 2017 28ª EDICIÓN DE LA PRUEBA FEMINISTA LILATÓN, UNA CARRERA QUE PERTENECE A CADA UNA En la primera edición de la Lilatón participaron unas 160 mujeres; el domingo lo harán 5.760. La carrera surgió como medio para reivindicar el espacio público y hacer visibles a las mujeres, además, haciendo deporte. Repasamos los inicios con sus impulsoras. Oihane LARRETXEA Era un día del año 1988 cuando Nati Rufo fue testigo de una «monumental carrera de mujeres» en Dublín. Solo participaban ellas. Hacían deporte, se lo pasaban bien, y además reivindicaban. Aquello encendió una chispa y la idea se terminó de gestar en el corazón de la asamblea de mujeres de Donostia, ubicada entonces en la alhóndiga del barrio de Egia. Era 1989, y la Lilatón acababa de nacer, aunque la primera carrera se celebró en marzo de 1990. El objetivo, el deseo de este grupo de militantes, era realizar alguna acción en la vía pública, tomar las calles y hacer visibles a las mujeres, según rememora Marisa Sarria, junto con Rufo y Arantxa Gurmendi una de las impulsoras de esta apreciada carrera. En aquella primera edición participaron unas 160 mujeres; el domingo serán 5.760. «Todas éramos militantes, era una carrera que había que correr. Fue romper con el tema del 8 de marzo y el Día de la Mujer, donde predominaban los actos muy institucionalizados. Esto rompió mucho la idea de la mujer en la calle, porque además partió de las mujeres, fue ideado para mujeres y por mujeres. Se trató de ocupar el espacio, la calle, queríamos hacernos ver», explica Sarria. La reivindicación del deporte y del espacio era un lema que hasta hoy día se ha mantenido, asegura. Han pasado 28 años, pero Sarria y Rufo recuerdan aún divertidas la clasificación de la primera vez. Segunda posición entre las veteranas y última, respectivamente. «Aquello nos enganchó totalmente, y fue el inicio», afirman. Las cosas han cambiado mucho, se han modernizado; pero la carrera, su esencia, su razón de ser, se ha mantenido intacta. Esa es su magia, afirman. Los inicios eran totalmente analógicos y manuales, claro. Para apuntarse había que acercarse hasta la calle Urdaneta, donde hoy se ubica el Departamento Municipal de Tráfico. «Dos chicas sentadas a la entrada tomaban nota y los datos a papel y boli; el dorsal era de tela». El día de la carrera la clasificación también se iba anotando a mano. Otra compañera se encargaba de parar el cronómetro cada vez que una corredora llegaba a meta. Por cierto, la línea de salida se marcaba en aquellos nostálgicos inicios con harina. La participación fue aumentando año tras año, aunque hasta la sexta edición fueron unas 300 mujeres, según consta en sus archivos. No recuerdan qué ocurrió al año siguiente, pero no hay registro de la clasificación de la séptima edición, y a partir de entonces «se introdujo una base de datos y se comenzó a informatizar». Se recogían en tiendas colaboradoras las inscripciones, y después se metía en el ordenador toda esa información. Ya en el 97 se contó con cronometradoras oficiales, es decir, con juezas profesionales que habían estado en el mundo del deporte. «Se empezaron a tomar los tiempos profesionalmente, se cantaban con un micrófono, otra anotaba el número… después llegó la página web, las inscripciones online y actividades previas a la carrera como la sesión de aeróbic», rememoran. Más adelante se pasó de las grandes camisetas unisex de algodón a las camisetas técnicas y años después, a través de Kirol Probak, se instaló la alfombra automática y el chip que mide los tiempos y se prescindió de las mujeres cronometradoras. Vencer pudores En un interesante documental que el propio Lilatón Taldea realizó con motivo del 20º aniversario, varias de las pioneras rescatan anécdotas de la primea edición, como los turnos de vigilancia que hacían mujeres en varias esquinas para evitar que los coches interrumpieran la marcha. «Hubo alguna bronca, había miedo al boicot… ¡Cortar la ciudad y encima nosotras!», rememora Kristina Lasa. «¿A que nunca has roto unas zapatillas corriendo?», fue el lema de la primera edición, el 4 de marzo de 1990. También encabezó los carteles la frase «fajas fuera para correr ligeras», en una apelación «a mujeres de todas las edades para animarlas y decirles que no se cortaran. Queríamos transmitirles que podían llegar andando si quisieran». Cuando se gestó la carrera también se decidió que fueran 5 kilómetros y no 10, y que fuera por el centro de la ciudad para lograr mayor visibilidad. El nombre también se discutió. Según revelan en el citado documental, se barajó Bragatón, pero finalmente se descartó. Lilatón sonaba menos fuerte y algo más cursi, pero aglutinó el mayor consenso. Josefina Carnicero fue la mujer de mayor edad que se calzó las zapatillas aquel 1990. Tenía 61 años, y rompiendo estereotipos y prejuicios, salió a correr. Para muchas mujeres, además, suponía romper con bajas autoestimas y pudores. Según afirma Mireia Epelde, preparadora física de un grupo de mujeres de Azpeitia surgido en 2007 para participar en la Lilatón, son habituales los «no voy a poder», la vergüenza de que le vean correr, el miedo a no llegar a meta… Eso también ha cambiado. Hoy día las mujeres son muy deportistas pero se compagina con la reivindicación, con índices elevadísimos. «Hay muchas que participan en otras carreras que también se animan a esta, pero sobre todo sucede al revés, eso lo hemos constatado con el paso de los año. Hacen la Lilatón y a poquitos se animan a la ‘Tres playas’, a la Behobia… Diría que es una carrera diferente y que la hemos hecho especial –dice Rufo–. Las reivindicaciones que hay detrás, la implicación, hay un algo muy bonito ese día que no sabría explicar bien. Yo lo siento, y creo que lo sentimos todas». En opinión de Sarria, en el momento único de estar 5.000 mujeres compartiendo el lugar y el sentimiento «te olvidas de todo». «Y no vas a ganar, sino a pasarlo bien y a compartir», cree. En ese sentido, cita la cantidad de grupos de mujeres que asisten juntas. «Arantxa Gurmendi se empeñó en que teníamos que entrar a todos los polideportivos, a todos los gimnasios e institutos para llegar a la mayor gente posible, y entramos en ese círculo y conseguimos que vinieran por grupos, traspasamos puertas colectivas», explica. Ambas creen que en grupo se hace más fuerza (es una tendencia al alza), aunque hay grupos de mujeres que llevan tiempo haciéndolo, como el de Azpeitia, surgido en 2007, o Easotarrak, de los que habla el documental. Para los entrenamientos es mas cálido y se apoyan la una en la otra. A falta de un día para la gran cita, y con las mujeres entrenando desde hace semanas, Sarria señala que la Lilatón «ha tenido y tiene una cosa muy interesante: la que corre hace suya la carrera. No es una carrera que pertenece a alguna organización, sino que la Lilatón es de cada una de las corredoras, cada participante siente que ella es Lilatón, la han tomado como suya».