AUG. 23 2017 CRÍTICA «Valerian y la ciudad de los mil planetas» Una space opera carente de personalidad Koldo LANDALUZE Desde que alguien –tal vez desde una galaxia muy, muy lejana– le susurró al oído que era el “Steven Spielberg galo”, Luc Besson ha entrado en un bucle-declive creativo que le ha llevado a un status acomodado dentro de la Industria y siempre escudado en los réditos económicos que suele extraer de sus franquicias “Taxi”, “Transporter” y derivados. Todo ello respaldado por su propia productora Europacorp, una factoría que se ha especializado en productos carentes de originalidad y que apuestan por el fuego pirotécnico al más puro estilo blockbuster “Made in USA”. Si lo que oferta el catálogo de Europacorp no produce excesivo entusiasmo, otro tanto podría decirse de Besson en su faceta de cineasta, ya que su carrera parece anclada en un espacio ubicado en territorio de nadie y muy alejado de aquel autor que nos brindó obras tan impecables como “Nikita” o “El profesional (León)”. En esta su nueva incursión en la ciencia ficción, Besson vuelve a evidenciar un cansancio creativo debido a la excesiva importancia que otorga a un discurso visual salpicado de colores estridentes y ahogado por un tsunami de efectos digitales que beben de fuentes muy dispersas pero que nunca resultan impactantes. En su empeño por llevar a buen puerto esta space opera, el cineasta reincide en un imaginario visual apegado al diseño de creadores como Moebius y en el que los personajes del cómic clásico de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières han perdido su frescura original. La nula química de la pareja protagonista, sustentada en un falso discurso seudofeminista, se prolonga a lo largo de un mareante encadenado de secuencias que a pesar de su empeño por impactar al espectador mediante un ritmo acelerado, se encuentra a años luz de lo que George Lucas plantea en “Star Wars”, principal referente que Besson utiliza para dar sentido a su nueva producción.